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Villasmil: Manual para triunfar como candidato presidencial en el siglo XXI

 

Y claro, para luego ser un exitoso presidente en ejercicio a pesar de estos tiempos latinoamericanos accidentados y llenos de incertidumbre, con tanto político demócrata de boquilla y solo pendiente de los jueguitos y maniobras partidistas. Todos unos despistados que usted debe exponer a la opinión pública como lo que son: los culpables de todos los males patrios, públicos y privados.

Vamos pa’llá entonces, sin más preámbulos:

-La política es una telenovela: Hay personajes buenos (usted y su movimiento) y villanos (todos sus rivales-enemigos, las fuerzas sociales y económicas que se le opongan), que luchan por una niña humilde, explotada y pobre a quien todos desean (el Pueblo). El final, gracias a los esfuerzos del Padre de la Patria (usted) será sin duda feliz.

-Política es emoción, no razón: El pensamiento abstracto y racional es para académicos con lentes y coche de segunda mano, lo suyo es la acción; búsquese como speechwriter a un antiguo escritor de telenovelas (ver supra). Él entenderá como nadie que sus discursos deben emocionar, no explicar o analizar. La política del siglo XXI no es para juristas, politólogos, economistas, sociólogos o ingenieros; es para actores manipuladores de emociones. Combine y mezcle siempre las cuatro palabras mágicas, “las cuatro P” de todo discurso político actual: Pueblo, Proyecto, Paz y, sobre todo, Patria. Asimismo use siempre variaciones de esta oración: Sostenemos como evidentes estas verdades: que los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”. Por si no lo sabe, nos estamos fusilando la declaración de independencia gringa, pero no se preocupe, en estos tiempos la gente –incluyendo obviamente los políticos- está más preocupada de los resultados de su deporte favorito y de no ser políticamente incorrecta que de leer sobre historia -ni siquiera en Wikipedia-. Con esa frase usted satisface a los conservadores (“la libertad”), a la izquierda (“la igualdad”), a los religiosos (“el Creador”), a los ecologistas y medioambientalistas (‘‘la vida”), y a todo el resto, especialmente a los lectores de Paulo Coelho (“la felicidad”). Definitivamente el autor principal de la declaración, Thomas Jefferson, si hubiese sido lanzador de béisbol habría tenido una recta de más de cien millas.

-Usted no tiene rivales, sólo enemigos: Diga que analiza el pensamiento de las encíclicas papales, que apoya a Greenpeace y que ama a toda criatura viviente, pero en realidad quémese las pestañas leyendo a Carl Schmitt, teórico nazi, hoy favorito de la izquierda y autor de una famosa dicotomía: la idea amigo-enemigo, que teoriza en 1932 en su obra El concepto de lo político. Consecuentemente, un eje central de su estrategia será que toda polarización es buena. 

-La política es confrontación, el diálogo es solo para tontos: Aprenda de los auténticos maestros, los comunistas: los únicos fines de un diálogo son ganar tiempo y ofrecer apariencia de demócrata. Invite a esas negociaciones siempre a las iglesias, dispuestas incluso a poner la otra mejilla si usted les cae simpático. Gáneselas desde el día uno, como hizo durante años Daniel Ortega. Si es necesario, conviértase. Llevar crucifijos e ir a las celebraciones eclesiásticas le darán una imagen de persona devota y piadosa.

-La política y las ideas no importan; solo el pensamiento y el movimiento creados por el candidato (usted): Traslade a su organización la frase de Luis XIV: “El Estado soy yo”. El movimiento es usted, respira, existe y crece gracias a, para y por usted.

-Autoridad, Poder y Violencia son la misma cosa: Y usted debe tener el monopolio de todos ellos. No se preocupe si algún intelectual le dice que Hannah Arendt demostró lo contrario; nadie los lee (ni al intelectual ni a Arendt, de quien se busca solo alguna cita célebre).

Si la reelección ya existe, prepárese para ella; si no, modifique la constitución para que se incluya: En Latinoamérica la reelección era una excepción, en pocos años casi se ha convertido en una regla de moda; suponemos que en poco tiempo será obligatoria. Bien por los demócratas, le abrieron el camino a líderes como usted.

-Recuerde que hay un solo poder del Estado y la sociedad, el Ejecutivo: Y hágaselo saber, desde la propia campaña, a los medios de comunicación social; hay algunos despistados que todavía creen que la prensa es libre y no contaminada. Por otro lado, los legisladores y jueces -los supuestos otros poderes del Estado- no deberán ser un gran problema; gracias a la inacabable imaginación de los juristas del vecindario latinoamericano ya hay mucho camino andado en cuanto a que la división de poderes es una ficción nórdica.

-“El vicediós siempre es ateo”: No olvide nunca esta sabia oración del escritor uruguayo Mario Benedetti. La historia (la de verdad, no la que usted está por inventar), nos da muchos ejemplos de hermanos, amigos, compadres, compañeros o segundos en el orden al bate, que apenas tuvieron chance le infligieron una puñalada trapera al hasta entonces líder. Apréndase de memoria el monólogo inicial de Ricardo III (del gran William Shakespeare). Es breve, y allí nos dice todo lo que va a hacer, a quién va a matar, destruir y desprestigiar para lograr su objetivo –que es el de usted- el poder absoluto.

