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Villasmil / Oposición partidista venezolana: mucho ruido pero muy pocas nueces

Algo sumamente negativo está sucediendo en Venezuela ya que se privilegia la lucha intestina entre los diversos jefes partidistas sobre la tantas veces prometida confrontación unitaria contra la dictadura. Atravesamos lamentablemente tiempos de reproches encendidos, de afrentas públicas, de reclamos de todo tipo.

Vivimos una situación extraordinaria –en el sentido que le da el escritor argentino Martín Caparrós-: cuando te acostumbras a esperar lo inesperado. Y mientras, se obtiene el Premio Sájarov, del Parlamento Europeo, en momentos en que los ganadores del mismo hacen lo posible por vaciar y derrumbar las razones que les hicieron merecedores de dicho premio.

Sería una gratísima sorpresa si el rumbo por ahora suicida de los dirigentes partidistas cambiara hacia el reencuentro de la ruta unitaria. Esto parece hoy algo casi imposible. Y lo peor es que ese camino al infierno anti-político no está precisamente asfaltado con buenas intenciones; las costuras de la ambición de poder son demasiado visibles.

Para colmo, al momento de escribir esta nota -martes 31 de octubre- no ha habido una postura unitaria dentro de la unidad democrática ante la nueva convocatoria electoral por parte del régimen, las elecciones municipales a realizarse en diciembre. Lo que ha habido son manifestaciones individuales de los partidos principales –Voluntad Popular, Primero Justicia, Acción Democrática- indicando que no están dadas las condiciones para participar, ante la firme decisión y voluntad del gobierno y sus verdugos fundamentales, el Consejo Nacional Electoral y el Tribunal Supremo, de no realizar elecciones transparentes, plurales y con observación internacional independiente, tal y como se ha venido exigiendo dentro y fuera del país.

Asimismo, no sabemos si habrá alguna decisión concreta por los integrantes de la MUD sobre el incidente protagonizado por el dirigente máximo de AD, Henry Ramos Allup, y los cuatro gobernadores electos por ese partido, al legitimar estos últimos a la inconstitucional e ilegal Asamblea Narco Cubana del régimen. ¿Creerán en verdad los dirigentes partidistas que pueden darle largas al asunto, que aquí no ha pasado nada, que la ciudadanía olvidará ese evidente acto de traición?

Otra pregunta pertinente: ¿es que acaso creen Ramos Allup y sus cuatro gobernadores traidores que de haber informado antes de la elección primaria que los escogió, o al menos antes del evento electoral del 15-O, que si ganaban irían a arrodillarse ante la Asamblea Narco Cubana, la ciudadanía hubiera votado por ellos? Claro que no; por ello, ocultaron su propósito. Así, a la traición y doblez, se une una clara alevosía.

Recordemos brevemente algunas de las sinrazones que necesitan ser corregidas con urgencia, so pena de que se continúe en un remolino destructivo sin fácil retorno:

Las fallas estructurales: la MUD arrancó como una fórmula unitaria de carácter electoral; claramente se ha visto que para enfrentar a la dictadura y al totalitarismo ella no es suficiente, sobre todo cuando se privilegia un estilo bastante opaco de dirección colegiada –todos desconfían de todos, por eso jamás han aceptado que alguno de ellos sea una especie de “primus inter pares”. El problema es que cuando todos mandan, ninguno manda. Hasta la república romana, desconfiada por obvias razones de ceder el poder a una personalidad única, elegía dos cónsules. Por eso las tomas de decisiones de la MUD son penosamente lentas, los debates muy largos y engorrosos, la capacidad de reacción muy limitada, las acciones sometidas a permanente impulsos centrífugos. Y además, la coalición electoral deja fuera a muy amplios sectores de la sociedad civil.

¿Alguien conoce cuántas organizaciones son las que conforman la Unidad: ¿usted, amigo lector, sabe cuántos partidos son? Probablemente ni siquiera el G2 castrista lo sepa.

Como si fuera poco, ¿alguien sabe quién decide hoy qué, cómo, mediante cuáles procedimientos? Al parecer, según Henry Ramos Allup, se decide por impulsos de lo que podría llamarse “a su aire”. Como decidió que su partido participara en las elecciones a gobernadores, sin consultar a nadie, y mucho menos sin plantearlo previamente en el seno de la MUD.

Ni premios ni castigos: El liderazgo partidista posee una piel muy sensible a la crítica. Sean radicales abstencionistas o radicales electólatras, todos a una, como Fuenteovejuna, no les gusta tener que aceptar el derecho elemental democrático a evaluar sus acciones y decisiones, a hacer balances rigurosos.

