Villasmil: ¡Turistas sí, niños no!
Hace muchos años en un programa de Tv gringo –creo que era el show de Carol Burnett- estaba como actor invitado un comediante de moda, Marty Feldman –quien había actuado, en el papel de Igor, en “Frankenstein Jr.” (El joven Frankenstein, 1974), filme premiado de Mel Brooks-. Feldman (nacido en el East End de Londres en 1934, y fallecido de un infarto en México en 1982) era fácilmente reconocible por unos ojos super-saltones, con pinta de huevos fritos muy crudos. En realidad él sufría de una condición médica conocida como exoftalmia, posiblemente causada por un trastorno de la tiroides, la enfermedad de Graves. A pesar de ello ganó dos veces el BAFTA, el premio de la Academia Británica.
En un sketch del programa mencionado Feldman hacía de un cavernícola a quien se sometía a un experimento para ver cuáles serían sus deseos y prioridades después de un total aislamiento, con un estricta dieta, durante muchos días, a pan y agua; ¿prevalecería el deseo sexual o el hambre extrema? Para medir el resultado, se abría de repente la jaula donde había estado encerrado, teniendo entonces para escoger un suculento bistec con papas fritas o una hermosa y curvilínea rubia. Pero lo que los experimentadores no tomaron en cuenta es que, en medio de la desesperación, los cables mentales de Feldman estaban afectados, y ya no sabía discernir con claridad qué hacer: así que…¡el pobre hombre decidió caerle a besos al bistec e intentar comerse a la rubia! Sus prioridades estaban totalmente confundidas.
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Quienes nunca han tenido problemas con las prioridades han sido siempre los regímenes comunistas y similares; en su caso al ciudadano de a pie no se le deja escoger, sencillamente el Líder Supremo, el Gran Timonel, el Comandante, o quienquiera que sea el tirano socialista de turno, es quien decidirá y priorizará por usted.
En sus casos personales estos jefes marxistas han mostrado históricamente poca originalidad: puestos a escoger en función de sus prioridades siempre se han decantado a favor del más viejo y rancio estilo burgués –y no del pequeño, por cierto-. Se dice que Fidel Castro, a la hora de calmar la sed espirituosa, se decidía por Chivas Regal o por el muy exclusivo single malt Macallan; el fallecido Hugo Chávez y Nicolás Maduro han sido fotografiados muchas veces luciendo relojes que le darían envidia a un magnate de Wall Street, y Pablo Iglesias, el aspirante a Lenin español, pudiendo haber vivido, de forma solidaria, en algún barrio obrero madrileño como Vallecas o Carabanchel, escogió comprarse su propia dacha, al estilo de los jerarcas soviéticos –o putinistas-; una mansión con piscina, valorada en 600 000 euros, en las afueras de Madrid, en una zona con el poco proletario nombre de Galapagar. En su caso, ni siquiera tuvo que esperar a tener el poder supremo –aunque Pedro Sánchez le ha cedido bastante, preocupado mayoritariamente en mirarse al espejo- porque incluso antes de ser Vicepresidente se conocían sus conchupancias y contubernios con los regímenes de Irán y del castro-chavismo, que al parecer le han traído muchos beneficios económicos a él y a su partido.
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Los comunistas siempre han tenido sus prioridades claras: su característica básica es la inhumanidad. Ahí está Cuba, esa Isla-prisión, que produce médicos para luego ofrecerlos urbi et orbi como mano de obra esclava que sirve para generar ingresos a un régimen que solo ha sobrevivido gracias a la ayuda primero de la extinta Unión Soviética y luego de la Venezuela chavista. No saben generar riqueza -ningún Gobierno comunista lo ha podido hacer-; basta comparar la economía de las dos Alemanias antes del derribo del muro berlinés, la capitalista y la socialista (ambas habitadas por seres humanos idénticos, unos nativos llamados alemanes), o ver cómo es la vida en la Isla-prisión cubana y notar en cambio el único milagro económico producido por el castrismo, Miami, donde cubanos –igualitos racialmente a los de la Isla, en parte descendientes de quienes tuvieron que huir de su país antes de que el cerrojo castrista clausurara las salidas en los primeros años de la revolución- han ayudado a convertir una ciudad que servía mayoritariamente como sitio de retiro para ancianos provenientes de latitudes gringas más frías, o para realizar convenciones de familias de la mafia ítalo-norteamericana, en lo que es hoy: un condado (Miami-Dade) económicamente pujante, donde la lengua que más se habla (60%) es el español, y que posee más de 20 universidades, algunas con mucho prestigio.
En contraste evidente, no pueden causar sorpresa varias noticias muy recientes sobre Cuba y Venezuela, regímenes en simbiótica relación de explotación de sus infortunados habitantes: la primera es que en Cuba no hay leche para los niños pero sí para elaborar quesos para los turistas –en la lógica comunista, los niños no producen los siempre apreciados billetes verdes, los turistas sí-. A los castristas no les importa mostrar que sus prioridades no pasan por beneficiar a su gente, sino a la tiranía.
Según nota publicada en cubitanow.com, en Santiago “se producen quesos blancos frescos, en especial para el turismo y las cadenas de tiendas. Hacen queso fundido, con varios sabores y tipos de quesos frescos, el Majial con ajo y ají pimiento, el Favorito, con ajo y pimienta picante y otros con incorporaciones de dulces de frutas en almíbar y saborizados con jamón, mantequilla y chorizo”.
Hacia el otro extremo de la isla, según informa el diario oficialista Juventud Rebelde, en Pinar del Río, desde 2019 se realiza el montaje de una “nueva línea en su industria para la elaboración de queso azul, producto con vista al turismo, y cuyo precio en el mercado oscila alrededor de los 23 000 pesos la tonelada”.
Mientras tanto, como muestra clara de cuáles son sus prioridades, su tiranía hermana chavista-madurista al parecer sigue enviando gasolina a Cuba, a pesar de la extrema escasez que padecen los venezolanos.
Lo tienen claro. Y podrá seguirse discutiendo si el castro-chavismo es comunismo o fascismo de izquierda o qué carrizo es, pero lo que es cierto es que se comporta igualito que lo han hecho sus héroes históricos: Lenin, Stalin, Mao, Fidel. Las prioridades siempre están claras. ¿Y los ciudadanos, en especial los niños? que se jodan todos.