Viaje sin retorno de una taquería al Congreso
Ocasio-Cortez, en una protesta contra la separación de familias de inmigrantes en Tornillo, Texas, el 24 de junio. ZUMA PRESS
¿Cómo no emocionarse con lo logrado recientemente por Alexandria Ocasio-Cortez quien, como se señala en el título de estas líneas, puede pasar de trabajar en un bar de tacos y tequila de Manhattan a ser miembro de uno de los parlamentos más antiguos del planeta?
Para sorpresa de todos, empezando por Joseph Crowley, veterano congresista que dobla en edad a nuestra heroína, y todopoderoso miembro del mandarinato demócrata en la Cámara de Representantes, la chica de 28 años ha impactado con una victoria en las primarias de dicho partido lograda sin los abundantes dineros de los financistas partidistas de Nueva York y con un comando de campaña que no podía ser considerado como tal, dada su carencia de recursos. Ocasio-Ortez ha impactado no solo a su ciudad y su estado, sino incluso a todos los Estados Unidos, y especialmente al muy apergaminado y marchito liderazgo demócrata: Crowley era el candidato favorito para suceder –algún día- a la muy momificada líder de la minoría en la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, con 16 años agarrando la sartén por el mango, y que afirma no pensar en su renuncia todavía, a pesar de sus 78 años.
Frente a gerontocracias como la actual existente en el partido de John Kennedy, el mensaje de Ocasio-Cortez se está dando con creciente notoriedad en todo el mundo: los mediocres políticos tradicionales representan cada vez menos los intereses de sus electores. Es hora de que cedan el paso.
La victoria de Alexandria se dio en la primaria del partido Demócrata para el distrito congresional No. 14 (Bronx-Queens), y sus chances en las elecciones parlamentarias del próximo noviembre, donde se renueva toda la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, son muy altas, ya que ese distrito es tradicionalmente demócrata (ubicado, además, en una ciudad como Nueva York, donde ese partido supera con gran ventaja a los republicanos en afiliaciones).
Hoy, decíamos, Alexandria Ocasio-Cortez es una figura política nacional (el New York Times la ha llamado “una instantánea estrella de rock política”). Pero no solamente por su historia, que parece tomada de una telenovela latinoamericana (ejemplos abundan), sino por el mensaje que le da al país, al partido, y a la izquierda norteamericana (y ¿por qué no? mundial).
Como destaca John Cassidy en The New Yorker, es importante ir más allá de sus características personales: su edad, su sexo, y su ascendencia latina (Puerto Rico). Como ella misma ha destacado, hizo su campaña basada en temas que trascienden su individualidad: “nuestra campaña se enfocó en un “mensaje-rayo láser” de defensa de la dignidad económica, social y racial de la clase laboral norteamericana, especialmente los ciudadanos residentes en Queens y en el Bronx”.
Una sociedad, digámoslo claro, donde mucha gente está solo a una emergencia de vivir en la calle, ante los crecientes costos de todo, y por si fuera poco con los salarios casi congelados. Las verdaderas víctimas de la crisis financiera de 2008.
Se podría afirmar que su discurso candidatural no muestra nada nuevo bajo el sol; ¿acaso hay algún político que no afirme trabajar por los intereses de sus potenciales representados? Resulta que Ocasio-Cortez no es su político promedio. En primer lugar, recibió el apoyo de diversas oenegés centradas en lo social; en segundo lugar, su mensaje fue explícitamente anti-establecimiento. En 2016, apoyó a Bernie Sanders contra Hillary Clinton. Así, ella vence en la primaria demócrata derrotando al partido demócrata (a sus actuales intereses, imágenes, prácticas, mensajes, propuestas). Y mientras el partido se prepara para una batalla campal contra el trumpismo el próximo noviembre, no estaría mal que oyera a su nueva candidata neoyorquina, que de imponerse en noviembre sería la mujer más joven en ser electa miembro de la Cámara de Representantes.
“La mujeres como yo se supone que no nos presentamos a elecciones, no vengo de una familia rica ni poderosa”, afirma en su muy interesante y original video de campaña, mientras se la ve paseando, tomando el metro o maquillándose en un baño pequeño.
Un dato fundamental de sus ideas es que si bien es esencial oponerse a Trump y sus acciones, ello no es una estrategia política suficiente.
