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Villasmil: Sorprendidos y estupefactos

 

 “Hay gente que quiere que pierda Massa, pero no quiere que gane Milei. Y hay gente que quiere que pierda Milei y no quiere que gane Massa. La gran duda es: tomar partido o tomarse un clonazepam”.

Jorge Lanata

 

Una anécdota ¿apócrifa? sobre Andrés Bello indica que el ilustre compatriota -ya residente en Chile- quiso un día visitar a una matrona amiga, pero al decirle la muchacha de servicio (o como se llamara en esos tiempos del siglo XIX) que la señora no se encontraba, pero estaba por llegar, nuestro académico decidió “echarle los perros” a la muchacha. En llegando la señora dueña de casa, sorprendió a ambos en tal faena, y dijo: “Don Andrés, que estoy sorprendida”. Bello, siempre cultor del uso adecuado del español, le respondió: “no, señora, el sorprendido he sido yo; usted lo que está es estupefacta”.

Sorprendidos y estupefactos estamos los ciudadanos del mundo ante los acontecimientos que están ocurriendo. Al caso argentino nos referiremos a continuación.

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La inmortal letra del tango “Cambalache”, de Enrique Santos Discépolo es más actual que nunca. Recordemos sus primeros versos:

“Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé

En el 510 y en el 2000 también

Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafa’os

Contentos y amarga’os, valores y doblé

Pero que el siglo 20 es un despliegue

De maldad insolente, ya no hay quien lo niegue

Vivimos revolca’os en un merengue

Y, en el mismo lodo, todos manosea’os”.

 

Argentina en estos días se prepara para esa debacle política que promete ser la segunda vuelta, el balotaje presidencial, entre “Guatepeor y Guate-incluso-peor”, o sea entre Sergio Massa, candidato oficial de ese castigo infernal llamado peronismo, y Javier Milei, que oficiosamente se presenta como un Dios vengador ultra-populista que va a castigar a su país como si de Sodoma y Gomorra se tratara. El primero promete paraísos y salvamentos con la ligereza, irresponsabilidad e hipocresía de todo peronista -para al final generar como siempre corrupción, deshonestidad, cinismo, incapacidad, una economía destrozada-. El segundo va simplemente a destruir las instituciones democráticas para crear una nueva versión populista que acabará con el Banco Central, legalizará la venta de órganos, eliminará los ministerios de educación y salud, etc.

Para colmo, hemos quedado asimismo estupefactos todos por la última decisión de la señora Patricia Bullrich, gris nominada por la coalición que hace un año lucía ganadora en esta elección, «Juntos por el Cambio». La combinación altamente tóxica de la aparición de Milei, la mediocridad de la candidata de Juntos por el Cambio (que quedó tercera y por ende fuera de carrera), y el hecho de que dicha señora se ha lanzado luego por su cuenta a apoyar a Milei (Mauricio Macri también se ha sumado al aquelarre), dañando gravemente a la coalición de partidos que la habían apoyado, prometen tormentas muy graves que afectarán a la maltrecha democracia argentina.

Como bien señala Carlos Malamud, en Argentina ya no se vota exclusivamente desde el sentimiento o de la razón, votar en Argentina es ya un acto de fe.

 

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¿Por qué no sólo se mantiene en carrera el peronista, Sergio Massa, sino que incluso vence en la primera vuelta?

Una razón ciertamente a tomar en cuenta es que del actual Estado argentino, creación de la mente generosamente populista de Juan Domingo Perón, vive demasiada gente comenzando por empresarios, trabajadores y políticos, y que su reducción o caída supondría una hecatombe para muchos. La palabra “clientelar” asume en ese país un matiz siniestro.

Mientras, debemos tener presente que el actual peronismo, creado por los Kirchner, fue un aliado -y chulo- fervoroso del llamado socialismo del siglo XXI y de la pareja Chávez – Maduro.

¿Mejorarán las cosas con Massa, es acaso este señor alguien más serio y responsable? Me recordaba un amigo experto en estos asuntos internacionales que Massa no tiene un pelo de tonto, y que para gobernar deberá respetar las viejas prácticas peronistas de repartir cuotas de poder entre las distintas tendencias internas; entonces ¿quién puede negar la posibilidad de que el señor Massa le dé al kirchnerismo el manejo de la política exterior, con un efecto letal para las luchas de los ciudadanos venezolanos, cubanos y nicaragüenses?

Mientras, para entender quién es Milei y lo que promete veamos algunas de sus frases más simbólicas y representativas: “Entre la mafia y el Estado prefiero a la mafia. La mafia tiene códigos, la mafia cumple, la mafia no miente, la mafia compite (…) Mi misión es cagar a patadas en el culo a keynesianos y colectivistas hijos de puta (…) Una empresa que contamina el río, ¿dónde está el daño? (…) La venta de órganos es un mercado más”.

En realidad, es un error contrastar a Massa y a Milei como si fueran dos rostros absolutamente contrapuestos; diversas similitudes han sido destacadas. Ambos son versiones del mismo verso, el que llevó a Juan Domingo Perón a decirle, más bien gritarle al mundo una insoportable e increíble realidad: casi todos los políticos argentinos son populistas, versiones del árbol original. Eso es lo que ha permitido que, en sucesión histórica de los últimos 78 años, como nos recuerda Ramón Peña, el movimiento peronista haya sido fascista, ultranacionalista, montonero, guevarista, estatista, neoliberal, kirchnerista ¿y ahora massista?

No hay otra visión de poder populista que haya generado una mayor fidelidad de la masa clientelar hacia el Caudillo (ni siquiera el castrismo), una especie de eternamente reciclable Dorian Gray rioplatense que siempre será apoyado mientras cumpla con el requisito fundamental: mantener el poder para la causa eterna, el peronismo, o sea el populismo más venenoso y tóxico.

Gane o pierda, Milei ya cumplió: su aparición llevó al destrozo de Juntos por el Cambio, que con todos sus defectos era la única alternativa aproximadamente democrática presente.

Esa es la actual y renovada tragedia argentina: hoy no importa por quién votes, simplemente estarás escogiendo una variante de una pesadilla populista interminable.

Como afirmó Discépolo, en Cambalache: “en el mismo lodo, todos manosea’os”.

 

 

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