Villasmil: Money, money, money
“Oh, money, money, money, the Frankenstein monster that destroys souls”
(Dinero, dinero, dinero, el monstruo de Frankenstein que destruye las almas).
Mischa Auer, “My Man Godfrey”, 1936.
“My Man Godfrey” (Al servicio de las damas, uno de sus títulos en español) es una excelente comedia del año 1936, que sirvió para impulsar la ya exitosa carrera de William Powell, y la de quien en poco tiempo (murió de 34 años, en 1942), se consagraría como una de las mejores actrices de comedia de la historia: Carole Lombard.
Valga solo añadir, como argumentos concluyentes sobre esta obra: 1) En 1999, la película fue incluida entre los filmes que conserva el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, por ser considerada «cultural, histórica, y estéticamente significativa», y 2) habiendo sido nominada a seis premios Oscar, es la primera película de la historia -y son muy pocas las que lo han logrado- que tuvo candidatos nominados a los cuatro grandes premios actorales: a) Carole Lombard (Mejor Actriz), b) William Powell (Mejor Actor), c) Alice Brady (Mejor Actriz de reparto), y d) Mischa Auer (Mejor Actor de Reparto).
La frase al inicio de la nota (“money, money, money, etc.”), tomada de una escena de la película, es una clara burla al afán materialista y acumulador de cierta oligarquía gringa, muy bien ejemplificada hoy por los actuales detentadores del Gobierno.
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Hasta aquí la crónica de cine. El asunto de hoy es que hemos tenido todos que soportar, por años, la cantaleta esgrimida por Donald Trump de que el problema de la OTAN, de la defensa de occidente, de la lucha contra los enemigos de la democracia y de la libertad, son los europeos, porque no gastan lo suficiente en defensa, porque no ponen sobre la mesa “money, money, money”. Se está buscando reducir el ancho entramado de las relaciones internacionales fundamentalmente a un problema de dinero.
Estemos claros: sin duda alguna los europeos deberían gastar más en defensa, pero si caemos redondos en nuestro apoyo a dicha afirmación, y la aceptamos sin más, nos olvidamos de otros temas, los verdaderamente fundamentales, que no son precisamente monetarios.
Como bien afirma Angela Merkel en su autobiografía, Trump no es un político, mucho menos un negociador geopolítico, sino que “él lo juzga todo desde la perspectiva del promotor inmobiliario que había sido antes de entrar en política”. Asimismo, no compartía la convicción de Merkel de que la cooperación podía beneficiar a todos. “Creía que todos los países competían entre sí, y que el éxito de uno era el fracaso del otro”. “No creía que la prosperidad de todos pudiera aumentar mediante la cooperación”. Trump piensa sobre la política, a todos los niveles (interno, externo, económico, social, cultural, etc.) reduciéndola a una estructura de análisis que podría definirse como “cuánto hay pa´eso”, desde la olímpica soledad de su ego, ya que no tiene a nadie con la suficiente auctoritas para estar a su lado y aconsejarle. JD Vance, el vicepresidente, es sólo un avispado recién llegado a todo -al senado, a la vicepresidencia, incluso al catolicismo-, y Elon Musk es un tecno-zamuro, un “señor neofeudal del tercer milenio” (Sergio Mattarella) a la caza de más y más poder y claro, dinero, incluso en el espacio sideral.
Todos ellos son, junto con su compinche Putin, unos presuntos machos alfa con afanes imperialistas. Y lo primero que han hecho en Europa es premiar a Putin por sus asesinatos, por sus violaciones, por su inhumanidad. Y lo segundo, que ya están haciendo, es vilmente chantajear a Ucrania.
Trump trata a sus ministros -secretarios, en la parla gringa- como mandaderos cuya primera misión es la destrucción de toda la institucionalidad de la que fue considerada desde su fundación, hace más de dos siglos, como una democracia con méritos. No se salva –esa menos que nadie- la institucionalidad militar. ¿Y qué decir del FBI? Tradicionalmente, el cargo de subdirector era para un funcionario de carrera dentro de la institución. Claro, hasta que llegó Trump, que nombró subdirector a Dan Bongino, un exagente del servicio secreto convertido en podcaster de radio (“The Dan Bongino Show”) furibundamente MAGA, conspiranoico, y cuya principal labor al parecer será realizar una caza de brujas de agentes que intervinieron en la defensa de la instituciones durante el fallido intento de golpe de Estado, el asalto al Capitolio, en enero 2021…
Unas preguntas muy pertinentes, en The Objective, por Victoria Carvajal: “¿Cómo tolerar que Trump llame a Zelenski dictador mientras se sienta en la mesa con Putin para negociar el futuro del país agredido? ¿Con qué autoridad decide qué país es una democracia o no alguien que fue incapaz de reconocer los resultados de las anteriores elecciones presidenciales de 2020 cuando las perdió y que sigue justificando el asalto al Capitolio por parte de una masa enfurecida de sus seguidores? ¿Cómo enfrentarse a alguien que entiende la resolución de los conflictos como una oportunidad para sacar tajada económica?”