Obviamente la chica es vehementemente anti-Trump. Luego de su victoria afirmó que puede contarse con su voto para una posible destitución del actual presidente. Pero también afirma que no hay que concentrarse exclusivamente en cazar peleas con él en Twitter, respondiendo a sus periódicos insultos. Ella incluso reconoce la habilidad del empresario, durante la campaña presidencial, de expresar necesidades sociales que ninguno de los dos partidos mencionaban, y sobre los que nunca mostraron interés. Ella piensa que las teorías conspirativas rusas, o el papel jugado por James Comey, ex-director del FBI, no fueron suficientes para que el republicano alcanzara el 45% de los votos o la victoria.
“Lo que tenemos que hacer es preparar un plan y proponer una visión en los que la gente pueda creer”, no centrarse en más de lo mismo, los viejos y cansados estilos, mensajes y estrategias de una política crecientemente en desprestigio.
Entrevistada en el programa de Stephen Colbert: tres semanas antes de las votaciones, las encuestas le daban a Crowley 36% de ventaja, pero Ocasio-Cortez terminó ganando por un 15%. Un auténtico terremoto político. «Trump es de Queens, y no creo que sepa cómo lidiar con una chica del Bronx».
Otro de los mensajes fundamentales a su partido es que para lograr el voto de la clase laboral y de la clase media, en todos sus colores y etnias, los demócratas deben demostrar que no forman parte de un sistema amañado con el fin de favorecer a los ricos y poderosos.
Alexandria usó contra su rival Crowley algunos de los mismos argumentos que usara Bernie Sanders contra Clinton en 2016, durante la primaria presidencial demócrata: “mi oponente recibe groseras cantidades de dinero de promotores inmobiliarios de proyectos de lujo, de corporaciones farmacéuticas, de grupos financieros, de compañías de seguros”, y ello “está vinculado directamente con el tipo de legislación que él promueve en Washington”. Ello puede ser cierto o no, según se analice el récord de votación de Crowley, pero lo que sí es verdad es la validez de esta pregunta: “¿Cómo un representante de un distrito pobre, de clase obrera –el más diverso del país, según Ocasio-Cortez- necesita recibir contribuciones para su campaña de Blackstone Group, una empresa financiera fundada por el billonario del partido Republicano Pete Peterson?” ¿Es que acaso alguien conoce a una empresa de ese tipo preocupada por los problemas sociales? Es como si se descubriera que Greenpeace recibe financiamiento de una transnacional cazadora de ballenas.
Afortunadamente, viendo los resultados de otras primarias demócratas para el congreso o incluso para gobernaciones en otras zonas de los EEUU, Ocasio-Cortez no está sola, su ejemplo cunde. Todos por supuesto atacan a Trump y discuten sobre inmigración o sobre los cambios por venir en la Corte Suprema, pero su mensaje fundamental es cómo combatir la pobreza y la desigualdad de sus distritos, cada quien adaptando el mensaje a su realidad. Georgia o Missouri no son Nueva York; todos entienden esa obviedad. Alexandria Ocasio-Cortez simplemente ha mostrado, de acuerdo a la realidad neoyorquina, cómo renovarlo y presentarlo con claridad y eficacia.
Es una excelente señal que el bastión mediático del trumpismo, Fox News, se ha dedicado a atacar con furia y sin pausa a Ocasio-Cortez. Y lo hace porque ella representa una ruptura con el candidato demócrata ideal para los Republicanos: un supuesto “centrista” –un centrismo inodoro, incoloro e insípido que en realidad es un hoyo negro dialéctico- que no busca pelear realmente a favor de nadie, que se disuelve en formas correctamente políticas porque no tiene un fondo realmente sustantivo y de ideas renovadoras y audaces.
Para las nuevas generaciones de políticos, en todas las latitudes, es hora de mirar al presente con los ojos bien abiertos, leves de equipaje como nunca más lo estarán, con el corazón centrado en defender las causas de los más débiles, y no en lamer las botas de sus muy acomodados líderes partidistas, con frecuencia más plutócratas que demócratas. Tomar en cuenta, asimismo, el viejo dicho de un celebrado líder del partido de Franklin Roosevelt, Thomas “Tip” O’Neill: toda política es local. Sin asumir todo lo anterior se seguirá debilitando la llama de esperanza que tiene la política, la verdadera, la auténticamente democrática.