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Villasmil: Poncio Pilatos, periodista

 

¿Cuántas veces, estimados lectores, hemos leído los venezolanos – en especial en los tiempos de las marchas opositoras – a algunos periodistas, especialmente de medios extranjeros que estaban cubriendo las actividades de calle de ambos sectores, dictadura y oposición, que a la hora de mencionar las cantidades de personas presentes en cada acto, afirmaban que “en la marcha opositora había varios miles de personas”, para luego afirmar lo mismo de la marcha rival? Y ello, a pesar de que la opositora llenaba la avenida Francisco de Miranda desde Chacaíto hasta Parque del Este (para mencionar una marcha mediana), y la del Gobierno –como podía verse en algún video subido por un vecino del sitio- eran cuatro gatos, con muchos funcionarios públicos obligados. Por lo visto el único que no veía las diferencias era el periodista.

Lo anterior se hiperboliza asimismo en varias de las tantas elecciones realizadas en Venezuela; esta clase de periodista se siente en la obligación de dar por válida la versión de la dictadura sobre el número de votantes, así sea más falsa que un billete de tres dólares.

Estos señores no deben ser colocados en la misma balanza que tantos y tantos periodistas, afortunadamente mayoría, que incluso se juegan la vida a la hora de denunciar los horrores de las tiranías cubana, venezolana y nicaragüense.

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Recientemente una periodista colombiana, Laura Palomino (que se define, entre otras cosas, como “ni de izquierda ni de derecha”; supongo que es todo lo contrario), generó un hilo en Twitter en el que defendía un supuesto deber periodístico de “ser objetiva”, de que “no se debe tomar posición frente a ninguna de las partes”. En sus propias palabras:

-Los periodistas NO somos jueces ni parte de los procesos; los periodistas no aplaudimos ni criticamos decisiones; los periodistas solo informamos; tenemos nuestra opinión como seres humanos pero NO puede permear la noticia.

¿Mi respuesta a ella? “Me pregunto qué habría pensado de su tuit Oriana Fallaci…”  

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Oriana Fallaci, claro. La misma de la cual Henry Kissinger dijo que “le había hecho pasar el peor momento de su vida cuando lo entrevistó”; o que cuando interrogó al ayatolá Jomeini se armó un bochinche (durante la entrevista Fallaci lo increpó como «tirano» y se quitó el chador, que se le exigió para realizar la entrevista). En sus trabajos Oriana Fallaci partía de la hipótesis de que “si una persona tiene talento, se le puede preguntar la cosa más trivial del mundo: siempre responderá de modo brillante y profundo. Si una persona es mediocre, se le puede plantear la pregunta más inteligente del mundo: responderá siempre de manera mediocre”.

 

Leopoldo Galtieri

 

Quedándonos en las vecindades latinoamericanas, ¿conocerá la señora periodista Palomino la entrevista de la italiana al dictador argentino Leopoldo Galtieri, para la revista Cambio 16 poco antes del final de la guerra en las Malvinas/Falklands? Veamos parte de la misma (toda la entrevista puede verse en Google):

 

Presidente Galtieri, cuando usted piensa en lo que ha organizado, y aludo a los centenares de jóvenes que han muerto en combate, a los centenares que pueden todavía morir, marineros imberbes, pilotos en la flor de su edad (…), dígame, ¿no le sucede nunca preguntarse si valía la pena, decirse -a lo mejor- hemos cometido un error, en una palabra Ud. no se arrepiente jamás?

  • No, señora periodista. No.

 

– ¿No? Sin embargo, aparte de lo que he dicho, no me parece que Ud. tenga muchos motivos para estar satisfecho. No obstante consignas triunfalistas que propala vuestra televisión al país junto a las marchas guerreras, «venceremos», «vamos a vencer», «ganaremos en todos los frentes», ha llegado para Ud. el momento de pronunciar la palabra que aquí ninguno quiere pronunciar: derrota.