Se podría agregar lo siguiente: ¿Quién podía imaginarse, incluso en momentos tan cercanos como la reciente campaña electoral norteamericana, a los Estados Unidos votando en la Asamblea General de la ONU en contra de una resolución de condena a Rusia por su agresión a Ucrania? ¿Y que en esa negativa Estados Unidos votaría junto a Rusia, Bielorrusia, Corea del Norte, Sudán, y la Nicaragua del dictador Somoza?
Y pensar que algunos orgullosos MAGAzuelans se quejaban del chavismo…
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Ha escrito recientemente Félix de Azúa sobre Europa: “La nuestra es una tierra empapada en sangre, de cuya energía brotaron cientos de catedrales, más héroes que árboles y más santos que ríos. Es la casa de disparatados como don Quijote, melancólicos como Hamlet, ciudadanos libres como Oliver Twist, vengadores como Montecristo. Aquí se inventó la tragedia, la misa cantada, los murales pintados al fresco, el cuarteto de cuerda, la metafísica y el derecho civil. En estas tierras apareció el cálculo infinitesimal, la penicilina, la perspectiva geométrica, la locomotora, la enciclopedia, el telescopio y el microscopio, la radio, la bicicleta, el submarino y el cine”.
Un problema grave es que nada de eso le importa, le interesa a Trump.
El largo, y a pesar de las dificultades, exitoso camino de la construcción de la unidad europea, fue pensado y diseñado fundamentalmente por humanistas cristianos como Jacques Maritain, cuya impronta está presente, de forma decisiva, en la Declaración Universal de Derechos Humanos, o como los tres jefes de Gobierno que tomaron la iniciativa de desandar el camino de la guerra y la división que había caracterizado la historia europea e impulsar una unión en paz y libertad: Konrad Adenauer (Alemania), Alcide de Gasperi (Italia) y Robert Schuman (Francia). Ayudó sin duda alguna al éxito de su esfuerzo el que los tres fueran dirigentes demócrata-cristianos.
Más de siete décadas después, todo ello se ve amenazado. Puede ser el final de una era, pero no tiene por qué no ser el inicio de una nueva, más justa, menos impaciente por lo material, más comprensiva ante las injusticias planetarias, no solo las propias.
La amenaza presente contra los valores humanistas no puede ser subestimada. Hay una alianza destructiva de todos los valores e instituciones liberales, no sólo en los Estados Unidos. Y hay que enfrentarla sin descuidar, ni mucho menos, el ataque recibido desde las playas de un socialismo wokista también insensato.
Una vez más, es el humanismo cristiano el que está dando la cara en defensa de las instituciones de la libertad. Mencionemos tan solo las palabras recientes en Marsella de Sergio Mattarella, presidente de Italia, “el primer jefe de Estado europeo que opone una resistencia frontal y articulada al proyecto imperial que se perfila desde que el nuevo Silicon Valley se instaló en la Casa Blanca con Donald Trump, y quien es un demócrata-cristiano siciliano de 83 años”. Se pregunta Mattarella:
“¿Pretende Europa ser objeto de disputa internacional, zona de influencia de otros, o, por el contrario, convertirse en sujeto de la política internacional, afirmando los valores de su propia civilización?
La Unión es uno de los ejemplos más tangibles de integración regional, y quizá sea el proyecto —y el ejemplo de éxito— de paz y democracia más avanzado de la historia.
Siguiendo la estela de sus precursores, Europa no traicionará la libertad ni la democracia”.
Concluyamos: Los valores de Occidente no son solo de Occidente, como no lo son los avances en materia de derechos humanos. Son universales, y avivan la esperanza del hombre -de todos los hombres- en un mundo mejor. Hay que humanizar el presente, para que por esa vía le demos chance al hoy amenazado futuro.
Hay mucha injusticia en el mundo de hoy; hay que combatirla, hay que mejorar las condiciones de vida de centenares de millones de seres humanos en el planeta; a fin de cuentas, la solidaridad o la creatividad no pueden surgir de la pobreza. Hay asimismo que redibujar entonces el mapa de la conciencia y del horizonte humanistas en nuestras sociedades. No olvidemos nunca que los factores y valores culturales influyen necesariamente sobre el comportamiento económico, y que el orden económico, si queremos que sea en verdad lo más justo y posible, deriva inevitablemente del orden moral.