Lo peor es que los partidos justifican sus acciones e imposiciones con el argumento de los porcentajes electorales obtenidos en elecciones previas, incluso remotas. Olvidan interesadamente que el resultado de cada uno de ellos es, en el mejor de los casos, mediocre. Que lo que ha aglutinado en verdad es la Unidad, o que la mayoría de la gente no vota por cariño a ellos o a sus líderes, sino por el enorme rechazo al chavo-madurismo. En verdad la MUD ha gozado de mejor salud demoscópica que las organizaciones que la forman.

Pasan los años, y los líderes son los mismos; si alguien se equivoca de forma muy notoria, en el peor de los casos desaparece por un tiempo y luego regresa como si nada. Mientras, las organizaciones partidistas se dividen (Primero Justicia, Copei, para citar dos ejemplos), y sus cuadros languidecen, y pierden la paciencia, con lo que es posible que amanezcan cualquier día usando un nuevo uniforme partidista. Hay más agentes libres potenciales en la política venezolana que en todos los 30 equipos de béisbol de Grandes Ligas.

Las fallas en el liderazgo: fundamentalmente, su inexistencia. O peor aún, su existencia, cual monarcas absolutos, en su propia torre de marfil partidista (el “espacio” más importante a proteger), intentando, sin lograrlo, estar aislados de los “golpes y embates de la insultante fortuna” (Shakespeare dixit).

La moda más reciente, para tapar sus vergüenzas, es culpar de la derrota del 15-O principalmente a la abstención, pero ¿cómo explican que en Miranda fue de 41% y se perdió, pero que en Zulia fue de 44% y allí sin embargo se ganó?

Por otra parte ¡cuántas energías gastadas en sus eternas pre-candidaturas presidenciales!

La torpe asunción de opciones estratégicas: caracterizadas por pasitos para adelante, saltos hacia atrás, movimientos a los lados, o simple gélida inercia.

Pocas veces han entendido que lo primero que se hace cuando se lucha contra una tiranía con aspiraciones totalitarias, que ha violado centenares de veces las dos últimas constituciones, la de 1961 (con lo que impulsaron la destrucción institucional que promovió Chávez desde su primer día como presidente, con la complacencia de los entonces magistrados de nuestro siempre endeble sistema judicial) y la de 1999, es desconocerla, no legitimarla, una y otra vez. Como cuando los dirigentes de un partido van al inconstitucional Tribunal Supremo chavista a dirimir sus diferencias internas. Algunos sí protestan y reclaman por la ilegalidad de toda la institucionalidad tiránica, pero otros la aceptan y hasta conviven con ella. Esa es una de las divisorias más crueles y difíciles de aceptar por la ciudadanía. Un día los dirigentes aúpan el desconocimiento del régimen (art. 350 de la constitución), al siguiente lo tratan como si no hubiera pasado nada.

Los mejores momentos de la Unidad, sin lugar a dudas, han ocurrido cuando se ha seguido, sin vacilaciones, el camino de la defensa de la Constitución.

Y en medio de todo este barullo, no se dan cuenta de que las condiciones objetivas socio-económicas, profundamente negativas para todos, y de las cuales no se escapa el régimen, no solo no mejoran sino que cada día empeoran. Que el régimen sigue contra las cuerdas en su imparable descomposición, y que la ciudadanía cada día lo rechaza más, a pesar de los trucos y trampas del órgano electoral.

Los partidos necesitan recobrar su mejor narrativa, unida a su mejor estrategia, centrada en la defensa de la constitución; necesitan recuperar la calle con ideas novedosas, con tácticas que sorprendan y molesten a la tiranía, unas calles como expresión de rebeldía, de libertad, y no como matadero donde los verdugos se visten de verde oliva. Todo ello para provocar, esta vez sí, con creciente apoyo interno y externo, la más exitosa de las confrontaciones: por el rescate de las instituciones, de la libertad, y por el derechos de todos de vivir una vida digna, ofreciéndoles soluciones y oportunidades; para forzar de nuevo, con acciones coordinadas internas y externas,  el camino electoral, pero no para «cuidar espacios», sino para que se realicen elecciones según lo exigido: CNE legítimo, observación internacional independiente, reconocimiento de la Asamblea Nacional, habilitar de nuevo a los dirigentes inhabilitados, y liberación de los presos políticos. 

Pero ello también requiere que priven por fin los sueños ciudadanos sobre los intereses individuales, el deseo de servir al de ser servido, la esperanza sobre el cálculo.

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