Votar al PSOE con máscara antigás
Pedro Sánchez encarna la forma más despreciable de entender y ejercer la política: corrupción, abuso de poder, deriva totalitaria y miseria

Fue Indro Montanelli quien acuñó la expresión «tapaos la nariz y votad DC». Con esa imagen el maestro de periodistas se refería a la disyuntiva diabólica en la que se hallaban los italianos de los años ochenta del siglo pasado, obligados a escoger entre la corrupción constatada de los demócrata cristianos y la amenaza liberticida inherente al comunismo. En la España de 2025 no tenemos que elegir. Un mismo partido y su líder, el PSOE de Pedro Sánchez, representan lo peor de ambos mundos, unido a otras vilezas propias de nuestro escenario político. De ahí que para votarlos no se necesite una pinza, sino una máscara antigás con máxima capacidad de filtrado, además de una venda en los ojos y un burka de paño tupido destinado a cubrir la conciencia sin dejar resquicios. Introducir hoy la papeleta del puño y la rosa en una urna implica ser ciego a la evidencia, sordo a las mentiras, anosímico al hedor que arrojan las cloacas cuyas aguas fétidas fluyen bajo la sede de la calle Ferraz y la Moncloa, insensible al vértigo que produce asomarse al abismo totalitario y, por supuesto, amoral. Eso, o formar parte de la banda que engorda al calor del régimen alumbrado por el caudillo gobernante. En ese grupo se encuadran no solo sus familiares, amiguetes y estrechos colaboradores, empezando por los dos que duermen en prisión y el que acaba de salir de ella, sino también sus cómplices, encabezados por la tropa de palmeros mediáticos a sueldo, donde destacan por su servilismo los enchufados en RTVE, y los lacayos colocados para servirle sin discutir en las instituciones del Estado, al modo del fiscal general condenado, Álvaro García Ortiz.
Pedro Sánchez encarna la forma más despreciable de entender y ejercer la política. Sanchismo significa corrupción en todas sus manifestaciones, desde el enriquecimiento merced a la compra fraudulenta de mascarillas a menudo defectuosas, en plena pandemia, hasta el robo de nuestra dignidad y soberanía para pagar con ellas el respaldo de sus socios etarras (ahora sabemos que negoció la moción de censura con el terrorista Arnaldo Otegui en un caserío) y golpistas catalanes fugados. Significa abuso de poder al aferrarse a la poltrona pese a carecer de la mayoría parlamentaria necesaria para aprobar cualquier ley y, por ende, de la mínima legitimidad de ejercicio requerida en una democracia. Significa una clara deriva totalitaria, manifestado en su empeño de someter a la Justicia y sus ataques constantes a los medios de comunicación libres. Significa miseria para hoy y deuda para mañana, con récord de pobreza infantil, imposibilidad de acceder a una vivienda, pensiones en riesgo creciente y la clase media arruinada, mientras ellos despilfarran o saquean el fruto de unos impuestos cada vez más confiscatorios. Esa es la opción ‘progresista’. La alternativa es un centro derecha incapaz de unirse para echarlos.
