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Villasmil: Maduro en Culiacán

 

Jorge Castañeda, excanciller mexicano, hoy entre otras cosas articulista del New York Times, escribió recientemente una nota (¿La acusación contra Maduro es algo más que una manipulación estadounidense?) sobre las diversas acciones tomadas por los Estados Unidos contra el narco-régimen fundado por Hugo Chávez y hoy bajo la pezuña de Nicolás Maduro.

Obviamente, en estos días de obligado encierro y cuarentena, ese ha sido el tema más analizado, deconstruido y pormenorizado por miles de ciudadanos venezolanos en sus respectivas redes sociales. Usemos ese artículo de Castañeda como “plantilla” de referencia para ver cómo se mueven algunas pailas analíticas sobre el asunto.

 

Jorge Castañeda

 

Pero primero, creo necesario explicar algo más de esas “otras cosas” dentro del currículo del señor Castañeda, quien es un reconocido intelectual de la izquierda mexicana (inició su carrera política en el partido comunista). El diario “El Universal” publicó un reportaje indicando que había sido agente cubano entre 1979 y 1985 (lo cual él niega); y si bien su relación con la izquierda mexicana es controversial al menos, tiene una biografía del Che Guevara en la cual afirma, por ejemplo, que las ejecuciones [que Guevara dirigió] en La Cabaña, apenas triunfante la revolución, “fueron justas, pero desprovistas del respeto obligado al proceso debido” (¿cómo puede ser justo matar luego de un proceso injusto?). Afirma asimismo que “las centenares de ejecuciones sin garantías procesales no fueron un baño de sangre, no se exterminó a un número significativo de personas inocentes”. Toca preguntar: ¿qué cifra, diez, cien, mil? lleva a considerar “significativo” un número de personas inocentes asesinadas? Vayamos ahora sí a comentar lo más significativo de la nota de Castañeda:

Estamos todos claros en que la presión sobre el régimen no cesa; que cada semana las malas noticias lo abruman –como la reelección de Almagro como secretario general de la OEA, prueba irrefutable de que ya ni todas las islas del Caribe le son fieles al chavismo-, o el incidente llamado “Delcygate”, que le dio dolores de cabeza durante semanas al actual Gobierno hispano.

En el fondo, luego de esos tres días de garrote y zanahoria de parte de los gringos (primero, decisiones judiciales y consideración del régimen como narcoestado en manos de jefes de carteles y de narcoterroristas, con jugosas recompensas incluidas; luego, la oferta de una transición a pactar con la oposición, que llevaría a unas elecciones libres; y tres, el envío de una armada a las costas del Caribe venezolano), para Castañeda “Maduro podría ser culpable” (ojo con el uso del condicional) pero -y aquí el salto es digno de la excelsa gimnasta gringa Simone Biles- “también que Trump esté jugando a la política en un año electoral”. Trump, y Obama, y Bush (ambos), y Clinton, y Reagan, y Roosevelt (los dos), y Lincoln, etc.: todos los políticos, en año electoral “juegan a la política”, señor Castañeda. ¿Es eso algo extraño? Lo raro sería que no lo hicieran.

¿Qué más nos dice Castañeda? Los fiscales federales en Nueva York y Miami presentaron cargos contra Nicolás Maduro y algunos de sus aliados. Pero esa acción, en sí misma, no es una razón suficiente para suponer que esos cargos son válidos”. Claro, porque ahora resulta que los fiscales federales gringos fueron a la misma facultad de derecho, reciben los mismos incentivos y responden a las nociones éticas de sus colegas mexicanos, venezolanos, nicaragüenses o cubanos. Señor Castañeda, si algo funciona en Estados Unidos son las instituciones judiciales, en sus diversos niveles. Y son independientes. Pero usted se las arregla para criticarlas indicando que “el historial de Washington en ese tipo de medidas no es confiable. Estados Unidos tiene una larga historia de intervención en América Latina, desde las acciones que involucraron a Manuel Noriega en los últimos tiempos, hasta Augusto César Sandino en Nicaragua en la década de 1930 y Pancho Villa en 1917”.

¿Sandino? ¿Pancho Villa? ¿hay que irse tan lejos? ¿En serio? Yo en cambio le tengo una intervención calientica, de ahorita: la intervención militar cubana en Venezuela; y el apoyo y refugio que se le brindan a los terroristas de las FARC y del ELN. ¿Necesita el señor Castañeda pruebas al respecto?

