Vladimir Putin promete enviar más invasores. Occidente debería armar a Ucrania más rápidamente
Hay una oportunidad para hacer retroceder a las fuerzas rusas
Si se desea entender a Vladimir Putin, hay que escuchar lo que dice sobre sus enemigos. El 21 de septiembre, el hombre que invadió Ucrania dijo que las potencias occidentales «imponen agresivamente su voluntad… a otros países». Quieren el «saqueo» de Rusia, dijo el hombre que posee un palacio de mil millones de dólares. «Han recurrido incluso al chantaje nuclear», afirmó, y amenazó con una respuesta nuclear si Ucrania intenta recuperar el territorio que le robó.
Tras humillantes reveses en el campo de batalla, el déspota ruso intenta dar una señal de fuerza. Además de la amenaza nuclear, que los ucranianos desestimaron como una mera argucia, un farol, ordenó una movilización parcial, prometiendo enviar soldados para reforzar su ejército invasor, así como apoyar a las «repúblicas» títeres dentro de Ucrania, que planean celebrar referendos este fin de semana sobre si se anexionan a Rusia. Estas falsas votaciones, convocadas con tres días de antelación, darán a Putin una excusa retórica para tratar los ataques ucranianos en el Donbás como ataques a la propia Rusia, lo que en teoría podría invitar a represalias nucleares. Putin está buscando incrementar su desastrosa guerra.
Sin embargo, la estridencia de su oratoria sugiere pánico en lugar de fortaleza. Los errores de Putin en el campo de batalla han provocado las primeras grietas en su aura de mando indiscutible en Rusia. Aunque las emisiones de televisión mienten constantemente sobre la guerra y las voces alternativas son amordazadas, la realidad en Ucrania es ahora tan diferente de la fantasía que se transmite en las salas de estar rusas que es difícil para Putin mantener su versión de los hechos. Tal vez por eso su guerra de información se está debilitando también en el extranjero.
A los rusos les dice que la guerra no es una guerra, sino una «operación militar especial» que pueden apoyar sin sacrificio personal. A sus enemigos ucranianos y a sus partidarios de la OTAN, les dice que destinará muchas tropas adicionales: su ministro de Defensa sugiere que irán 300.000. Para disimular el abismo entre estos mensajes, subraya que la movilización se limita a las reservas militares (sólo el otro bando, insiste, utiliza hombres como «carne de cañón«). En realidad, Putin no puede ordenar un reclutamiento masivo, ya que amenazaría su propio régimen. Incluso una movilización parcial está provocando protestas generalizadas y una carrera hacia la frontera para evitar ser llamado a filas.
El tiempo no está del lado de Putin. Los reservistas no necesitan que se les enseñe a disparar bien, pero siguen necesitando formación para enfrentarse a nuevos equipos y condiciones locales. Si se despliegan demasiado pronto, morirán en masa. Podrían incorporarse a las unidades ya existentes y agotadas. Eso facilitaría a Rusia la defensa de sus líneas, aunque probablemente no la organización de nuevas ofensivas. No tiene suficientes armas para una fuerza de invasión mayor, entre otras cosas porque muchos de sus soldados abandonaron sus armas y tanques cuando huyeron de los recientes avances ucranianos. Pasarán meses antes de que la «movilización parcial» de Putin suponga una gran diferencia sobre el terreno.
Esto da a Ucrania una gran oportunidad. Sus partidarios occidentales deberían intensificar el suministro de armas, incluidos los misiles de mayor alcance. Las mejores armas de la OTAN no deben utilizarse para atacar a la propia Rusia, pero las partes de Ucrania que Rusia está a punto de anexionarse ilegalmente no deberían estar fuera de los límites. Occidente también debería entrenar a más soldados ucranianos. El país tiene muchos aspirantes a defensores muy motivados, pero hasta ahora sólo Gran Bretaña está ofreciendo formación básica a un gran número de ellos. Otros miembros de la OTAN deberían colaborar de inmediato, quizás dividiendo el trabajo para que un aliado se centre en la defensa aérea, otro en la artillería, etc. Cuanto más terreno pueda recuperar Ucrania antes de que lleguen los refuerzos rusos, más fuerte será su posición.
