Villasmil: Primarias recordables
En estos tiempos de Primaria es bueno recordar que no es la primera vez que los venezolanos somos convocados a tal tipo de decisión.
La primera vez fue el 25 de abril de 1993, cuando el partido socialcristiano COPEI realizó una Primaria abierta a todos los ciudadanos para escoger su candidato presidencial. Era un esfuerzo casi titánico por lograr mantener unido al partido, que hasta ese momento, luego de cuarenta y siete años de fundado, no había tenido divisiones graves, como sí le había ocurrido varias veces al rival habitual, Acción Democrática.
Lo cierto es que COPEI, por vía no solo de los precandidatos que concurrieron -Oswaldo Álvarez Paz, Humberto Calderón Berti y Eduardo Fernández- sino notoriamente por el esfuerzo de una destacable lista de gobernadores socialcristianos electos en las elecciones del 6 de diciembre de 1992 (COPEI las ganó con gran ventaja, 58% contra 31% de AD, y 12% del MAS) quería mantenerse unido, en especial ante esa gran victoria regional que auguraba una posible victoria en las presidenciales de 1993.
El mecanismo de la Primaria socialcristiana funcionó impecablemente, pero el resultado posterior no fue positivo.
Ciertamente la elección Primaria socialcristiana se dio sin problemas ni controversia; se asumía perfectamente que la democracia en Venezuela estaba atravesando por muchas turbulencias, y buscaba movilizar a la nación para asumir los retos en unidad ciudadana.
Pero lo cierto es que el candidato socialcristiano ganador de las presidenciales de 1993 no quiso participar en la Primaria y decidió lanzarse por su cuenta, dividiéndose irremediablemente el partido. A partir de allí la opción político-partidista socialcristiana entró en un declive al parecer indetenible.
Ya en ese entonces los vientos de odio y división soplaban con fuerza en la sociedad venezolana; la extrema confusión sobre qué era la democracia y cómo defenderla trajo como consecuencia propuestas desorientadoras que contaban con el apoyo de importantes factores económicos, comunicacionales e incluso de personajes de importante presencia en la vida cultural y académica. Si bien Chávez y sus seguidores militares estaban en la cárcel, por desgracia no siguieron allí por mucho tiempo. Cinco años después, el futuro dictador, que no ocultaba su arrobamiento hacia La Habana, llegaba a Miraflores.
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Mirando más allá del aeropuerto de Maiquetía, hay indicaciones de que el mecanismo de las primarias, como se han venido implementando en diversos regímenes y geografías políticas, no ha beneficiado a la institucionalidad democrática.
Agarremos el toro por los cachos y comencemos con el ejemplo más importante: Estados Unidos.
Podemos estar de acuerdo en que la política norteamericana de un tiempo para acá se ha transformado en más sectaria y extremista. A ello ha contribuido la forma como se implementa el mecanismo de selección candidatural, las primarias.
Las primarias estadounidenses son únicas. Su historia demuestra por qué.
Hasta principios del siglo XX los partidos políticos elegían a los candidatos a dedo. El sistema de primarias fue evolucionando paulatinamente, y comenzó a cobrar importancia fundamental en la elección de los candidatos a partir de 1972. Hoy ese método es hijo directo de dos corrientes que se cruzan: la falsa demagogia imperante de que toda decisión es más legítima a medida que más gente la toma, y la perversa presencia y predominio de lo “políticamente correcto” y la manera que ello afecta especialmente a los medios de comunicación social. La aparición de corrientes nacionalistas y populistas han encontrado a los medios fuera de base, que no saben cómo lidiar con la demagogia, con los mensajes divisivos, con la mentira como arma fundamental. Las diversas expresiones de fake news están ganando la batalla.
Las primarias norteamericanas fueron pensadas para lograr una mayor transparencia a la hora de escoger candidatos, y para tener un método sencillo y rápido de medición del apoyo popular de cada aspirante.
En estos momentos las primarias duran demasiado tiempo, y la interminable hemorragia de debates confunde y aburre más que ilumina. Al final, las primarias fundamentalmente promueven la división entre y dentro de los partidos.
Volemos ahora a Buenos Aires.
Allí está el curioso ejemplo argentino de las llamadas “PASO”: se llaman así porque significan elecciones “Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias” (PASO), comicios que se estrenaron en 2011. Se aplican para los cargos públicos electivos, y se realizan un par de meses antes de la jornada electoral.
“Abiertas” porque cualquier ciudadano puede votar en el frente electoral o partido político que quiera; simultáneas porque se realizan el mismo día en todo el país, y obligatorias porque todos los ciudadanos empadronados tienen el deber de votar.
Más allá del debate entre juristas sobre su constitucionalidad, las PASO lucen una clara intromisión del todopoderoso Leviatán estatal en áreas que no le competen.
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Volvamos a Venezuela: No es la primera vez que se realizan primarias para escoger el candidato opositor frente a la dictadura chavista. En febrero de 2012 la MUD realizó una que resultó bien organizada y exitosa: se reportó una participación de un 16.5% del padrón electoral; una cifra muy por encima del estimado que diversos analistas habían señalado como posible.
En aquella ocasión fueron 5 los pre-candidatos (Henrique Capriles, ganador; María Corina Machado, Diego Arria, Pablo Pérez y Pablo Medina).
Actualmente hay muchos rumores que indican que las instituciones del régimen -TSJ, fundamentalmente- estarían preparando una zancadilla contra la Primaria. Ello no podría sorprender a nadie. Y la respuesta no puede ser solo legal.
Hay que tener presente que la Primaria es una oportunidad fundamental para organizar y movilizar a la ciudadanía, en expresión unitaria de defensa de la democracia; por ello es vital convencer a la dirigencia opositora de que deje de ser una larga metáfora de pugna y división. Hasta ahora no ha habido muchas pruebas partidistas – individuales o colectivas- de interés en exorcizar los demonios de la división crónica.
La unitaria defensa en todos los terrenos del derecho al voto implica llevar a buen puerto la titánica tarea de construir la anhelada Venezuela del siglo XXI, el “nosotros” democrático y republicano que el chavismo nos robó y no nos quiere devolver.
Prohibido resignarse, ¡hoy menos que nunca!