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Villasmil: Zapatero, ese blanqueador tapa amarilla

 

Nadie puede acusar a José Luis Rodríguez Zapatero de haberse enchinchorrado luego de abandonar el poder, dedicado al “dolce far niente” o a escribir sus memorias cual político británico. No señor.

El que según las encuestas hechas entre sus ciudadanos fuera considerado el peor presidente de Gobierno español desde la transición y la constitución de 1978 (claro, hasta la llegada de su correligionario Pedro Sánchez), ha estado muy ocupado estos años recientes, con sombreros laborales de todo tipo.

Zapatero viaja por todo el mundo representando una organización que él preside encargada de destruir las democracias liberales, en especial en Hispanoamérica, llamada “Grupo de Puebla”. Es una continuadora de la labor de arrase institucional que comenzara el Foro de Sao Paulo, fundado en 1990 por ese par de corderitos del infierno llamados Fidel Castro y el cada vez más astringente Lula Da Silva, alias «el hombre de Odebrecht«.

Don José Luis es asimismo un delegado urbi et orbi de la dictadura venezolana, la cual defiende con fogosidad de caballero medieval. Personas mal intencionadas se han puesto a regar de forma harto malidicente que por sus servicios el socialista hispano ha recibido prebendas de todo tipo, como por ejemplo una mina de oro -según afirmara el otrora prohombre del chavo-madurismo, Hugo “El Pollo” Carvajal- afirmaciones asimismo reiteradas por la ferviente revolucionaria colombiana Piedad Córdoba.

Incluyo el comentario que al respecto hiciera Laureano Márquez: “Particularmente creo que no se debe desprestigiar a nadie, por muy mal que esa persona le caiga a uno, máxime si la persona tiene una extraordinaria capacidad para desprestigiarse a sí misma. Así que hasta no verle la pepita en la mano, no doy por cierta la información”.

“Sería un contrasentido que un régimen que le exige una disculpa al rey Felipe VI por la conquista de América, el genocidio de la población aborigen y la expoliación del oro, regalase a un expresidente español –justamente– una mina en la que se roba el oro, se destruye el medio ambiente y se asesina a la población aborigen por la que, por lo visto, se siente mucho menos respeto del que les tenía Isabel la Católica cuando le escribió al almirante Colón reprehendiéndole: “¿Quién le ha dicho a usted, señor Colón que mis vasallos son sus esclavos?”

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Es que por todos lados surgen cantamañanas que quieren enlodar el buen nombre zapateril; por ejemplo, los que tienen contra las cuerdas judiciales a quien fuera embajador de Zapatero en Venezuela, Raúl Morodo (y a su familia), por delitos de corrupción financiera ligados a…¡PDVSA! -no podía ser de otra manera, claro-.

Pero lo que es innegable es que -como decía Laureano Márquez- Zapatero tiene esa rara cualidad de desprestigiarse a sí mismo. Ahora, en plena campaña electoral española, el hombre acaba de intentar blanquear de nuevo a los terroristas y asesinos de ETA, como lo hiciera en su presidencia. En ello, Pedro Sánchez ha sido un fiel seguidor que ha desdibujado al PSOE, quitándole toda seña identificativa democrática, al punto de que los socialistas hispanos hoy prefieren pactar y dialogar con los asesinos y terroristas etarras y no con el Partido Popular.

En octubre de 2011 Zapatero se rindió ante la extrema izquierda independentista y totalitaria vasca (amiga asimismo del chavomadurismo),  y Pedro Sánchez la ha convertido en socio determinante de su Gobierno en la legislatura actual.

Hace poco Zapatero también pidió -más bien exigió- que España y la izquierda de ambas orillas se sumen a los esfuerzos de Lula con el fin de convencer a Ucrania de que se rinda para evitar que un anti-imperialista convencido, como Putin, pierda la guerra, lo que, al parecer, debilitaría la causa progresista y revitalizaría a la OTAN y la democracia liberal.

Algo bueno hay que reconocerle al hombre: Zapatero nunca ha escondido su odio y desprecio por la democracia, los Estados Unidos y las instituciones de la libertad. Por ello quiere llevar a Hispanoamérica a los brazos totalitarios chinos, alejándola de los EEUU.

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Antonio Caño (antiguo director de El País) lo retrata perfectamente en nota publicada en The Objective: “En palabras de Zapatero, la izquierda debe de regresar al lugar del que algún día salió seducida por Felipe González, tiene que volver a las montañas, a combatir a los burgueses y a los liberales que nos engañan con sus bonitas palabras sobre democracia y libertad.

Asimismo, en palabras de Zapatero, la izquierda debe de seguir el ejemplo de Chávez y de Maduro, que no se rindieron a las presiones para celebrar elecciones limpias y respetar los derechos humanos, y supieron conservar el poder frente a los imperialistas y los millones de burgueses que se fueron del país. O el ejemplo de Cristina Fernández de Kirchner, corrupta, pero peronista hasta el tuétano. O de López Obrador, autoritario, pero amigo de los pobres”.

Puesto a blanquear, cual limpiador tapa amarilla de inodoros izquierdistas, el hombre se fue a Argentina, en pleno proceso electoral, a dar su apoyo al kirchnerismo. Lo curioso es que su correligionario Pedro Sánchez -el mismo que viste y calza todavía los ropajes de la presidencia hispana- es desde hace poco presidente de la Internacional Socialista, y que el partido político argentino miembro de dicha corporación es la Unión Cívica Radical, no el peronismo. Qué importa, dirá Zapatero; lo que vale es el apoyo a las causas socialistas revolucionarias. Y Pedro Sánchez se hace el loco ante semejante despropósito. A fin de cuentas, ambos han estado siempre impulsados por el revanchismo histórico y por el desprecio a la  convivencia pluralista.

Pero su más constante y ferviente labor de blanqueamiento y normalización es la que cumple, todo el tiempo, sin descanso, a favor de la tiranía venezolana. Zapatero se ha convertido en una suerte de vaso comunicante de las izquierdas latinoamericanas, gracias al apoyo que tiene del régimen chavista por su fraterna relación con Nicolás Maduro y su círculo más íntimo.

Una pregunta perfectamente válida: ¿Cuántas millas lleva recorridas el viajero frecuente Zapatero blanqueando el mal?

 

 

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