-Sea un caudillo cibernético, aproveche bien las redes sociales y todas sus apariciones en público: Contrate programadores, hackers (preferiblemente rusos) para que hagan de las redes sociales un tentáculo más de su poder, de donde surgirán sus ideas, deseos y órdenes. El nuevo presidente de México, López Obrador, le está dando una lección sobre todo ello al resto de Latinoamérica.

-Gánese desde el comienzo a los militares: Cómpreles los juguetes bélicos que deseen, súbales el sueldo cada trimestre, póngalos a marchar felices y embelesados con todos sus fastos en las fechas patrias. Y, si es necesario, inclúyalos en el gabinete, que los uniformados del siglo XXI tienen más espíritu burocrático que guerrero.

-Las relaciones internacionales son una agencia de turismo: Use la nómina diplomática para premiar a empresarios y amigos, para castigar, enviando a un exilio no necesariamente siberiano a compañeros de su movimiento díscolos o incómodos (especialmente si son jóvenes y ambiciosos), y no falle a ninguna cita internacional donde lo inviten; sáquese una selfie con todo colega importante que se le ponga a menos de cinco metros de distancia (obtiene puntos extra si la foto es con un líder del G7). ¿Contenidos? Redefina el concepto de “no alineado”: complazca un día a los gringos, otro a los europeos, y los fines de semana a los rusos. A los chinos, todos los días, esos son arrechos y no andan con vainas.

-¿Su asesor fundamental? Un experto en finanzas internacionales: Desde el día uno de campaña, hasta el fin de su periodo presidencial (si es que usted no se convierte en un “comandante eterno”), necesitará a un verdadero experto en paraísos fiscales y blanqueo de capitales; él “lavará” parte de los dineros recibidos en la campaña (lamentablemente algo habrá que gastar en afiches, equipo de campaña y propaganda mediática, etc.), y luego el caudal que usted pueda escabullir del jugoso y apetecible presupuesto nacional, más las merecidas comisiones por todo contrato con el Estado.

-La historia patria será lo que usted diga que es: Defina y aclare quiénes son los héroes patrios, las gestas legendarias, el diseño de la bandera, de quién nos independizamos y, muy importante, quiénes cargarán eternamente la culpa histórica por todos los males que nos trajeron a la encrucijada actual, la cual, claro, solo usted puede resolver. Un dato: en estas parroquias ubicadas al Sur del Río Grande los gringos nunca fallan como chivos expiatorios. Cúlpelos de lo que se le ocurra, la sabia “opinión pública” de izquierda lo aplaudirá a rabiar.

-Su gestión es una épica heroica contra los enemigos de la patria: Olvide, por pavosa y sosa esa expresión de tecnócratas, “políticas públicas”. Qué son lo político y lo público dependerá de la voluntad presidencial. El gobierno es una lucha perenne “contra los golpes y embates de la insultante fortuna” (Hamlet, otra vez el maestro Shakespeare). Los enemigos –no deje de usar nunca esa palabra- de la patria -esta tampoco- están siempre al acecho, no descansan en sus planes de destruir la felicidad ciudadana que usted está construyendo con gran esfuerzo.

Che Guevara, el espantapájaros anti-norteamericano 

 

Por último, el consejo más importante, declárese de izquierda: Recuerde que está en Hispanoamérica, y si quiere tener una vida internacional más fácil, que la prensa propia y foránea lo traten con cariño, y que los intelectuales de su país lo reverencien así usted mutile y cercene el presupuesto a la cultura, haga lo que han hecho siempre la mayoría de presidentes democráticos de la región (de los pocos gestos de ellos que merecen ser copiados): hable bien de la revolución cubana y declárese militantemente anti-norteamericano. No hay contradicción en hacerlo y pasar vacaciones en Orlando, ir a Nueva York de compras en la Quinta Avenida, mandar a su hijos a estudiar a Harvard o Stanford, o llevar a su amante a esquiar en Colorado. Muchos de sus colegas regionales lo han hecho ¡hasta los chavistas salivaban cada vez que se tomaban una selfie saliendo de una tienda Apple! Si la izquierda en su país se pone demasiado necia, vaya a Cuba a visitar la tumba del Dinosaurio Castro, que con eso les callará la boca por un buen tiempo. ¿Contradicciones ideológicas? ¡pamplinas! ¿Acaso los chinos no practican con éxito el capitalismo más salvaje y neoliberal del planeta, y no obstante siguen siendo comunistas?

Si usted cumple con todos los objetivos señalados, Dios y la Patria a lo mejor a la larga no se lo agradecerán, pero quién sabe, con mucha suerte y más audacia usted quizá disfrutará de una vida muy feliz (según su particular concepto de felicidad), y hasta puede que muera en la cama (así sea de hospital), como los dos ejemplos perfectos de todo lo dicho en esta nota: Fidel Castro y su pana Hugo Chávez.

 

 

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