Monarquía y elecciones
Bien se sabe que no hay monarquía más absoluta que la de los gobernantes comunistas y sus similares. Lo acabamos de ver en la Cuba castrista, donde Castro el Menor le entrega la dirección de la isla-prisión a quien para muchos es una incógnita, Miguel Díaz-Canel, quien más que un sucesor electo popularmente, es un heredero de la corona totalitaria, cuya legitimidad no le viene ni por haber estado en la lucha revolucionaria, ni por apellidarse Castro. Eso sí, el tiempo pasará, el hombre tomará decisiones, y le veremos su verdadero rostro.
Mientras, se dice que Raúl ha estado arreglando todo para que su hijo, Alejandro Castro Espín, sea su reemplazo como el Secretario General del Partido Comunista en 2021. Castro Espín es ya una de las figuras más poderosas y, sobretodo, temidas en Cuba. A su vez, el yerno de Raúl, Luis Alberto Rodríguez López-Callejas, es el director del Grupo Administración Empresarial Sociedad Anónima (GAESA), el conglomerado militar que controla el 60 por ciento de la economía isleña. Como se nota, la familia Castro seguirá tomando muchas de las decisiones fundamentales; las toman incluso fuera de la isla, por ejemplo en Venezuela.
En nuestro país, donde prevalece una pseudo-monarquía chavista, se supone que estamos en campaña electoral; un esperpéntico asunto que nadie ve, mucho menos escucha, y sin duda alguna no siente. Es la campaña electoral más invisible de la historia. Las mayorías saben que el 20 de mayo se vota pero no se elige. Así como en Cuba la llegada del primer gobernante cuyo apellido no es Castro no se celebró con un gran acto de masas –salvo el acostumbrado desfile del 1 de mayo con el obligado acarreo de los diversos sectores de la sociedad, a quienes pasan lista para que asistan-, la “inexistente campaña venezolana” tampoco ha tenido grandes mítines, ni actos de masas; suponemos que ambos candidatos de la anti-política, Maduro y Falcón, improvisarán alguno antes del 20-M.
Buena parte del verbo falconista, el del candidato y el de quienes lo acompañan, se ha dirigido a tratar de convencernos de que las “condiciones electorales son las mismas”; obsesionados con esa afirmación, para ellos fundamental, la realidad está congelada. Así como ella cambia día a día para el sufriente pueblo, que nota el empeoramiento y la cada vez mayor degradación de su vida, para Falcón y su gente, seguimos en diciembre de 2015; y es que usan los argumentos como coartadas, no como iluminaciones estratégicas.
Falcón es un candidato solitario, sin el cobijo del apoyo popular y sin un mensaje de cambio con ideas y propuestas que impacten, que hagan voltear la cabeza, que generen una pausa en la rutina diaria ciudadana. Falcón se ha convertido en un mueble más en la puesta en escena del régimen (“un subcontratista de la franquicia chavista”, feliz definición de Héctor E. Schamis en El País). A ciencia cierta no sabemos si la debilidad programática explica la soledad del candidato, o si la soledad del candidato explica la debilidad programática.
Falcón y su comando saben muy bien que existen diversas motivaciones para ir a votar, por ejemplo: por afinidad programática (el llamado voto de opinión); el clientelar (como contraprestación de algo); el carismático (por la personalidad de un candidato) y el disciplinado (por la decisión de una organización política, social, religiosa o similar). Falcón no es fuerte en ninguna categoría, y Maduro, bien se conoce, pondrá todos los huevos en la cesta clientelar, con el carnet de la patria como portaestandarte.
Pero como no hay mucha campaña, hay que avanzar el proyecto revolucionario, y la noticia del momento ha sido el ataque a Banesco, el mayor banco privado. Muchas bolas corren sobre cómo quedaría un poderoso miembro de la elite bancaria de este país, la misma elite que en muestra primorosa de sus sentimientos democráticos financió generosamente la campaña electoral de Hugo Chávez Frías en 1998. Sobre este nuevo acto de violencia contra la libertad, la mancheta del diario El Nacional del domingo 6 de mayo, resume el viaje hacia el poder de esta mafia chavista que ha gobernado los últimos 20 años: “Empezaron como golpistas y terminaron asaltando bancos”.
A esta altura ambos candidatos deben estar tranquilos: sacarán los votos que el Consejo Nacional Electoral decida la noche del 20-M, según instrucciones directas de La Habana. Sucederá lo que más convenga a los intereses del castrismo y de la narco-mafia chavista. Por cierto, poco o nada mencionan los falconistas al castrismo; en su peculiar visión de la coyuntura venezolana el factor castrista jamás aparece. El resultado será satisfactorio para todos los actores involucrados en la puesta en escena, y para las decisiones que ellos tomarán a partir del 21-M, por separado o en conjunto (¿gobierno de unidad nacional? ¿Falcón intentando venderse como líder indiscutible de la oposición? ¿Falcón y sus capitanes al gobierno?).
Votar o no votar es todavía la pregunta que se hacen algunos; como bien señala Alberto Barrera Tyszka en una nota publicada por The New York Times “La candidatura Falcón no depende de la política, sino de la fe. No es un problema que tenga que ver, ni siquiera, con el candidato. No hay que discutir sus cualidades o deficiencias. El problema está en el sistema. No es nueva la ilusión de un sorpresivo tsunami electoral, más aun en un contexto de crisis total como el que vive el país. Por eso mismo, la campaña oficial se ha centrado en obtener ganancias del clientelismo a través del llamado Carnet de la Patria, que permite al gobierno canjear votos por comida. La élite chavista ha diseñado una arquitectura electoral que carnetiza la pobreza y transforma la elección en un chantaje”.
Creo que estas son horas donde una vez más, es la Iglesia Católica y sus voceros los que poseen mayor claridad estratégica. Recientemente, el padre Alejandro Moreno afirmó lo siguiente, que merece todo el respaldo posible:
Ya lo he dicho pero no dudo en recalcarlo: personificar en Maduro el rechazo al régimen es un error. No luchamos contra hombres ni contra nombres, luchamos contra todo un sistema y hay que centrar en ese todo la lucha. Los regímenes totalitarios de este tipo van más allá de los hombres que en un tiempo los representan. Así ha sucedido incluso entre nosotros. Murió el hombre y el sistema siguió y se profundizó. Podrá caer Maduro y esto no por eso cambiará. Podrá venir si acaso un Falcón cualquiera y seguirá el sistema. Es contra el sistema, lo repito, contra el que hay que concentrar todo el rechazo. No votar no es abstenerse, es rechazar el todo del sistema, es un mandato netamente ético. Por eso es inmoral votar en estas circunstancias. No votar ya es hacer rechazo, no es simplemente abstenerse, es una acción ética necesaria. Habrá que hacer otras acciones, pero esa es la que por ahora estamos llamados a cumplir».