Villasmil: ¡Terrorífico!
Quiero iniciar esta nota haciendo mención de una reciente anécdota: un amigo me envió un tuit en el cual se mostraban los resultados de las elecciones italianas del pasado domingo 25 de septiembre; dos mapas que contrastaban los resultados de ese día con los de la elección previa. Hasta allí todo bien.
Pero se me ocurrió ver los comentarios al tuit, y aquello fue, li-te-ral-men-te, terrorífico. Para algunos (demasiados), ser llamados -o considerarse- fascistas no solo no era un problema, sino un motivo de orgullo.
Veamos tan solo algunas de las reacciones que guerreros del tuit eyectaron, desde sus cuevas pleistocénicas:
“Se viene (Sic) renacimiento italiano”.
“Turín, Bolgona (Sic), Florencia y Nápoles definitivamente las grandes ciudades son la cueva de la ignorancia, no me extraña que gane la izquierda en esos lugares”. (¡Llamar a Florencia “la cueva de la ignorancia” es de un grado de estupidez de niveles olímpicos!).
“Muy bien Italia, una nueva derecha está surgiendo y ahora Italia un modelo para los demás países”.
“¿Alguna vez alguien ganó por tanta diferencia en Italia?” (le responden: “Solamente “Il Duce”).
“El cambio llega a las puertas de Bergoglio comunista”.
“Gracias a Dios. Arriba Brasil con Bolsonaro”.
“Se cae el relato progre una vez más”.
“Todavía los “analistas internacionales” no descubrieron que Italia se vio en el espejo de España y claramente dijo NO a eso”.
“El mundo de hoy y de mañana es y será siempre de la derecha conservadora” y qué genial que sea una mujer la que lidere esa lucha”.
“En 2023 se ve los mismos resultados (Sic) con Mileli presidente” (obviamente es un comentario de un tuitero argentino).
“¡Gloria a Deus!” (otro brasileño bolsonarista).
“¡Dios es bueno, aleluya!”
“Según mi astrólogo preferido el actual gobierno de Colombia no llega al 2024”.
“Empiezan a preocuparse los burócratas y globalistas de la Unión Europea”.
Y finalmente este tuit-comentario que resume en buena medida todos los anteriores:
“Viva el fascismo, viva Mussolini”.
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Obviamente, es sabido que las principales guerras que se dan en twitter son de insultos, lugares comunes y estereotipos, por parte de cantamañas que no vacilan -incluso se enorgullecen- en pavonear su ignorancia, con relatos de miedo y enojo, clamando por un mesías que los salve.
Digamos de entrada a quienes cantan loas ante una victoria supuestamente “histórica” de la señora Meloni, por citar un ejemplo, que en las elecciones de 1948, para elegir el primer parlamento republicano, con una participación de un 92% de los electores (las del domingo pasado batieron récord de abstención), la Democracia Cristiana, liderada por uno de los padres fundadores de la Unión Europea, Alcide de Gásperi, sacó 305 de 574 diputados, (sola, sin necesidad de coalición, como sí necesitó Meloni), derrotando a toda la izquierda unida, encabezada por los comunistas, que sacó 183 diputados. En el Senado, fueron electos 131 democristianos contra 72 socialistas de diverso pelaje y bothrops.
¿Y los votos obtenidos? En 1948 la Democracia Cristiana obtuvo 12.740.000; en 2022, 74 años después, la señora Meloni obtuvo la “histórica cifra” de solo 7.300.000.
Me toca afirmar que soy orgullosamente demócrata, y nunca he aceptado la bipolaridad que extremistas de todo cuño quieren hoy hacer entre “comunismo” y “(neo) fascismo”. Si algo está haciendo daño a la democracia es precisamente esa -según algunos inevitable- bipolaridad: o se es comunista, socialista identitario, progresista, etc., o se es “defensor del nacionalismo, del Líder Supremo, del caudillo que impedirá la llegada del comunismo”, bla, bla, bla, y reduccionismos y estupideces semejantes.
La Europa de hoy, y las hoy muy quebrantadas democracias latinoamericanas, se levantaron precisamente porque tuvieron claro que ambos extremos eran dañinos.
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¿Es la señora Meloni “fascista”? No sé si representa una derecha conservadora tradicional (como la británica), o es de ultraderecha modelo conejo Duracell (al que la pila nunca se le acababa). A los hechos de su Gobierno nos remitiremos; pronto sabremos si ella trae consigo los remedios necesarios para los problemas de su sociedad. Si no, ya se lo cobrarán los electores italianos, duchos en votar con frecuencia, y en botar gobiernos que no les satisfacen. Allí están los restos de Berlusconi y Salvini, preparándose para descender al Hades político.
Es asimismo muy cierto que buena parte de la izquierda de hoy, en el poder, ha traído decadencia, degradación y descomposición identitaria; una izquierda mentirosa, obsesionada en meterse en la vida de los ciudadanos; populista, indigna, creadora de miseria, rencor social y conflictos que muchas veces no existen y que ella inventa para dividir a la sociedad.
Asimismo, irse al extremo de comparar a Meloni con Mussolini no tiene hoy ningún sentido, como no lo tuvo comparar a Aznar con Franco (cosa que el PSOE hizo). Los italianos, como (casi) todos los ciudadanos del planeta quieren vivir en una sociedad libre y próspera. Y lo cierto es que en lo que va de siglo, salvo el gobierno de Mario Draghi, las cosas no han ido bien en Italia, ni por la izquierda ni por la derecha.
No son, los actuales, tiempos de posiciones tibias. Hay que denunciar todos los ataques – por derechos y zurdos políticos- contra la democracia. Un verdadero demócrata debe rechazar de forma contundente el totalitarismo soviético, maoísta o fidelista, pero también, sin vacilaciones, el totalitarismo nazi y fascista, de Hitler y Mussolini.
Un verdadero demócrata critica al gobierno Frankenstein de Pedro Sánchez (y su agenda revanchista, heredera de la de Rodríguez Zapatero) y al Foro de Sao Paulo, pero también al autócrata húngaro Viktor Orban, o a la señora Le Pen.
¿Es que acaso los demócratas latinoamericanos tenemos que resignarnos a escoger entre impresentables como Fujimori y Castillo en Perú, Rodolfo Hernández y Petro en Colombia, o Bolsonaro y Lula en Brasil? Faltan demócratas y sobran irresponsables, incapaces, corruptos y demagogos.
La democracia es hoy una herida abierta.