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Volver a Sarmiento cuando la república está en peligro

La profunda crisis del país no se resolverá cercenando libertades, desconociendo la división de poderes ni pretendiendo controlar a la Justicia

Instituciones republicanas, orden, personas educadas y propietarios, desarrollo económico gracias a la promoción del comercio e inversión en infraestructura de comunicaciones y transporte. Ese fue el modelo de crecimiento e inclusión materializado por Sarmiento. ¿Qué le pasó a la Argentina desde entonces?

No es una novedad que nuestro país repite cíclicamente su historia y que los problemas que tenemos hoy son los mismos que teníamos hace 150 años. Pero es una realidad que cada oportunidad que perdemos nos aleja más del desarrollo y el crecimiento que tanto necesitamos. Basta comparar nuestros indicadores de desarrollo con los de nuestros países vecinos para confirmarlo.

Sarmiento fue un hombre de ideas revolucionarias para su época que, además, tuvo la capacidad para llevarlas adelante. Fue un gran estadista que organizó el primer censo nacional, para entender el punto de partida. Pensó un plan a largo plazo, el secreto de sus éxitos, y lo llevó adelante. Fue también un visionario en la búsqueda de trasparencia, algo que tanta falta nos hace en la actualidad. Así, por ejemplo, organizó una contaduría nacional y un Boletín Oficial para que la población pudiera conocer las cuentas oficiales y los actos de gobierno.

Hoy varios gobernadores señalados como ejemplares desde la Casa Rosada defienden para beneficio personal a las instituciones coloniales y feudales contra las que lucharon nuestros próceres de la Independencia y de la Constitución

Sarmiento dedicó su vida a construir un país con igualdad de oportunidades para todos sus habitantes. Hoy, nuestra Argentina sufre un lacerante 40% de pobreza, aún sin medir las devastadoras consecuencias sociales y económicas de la pandemia.

Hoy el sueño de un país unido se ha convertido solo en eso: un sueño. Hoy la corrupción y la ausencia de instituciones fuertes parecen ser la regla.

Basta ver en la actualidad cómo varios gobernadores señalados como ejemplares desde la Casa Rosada defienden para beneficio personal a las instituciones coloniales y feudales contra las cuales lucharon nuestros próceres de la Independencia y de la Constitución. Como si la independencia del Poder Judicial, la libertad de prensa o la cultura del trabajo y el mérito fueran los culpables de los fracasos de nuestro país.

No hay dudas de que si hoy efectivamente pudiéramos evocar a Sarmiento, nos sacudiría la desidia de pensar que con menos República vamos a terminar con nuestras convulsiones internas. Se requiere más República, con más independencia de la Justicia y un auténtico respeto por la sana división de poderes, con más libertades, con promoción del comercio, la industria y el campo, que generen mayor y mejor empleo privado. Y un Estado que, a través de servicios públicos como la seguridad, la justicia, la salud y la educación, genere la igualdad de oportunidades y de progreso que necesitamos para crecer de manera sostenible.

“…Abstraído en su larga visión como en un mágico cristal que a un tiempo encierra las tres caras del tiempo que es después, antes, ahora, Sarmiento el soñador sigue soñándonos.” Parafraseando a Jorge Luis Borgessi Sarmiento siguiera soñándonos, seguramente hoy, en pleno siglo XXI, nos soñaría defendiendo la República como lo hizo él hace 150 años. Siempre valdrá la pena. Porque las ideas no se matan.

 

 

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