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Villasmil: Memoria histórica y Premios Nobel

María Corina Machado gana el Premio Nobel de la Paz - Diario La Verdad de  Vargas

 

«Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia«.

José Saramago

 

Si uno coloca las palabras “memoria histórica” en el buscador de Google se encuentra con ¿miles? de análisis al respecto. Ante la duda, le pregunto a Gemini, la Inteligencia Artificial, y me da esta respuesta:

“Aunque no es posible dar un número exacto y en tiempo real de todas las posibles entradas (resultados) que Google indexa sobre un término (ya que ese número cambia constantemente), puedo indicarte la cantidad aproximada de resultados que el motor de búsqueda arrojó en este momento para la frase exacta: «memoria histórica».

Según la búsqueda realizada, Google muestra millones de resultados para ese término”.

¿Por qué el término tiene tantas entradas?

La frase «memoria histórica» es muy buscada porque es un concepto con una profunda carga política, social, ética y personal, especialmente en países que han experimentado conflictos armados, dictaduras o graves violaciones a los derechos humanos.

Existen varios factores clave:

La «memoria histórica» es un elemento central en los procesos de justicia transicional; es asimismo una herramienta para descubrir lo ocurrido en una sociedad, contrastando las «versiones acomodaticias de los vencedores» con los hechos reales; también se busca entender el pasado para prevenir que atrocidades o violaciones a los derechos humanos vuelvan a ocurrir en el futuro. Por último, la memoria histórica a menudo implica un discurso «contrahegemónico» que desafía las narrativas históricas establecidas por el poder.

En resumen, la frase «memoria histórica» no es solo una etiqueta; es el campo de batalla donde se disputan la verdad, la justicia y el relato del pasado en el presente. Por ello, genera un enorme volumen de interés y búsqueda.

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No hay historia posible sin la construcción -y destrucción- permanente de la memoria; ello es así porque toda situación de poder intenta legitimar su existencia, acuñando argumentos, símbolos e imágenes que la legitiman y tratan de conferirle un signo de permanencia, buscando eliminar aquellas que actúan en sentido contrario, como bien señala Antonio Elorza en nota de The Objective. Señala, asimismo:

“Tampoco falta en ocasiones la manipulación inteligente (…) En la sociedad de masas del último siglo, donde la comunicación desempeñara un papel fundamental, la memoria fue un instrumento de primera importancia a la hora de configurar las mentalidades y los comportamientos colectivos. Tal vez con efectos deformantes y reductivos, como ocurre con una Segunda Guerra Mundial donde los malos son inequívocamente los nazis: de cara a bombardear España, en los años previos, Mussolini fue más sanguinario que Hitler: Levante y Cataluña lo atestiguan”.

Y cuando se ha buscado corregir los estereotipos, como al intentar el cine dar cuenta en Francia de excesos propios, sobre todo en la guerra colonial, el rechazo fue rotundo: La batalla de Argel, de Gillo Pontecorvo, estuvo prohibida en Francia durante décadas”.

Es que la historia está llena de esfuerzos por “simplificar y amputar” (¿cancelar?) de forma maniquea los hechos; por ello no faltan supuestos defensores de los derechos humanos “en casa” pero que se hacen los locos fuera de su territorio.

Lo estamos viendo y viviendo en estos días, con la reacción histérica y cínica de parte de la izquierda hispanoamericana ante el merecido Premio Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado..

Que la presidente de México, Claudia Sheinbaum, simplemente se niegue a comentar el hecho, mucho menos felicitar a la brava compatriota (Sheinbaum, por cierto, tiene posgrados en ingeniería, carrera que estudiara Machado) demuestra por qué ella es insigne seguidora de un evidente manipulador de la historia mexicana, Andrés Manuel López Obrador.

¿Qué pensar de las palabras de esos desechos inhumanos, carentes de toda brújula moral, fundadores de Podemos en España, Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, intentando insultar, pero en realidad logrando lo contrario, al comparar a MCM con Hitler?  Y como bien ha destacado Cayetana Álvarez de Toledo, el hecho de que el gobierno de Pedro Sánchez (y de Zapatero, no hay que olvidarlo nunca), no solo no la felicita, sino que sigue sin reconocer como presidente legítimo a Edmundo González, desnuda éticamente a Sánchez y a ese cascarón, otrora viejo partido socialdemócrata, llamado PSOE.  En esa materia, esa sección de la izquierda hispanoamericana carece de mínimos éticos y morales. Hace tiempo que le vendieron su alma al diablo, y le agarraron miedo a la libertad.

¿Y qué pensar de la declaración del presidente socialista uruguayo Orsi (uno pensaría que es representante de la izquierda latinoamericana más «presentable») cuando afirma que «el Nobel de la Paz a María Corina Machado era una oportunidad maravillosa para que este año el premio “quedara desierto”?

Nada de lo que digan los representantes de la izquierda le puede quitar mérito a los logros de María Corina Machado, y como bien reconoció ella, del mayoritario pueblo democrático venezolano, al mantener ¨la llama de la democracia ardiendo en medio de una creciente oscuridad” (Comité del Nobel) .

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Cuando hablamos de la necesidad de recuperar la memoria histórica en América Latina, países llenos de injusticias, discontinuidades, caudillos adanistas culpables del Mito de Sísifo (solo que la piedra la tenemos que empujar todos los ciudadanos) nos estamos refiriendo, ciertamente, a la defensa de los derechos humanos, porque no hay recuerdo real posible si no se aclaran tantas crueldades, violencias, y sus mentiras correspondientes, que ocurrieron en la historia.

Revisar y mantener al día la memoria histórica busca también educar las conciencias ciudadanas sobre los hechos ocurridos y que no deben volver a ocurrir. Porque, como destaca José Saramago (Premio Nobel de Literatura, 1998) en la frase de inicio, no podemos permitirnos caer en el olvido, y luego en la indiferencia. 

Hay que poner fin a esa cadena fecunda en tiranías, de odios y represalias, cada vez más oprobiosas que ahogan nuestras historias patrias hispanoamericanas.

Por ello, un grupo de demócrata-cristianos venezolanos nos hemos dado a la tarea de preservar la memoria histórica de la democracia cristiana de nuestro país, ya que ello es crucial para comprender un período fundamental de la historia contemporánea patria, así como analizar la aplicación de una ideología política específica, con clara vocación universal, aprender de sus éxitos y fracasos, y contribuir a una comprensión más completa y matizada del desarrollo democrático de Venezuela.

Revisar la historia del humanismo cristiano en Venezuela, su memoria y legado, partiendo de la intersección entre la fe cristiana y la valoración de la dignidad humana, y su expresión histórica en la política, debe abordar temas como la justicia social, la política, la economía y la cultura, desde una perspectiva sobre todo venezolana, pero también latinoamericana y mundial. Ella es una tarea necesaria, urgente e imprescindible.

Rescatar la memoria, y ponerla entonces al servicio de la nueva libertad, de la nueva sociedad libre, de la nueva sociedad libre y humanista.

 

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