Maduro y Falcón, tal para cual…
¿Hacia dónde nos quieren llevar Nicolás Maduro y sus nuevos-mejores-amigos de la oposición falconiana? Como decía Luis Castro Leiva en uno de sus visionarios artículos durante la década de los noventa, mostrando a quien quisiera ver la realidad profunda que se escondía en el llamado proyecto del chavismo golpista: que la república vuelva a ser culturalmente un cuartel rodeado de gentes alegremente sumisas ante el fracaso de su civilidad.
Ya ha comenzado la liturgia que conduce a ese objetivo y que, políticamente, cumple una doble función: yo te legitimo y tú me legitimas. Maduro, feliz con una oposición hecha a su medida, y sus leales rivales obteniendo lo que en competencia dentro de la MUD les habría costado alcanzar: pretender ser los jefes únicos de la oposición.
¿Oposición a qué? ¿A un régimen que busca convertirse en castro-comunista, con centenares de presos políticos, de torturados y de muertos? ¿A una autocracia que prescinde de toda consideración ética y moral en el tratamiento de las necesidades de los ciudadanos? No. Esa al parecer no es la visión de la situación política que posee Henri Falcón. El día que inscribió su candidatura ante el Consejo Nacional Electoral, HR habló de “la necesidad de un gobierno de unidad nacional, sin distinciones”, así como que “venimos a hablar en nombre de millones de venezolanos que quieren una salida pacífica, constitucional, democrática y electoral”.
No puede restarse importancia al hecho de que Falcón, en el día uno de su campaña, pareciera promover la creencia de que el próximo evento dirigido por el CNE, el Tribunal Supremo y la Asamblea Prostituyente, será “constitucional y democrático”. Debe recordarse que lo mismo afirmó el pasado mes de octubre, apenas horas después de su fracaso electoral por paliza -17 puntos porcentuales de diferencia- buscando la reelección como gobernador del estado Lara. Su derrota fue limpia, nadie le hizo trampa, afirmó tajantemente. Aquello resultó ser un ensayo previo para la demostración más importante: su conducta ante las elecciones presidenciales del próximo mes de mayo.
Ambos, Maduro y Falcón, tipifican lo peor de nuestro espíritu: poca gravedad intelectual, la preeminencia del poder sobre el pensar, el culto al narcisismo político, olvido de toda virtud pública, la voluntad caudillista sobre toda pretensión pluralista. Como el pluralismo de las ideas es central y fundamental para toda acción política democrática, se necesita que el verbo des-politice el debate. En la campaña se mencionarán problemas, conflictos incluso. Pero serán fuertemente limitados por una camisa de fuerza retórica que intentará impedir que los mensajes lleguen al fondo del asunto: un régimen genocida e inhumano, corrupto e incapaz, además de sumiso a las señales provenientes de La Habana.
En la liturgia está prescrita la aparición –ya está ocurriendo- de voces que tratan de quitarle fuerza a la crítica contra el candidato yaracuyano: todas ellas coinciden en olvidar un dato central: La acción de Falcón constituye uno de los actos de traición más grandes realizados contra la Unidad Democrática desde su fundación.
Detrás de su candidatura hay toda una demostración de soberbia que no se atemoriza ante la realidad, porque resulta que él tiene la razón y las democracias más consolidadas y serias del planeta, junto a la mayoría de los países en la OEA, están equivocadas cuando afirman que no hay condiciones para que se celebren elecciones democráticas y competitivas en nuestro país bajo la actual dictadura. Como están asimismo equivocados las universidades, los gremios, las diversas academias, la Conferencia Episcopal. La soberbia de Falcón es de dimensiones olímpicas. Igualmente muestra olvido –en realidad más desprecio y burla que olvido- de que en el trámite electoral próximo varios de sus antiguos compañeros de la MUD están en lo individual y lo colectivo execrados de participar. Todo un maestro de la solidaridad, nuestro amable candidato opositor.
Si la Real Academia de la Lengua define a la posverdad como ‘la distorsión deliberada de una realidad con el deseo de manipular creencias y emociones para influir en la opinión pública y en actitudes sociales”, los venezolanos que asistan a votar en el fraude electoral próximo tendrán que escoger entre dos candidatos de la posverdad.
El manipular creencias y emociones está en la esencia misma, en el origen, del chavismo. Ambos candidatos –y cada uno a su manera- es un chavista; Maduro desde siempre, Falcón al menos hasta el 2010, cuando se mudó temporalmente a la MUD-. Los dos hablarán de cambios, incluso radicales. De mejoras, de soluciones. El ritual manipulador de la posverdad maduro-falconista será seguido hasta la última página. Ya que no pueden hablar de realidades, será todo un carnaval de ilusiones. Y de insultos hacia la oposición verdadera, la oposición democrática. Ya varios sargentos falconistas están usando las redes sociales para divulgar falsedades y agresiones contra quienes critican su acción.
Será además un carnaval sin duda trágico. A fin de cuentas, los supuestos rivales representarán, cada uno a su manera, al difunto fundador de la presente tragedia, quien orgullosamente se definió hace poco más de 20 años –meses antes de llegar al poder- como un “gerente humanista de la violencia”.
Concluyamos entonces esta nota afirmando una realidad que ninguna manipulación o falsedad de los candidatos de la posverdad podrá ocultar: el hecho de que el 20 de mayo se realizará la más violenta burla a la voluntad popular en la accidentada historia electoral de Venezuela.