No señora periodista. Yo soy mucho más optimista que Ud. Ni aunque cayera Puerto Argentino me preguntaría si valía la pena haber hecho aquello que he hecho, y todavía menos diría haber cometido un error. (…)

 

Yo creo que hablar de sentimientos del pueblo, desgraciadamente, encubre, casi siempre, verdades menos nobles: intereses políticos, intereses económicos, intereses militares o, más directamente, los intereses personales de quien manda. Por lo tanto le pregunto: ¿no podría ocurrir que aquellos islotes representaran a sus ojos un medio fácil para unir a un país dividido e infeliz, hacerlo olvidar una inflación que es tan irrefrenable como grotesca, y una deuda externa monstruosa, que hoy asciende a 36.000 millones de dólares, o sea del fracaso político y económico del régimen militar que Ud. representa?

-Señora periodista, acepto su razonamiento porque Ud. es una periodista. De otra manera, no le permitiría que me dijera estas cosas, se lo aseguro. Porque ofenden mis principios, mi buen nombre, mi carrera militar, todo aquello que yo he protegido más que mi propia vida.

 

La historia enseña que cuando las cosas van mal en una sociedad, en un país, aquellos que están en el poder hacen la guerra: así el pueblo se excita completamente y olvida los fracasos, los golpes, los crímenes de quienes gobiernan. En 1940 Mussolini entró en guerra por estas razones, no sólo por su megalomanía. ¿A propósito, también esta comparación le ofende?

Sí señora periodista. Me ofende mucho.

 

Queda el hecho que millares de personas fueron eliminadas en Argentina por comunistas, marxistas o bajo la acusación de ser comunistas, marxistas. Así que por lo menos es desconcertante ver a Fidel Castro y el canciller argentino Costa Méndez darse palmadas en la espalda como si hubieran estado juntos en Sierra Maestra. Aquellos pobres muertos deben revolverse en sus tumbas.

Señora periodista, las relaciones internacionales se mueven más por intereses que por amor, como Ud. bien sabe y, desafortunadamente estas cosas son inevitables. Así lo demuestra la historia del mundo.  (…)

 

Santas palabras, señor presidente, pero suenan un tanto extrañas al oírlas pronunciadas por Ud., el representante de un régimen que no sabe qué hacer de la libertad y además la mata. La suya es una dictadura, señor presidente, no lo olvidemos.

– Yo no lo llamaría dictadura. Aquí la gente habla más que en un régimen democrático. El régimen no es democrático, estoy de acuerdo. Pero no es ni siquiera duro como en otros países que se definen como democráticos. (…)

 

Si Ud. piensa así, ¿por qué pone a uno de los jefes de aquellos asesinos como comandante del puesto de las Georgias? Hablo, tanto por poner un ejemplo, del infame capitán Astiz que ahora se hace la víctima porque los ingleses lo tienen prisionero.

El capitán Astiz pertenece a la marina como 500 otros oficiales que detentan su rango y su responsabilidad.

 

Ud. no puede comparar los desaparecidos con los soldados que mueren en la guerra. Un desaparecido es una persona que es arrestada o secuestrada por un grupo de paramilitares porque no piensan como Ud., grupos paramilitares que Uds. inventaron y ahora no controlan más y después son conducidos a la policía militar, torturados hasta la muerte y sepultados sin su nombre en cualquier fosa común o quizás lanzado al mar o al río de la Plata. Y el resto son chorradas, disculpe la brutalidad. 

Señora periodista… aquí estamos, junio de 1982, para afrontar el presente y el futuro del país…

 

Pocos días después, el 17 de junio, Leopoldo Fortunato Galtieri era “renunciado”, y pasado a retiro al día siguiente.

A los periodistas modelo Poncio Pilatos, como la señora colombiana, les recomiendo que se lean –nunca es tarde- “Entrevistas con la historia”, de Oriana Fallaci. No les hará daño, incluso hasta podrían aprender algo.

 

 

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