Cuando Putin invadió Ucrania, pensó que ella se hundiría. No lo hizo. Ahora espera que los partidarios occidentales de Ucrania, que carecen de corazón para una larga lucha, corten los envíos de armas y presionen a Ucrania para que pida la paz. No deben hacerlo. Vladimir Putin está tratando de mostrar fuerza porque está debilitado y el pueblo ruso está empezando a percibirlo. Ucrania debe mantener el impulso en el campo de batalla. La paz llegará cuando los ciudadanos rusos comprendan que Putin está perdiendo y que no puede ganar.
Traducción: Marcos Villasmil
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NOTA ORIGINAL:
THE ECONOMIST
Vladimir Putin vows to send more invaders. The West should arm Ukraine faster
It has a window of opportunity to push Russian forces back
To understand Vladimir Putin, hear what he says about his enemies. On September 21st the man who invaded Ukraine said Western powers “aggressively impose their will…on other countries”. They desire the “plunder” of Russia, said the man with a billion-dollar palace. “They have even resorted to nuclear blackmail,” he said, and threatened a nuclear response if Ukraine tries to take back the territory he stole from it.
After humiliating reverses on the battlefield, Russia’s despot is trying to signal strength. Besides the nuclear threat, which Ukrainians dismissed as a bluff, he ordered a partial mobilisation, vowing to send soldiers to beef up his invasion force, and pledged support to puppet “republics” in Ukraine, which plan to hold referendums this weekend on whether to be annexed by Russia. These sham votes, called at three days’ notice, will give Mr Putin a rhetorical excuse to treat Ukrainian attacks in Donbas as attacks on Russia itself, which could in theory invite nuclear retaliation. Mr Putin is doubling down on his disastrous war.
However, the stridency of his oratory suggests panic instead of power. Mr Putin’s blundering on the battlefield has caused the first cracks in his aura of undisputed command in Russia. Although tv broadcasts constantly lie about the war and alternative voices are muzzled, the reality in Ukraine is now so different from the fantasy beamed into Russian living rooms that it is hard for Mr Putin to keep his story straight. That may be why his information war is weakening abroad, too.
To Russians, he says that the war is not a war, just a “special military operation” that they can cheer without personal sacrifice. To his Ukrainian foes and their nato backers, he says he will commit lots of extra troops—his defence minister suggests that 300,000 will go. To paper over the gulf between these messages, he stresses the mobilisation is limited to military reserves (only the other side, he insists, uses men as “cannon fodder”). In truth, Mr Putin cannot order mass conscription as it would threaten his regime. Even a partial mobilisation is leading to widespread protests and a rush to the border to escape being called up.
Time is not on Mr Putin’s side. Reservists do not need to be taught to shoot straight, but they still require training to deal with new kit and local conditions. If deployed too soon, they will die in droves. They could be slotted into existing, depleted units. That would make it easier for Russia to defend its lines, though probably not to mount new offensives. It does not have enough weapons for a larger invasion force, not least because so many of its soldiers abandoned their guns and tanks when they fled recent Ukrainian advances. It will be months before Mr Putin’s “partial mobilisation” makes a big difference in the field.
That gives Ukraine a window of opportunity. Its Western backers should step up the supply of arms, including longer-range missiles. The best nato weapons must not be used to attack Russia itself, but the parts of Ukraine that Russia is about to annex illegally should not be off-limits. The West should also train more Ukrainian soldiers. The country has plenty of highly motivated would-be defenders, but so far only Britain is offering basic training to large numbers. Other nato members should immediately pitch in, perhaps dividing the labour so that one ally focuses on air defence, another on artillery and so forth. The more of its land Ukraine can claw back before Russian reinforcements arrive, the stronger its position will be.
When Mr Putin invaded Ukraine, he thought it would fold. It did not. Now he hopes that its Western backers, lacking the heart for a long struggle, will cut arms shipments and press Ukraine to sue for peace. They must not. Mr Putin is trying to show strength because he is weakened and the Russian people are beginning to sense it. Ukraine must maintain the momentum on the battlefield. Peace will come when Russian citizens grasp that Mr Putin is losing and cannot win.