En cambio, el ejemplo de Noriega sí se lo compro. Un jefe de Estado que fue preso no por dictador, sino por narcotraficante.

 

 

Un dato relevante a tomar en cuenta: las acciones recientes de los EEUU contra la narco-tiranía cambian radicalmente la forma de denominar la naturaleza del régimen, y por qué debe ser reemplazado: ya no es un problema exclusivamente político, sino fundamentalmente criminal. La relación jurídica entre ambos Estados se altera gravemente. Los argumentos de la izquierda caviar, en sus vetas europea y latinoamericana, en defensa del socialismo del siglo XXI, quedan a un lado: dejen de hablar paja, se está combatiendo a un régimen narco-traficante y narco-terrorista.

Es de notar que nuestro articulista afirma asimismo que a nadie le sorprendería, ciertamente a mí no, que se demostrara su culpabilidad”. Añade que “durante el gobierno de Maduro [y no se olvide de Chávez], el régimen chavista ha perpetrado atroces violaciones a los derechos humanos y ha destruido la economía de Venezuela, lo que ocasionó la mayor crisis humanitaria de la región”.

Pero luego sigue en su ofensiva anti-gringa: “ El problema no es si los cargos son verdaderos; la pregunta es si la acusación acelerará la caída de Maduro, que seguramente es el objetivo de Estados Unidos, o si simplemente alimentará el nacionalismo antiestadounidense siempre presente en ciertos sectores de la sociedad venezolana”. Aquí tropezó el articulista con una piedra que algunos fuera de Venezuela no saben reconocer: ese nacionalismo antiestadounidense jamás ha alcanzado en nuestro país las cotas y niveles de otros países, en especial ubicados en el sur de la América. Y para ello hay razones de todo tipo, empezando por las económicas – Estados Unidos siempre fue un socio confiable y serio- y sobre todo culturales. Y los “sectores antigringos”, señor Castañeda, son hoy el remanente del chavismo, o sea una minoría bien minoritaria.

Al parecer, para analistas “erizos” como Castañeda (recomiendo leer el extraordinario ensayo de Isaiah Berlin sobre las dos variantes del analista experto: Isaiah Berlin: El erizo y el zorro), la realidad venezolana –y obviamente la cubana- son abstracciones congeladas en el espacio y en el tiempo, que deben ser recordadas solo para mencionar el peligro imperialista yankee; lo que les ocurre a los ciudadanos en esas dos inmensas cárceles, bueno, qué vaina, ¿qué se podrá hacer? Ah, sí, seguir el nuevo llamado del Gobierno de Pedro Sánchez, luego del hipo diplomático que les causara la visita nocturna de Delcy Rodríguez: “alentamos un proceso de diálogo y negociación francos”. Es decir, la tesis Zapatero. Por los siglos de los siglos.

Obviando mencionar –ni una sola palabra o línea- a la oposición, también pasa por alto Castañeda que los venezolanos estamos mayoritariamente de acuerdo en que ya es hora de que Maduro y su combo abandonen el poder y regresen la libertad y las instituciones republicanas a nuestro país. Por las buenas, muchísimo mejor, por las malas, si no hay más remedio.

 

 

La única alternativa que considera como posible Castañeda es algo que los venezolanos tememos y conocemos desde que la hoy pandemia comenzó en Wuhan: es tal el desastre de la situación venezolana que pueden preverse los peores escenarios posibles a causa del impacto del coronavirus. Y ello podría devastar asimismo al régimen. Para el mexicano “no es una hipótesis absurda”. Y ello sin mencionar otros asuntos nada menores, como la grave escasez de gasolina, o la arremetida represora contra opositores, periodistas, médicos.

Afirma sin embargo el excanciller mexicano que “el líder venezolano usará los cargos en su contra para reforzar su apoyo”. ¿De quién? Menciona los gobiernos de México y Argentina, pero resulta que para que ellos apoyen a Maduro no se necesitan medidas gringas; ya lo acaban de hacer en la OEA votando en contra de la reelección de Almagro y a favor de la candidata ecuatoriana.

A lo mejor Castañeda pensó que el apoyo a Maduro que se viene es el de sus colegas y socios mexicanos; ¿acaso un homenaje sincero de apoyo a la revolución de los panas del cartel de Sinaloa? ¿Una estatua en Culiacán, o en Los Mochis?

 

 

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