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Vox, ¿Ciudadanos segunda parte?

El tiempo dirá si Abascal acierta al desmarcarse de un PP en crecimiento o si hará cierta otra máxima de la política: «Los partidos mueren por sus propios errores»

En España empezamos a tener algo de experiencia en los pactos de coalición, y es verdad aquello que siempre se dijo de que, al final, el pez grande se suele comer al chico. ¿No está siendo así entre PSOE y Podemos, hoy involucionado a un Sumar en guerra interna? ¿No fue radicalmente así en los pactos del PP y un Ciudadanos hoy inexistente? Tal vez haya ahí una clave para entender la ruptura unilateral de los pactos entre Vox y el PP en cinco comunidades, seis si añadimos Baleares.

Sin embargo, nadie oficialmente en Vox admite esas tesis y todos se agarran a una cuestión de principios y honor en un tema fundamental a nivel europeo: la gestión de la inmigración ilegal. A pesar de la crítica interna a la dirección, Vox no sólo no frena sino que acelera: si alguno de los 140 ayuntamientos en los que aún hoy gobiernan junto al PP decide admitir menas, romperán el acuerdo. No van a parar, y esto tiene una consecuencia directa en el debate público: un tema hasta ahora abordado insatisfactoriamente en Europa y en España, la gestión de la inmigración irregular y el control de fronteras, entrará de lleno en la agenda. No es poca cosa, y además es un asunto que permite a Vox abrazarse a los partidos de derecha radical más exitosos de Europa: Orbán, Le Pen… Sin duda ahí hay otra clave, porque lo que sí aseguran dirigentes de Vox es que su plan se entenderá en el largo plazo.

Las preguntas son tres, dos sobre inmigración y otra sobre el efecto inmediato de la ruptura. La primera: ¿es este asunto un movilizador de voto en la España de hoy? En las elecciones catalanas de mayo, Vox habló mucho de inmigración y Abascal llegó a proponer las deportaciones masivas de irregulares. A Vox no le fue mal, aunque tampoco bien: mantuvo resultados, pero el PP le adelantó al pasar de 3 a 15 diputados. En la campaña de las elecciones de Madrid que Isabel Díaz Ayuso adelantó en mayo de 2021, Vox lanzó una campaña con este mensaje: «Un mena, 4.700 euros al mes. Tu abuela, 426 euros de pensión/mes». El PP pasó de 30 a 65, Vox subió uno hasta 13 y Ciudadanos se evaporó.

Por tanto, tampoco le fue especialmente bien. Hay dos datos que debemos tener en cuenta: la llegada de inmigrantes irregulares, un 82% superior en 2023 sobre 2022 (56.852 personas), en gran medida a Canarias, sigue creciendo. El otro dato: teniendo en cuenta la bajísima natalidad (1,16 hijos por mujer) y el envejecimiento de la población (83,2 años de vida en 2021), el Banco de España cree que para sostener las pensiones nuestro país debe triplicar la llegada prevista de inmigrantes para los próximos 30 años, lo que equivale a incorporar 24,6 millones de extranjeros hasta 2053. Este asunto es esencial en España y Europa, y Vox quiere dar la batalla sobre lo que debe ser la UE dentro de 30 años, con demografía e inmigración en el centro del debate y la identidad, las naciones y la herencia recibida como puntos irrenunciables.

La tercera pregunta, en el cortísimo plazo: ¿qué efecto tiene esta decisión largoplacista en Vox hoy, cuando no hay elecciones a la vista, salvo una opción de repetición en Cataluña? «Están la inmensa mayoría con un cabreo de marca mayor. Se sienten utilizados», explica uno de esos barones del PP al que se le empiezan a ofrecer los desencantados de Vox.

«Les parece mal que nos vayamos por ser fieles a nuestros principios, pero no queremos gobernar a cualquier precio», dice Carlos Pollán

Sin embargo, un presidente parlamentario del mismo partido, Carlos Pollán, niega la mayor: «¿Descontento? Lo que hay es la comprensible frustración personal de determinados cargos. Han trabajado mucho en sus puestos y es humano y respetable que les pesen sus circunstancias personales. Cada uno decide cómo quiere salir de un sitio». Los dirigentes de Vox que se alinean con la dirección anuncian su estrategia: «nosotros no entramos en política para ser cómplices de los socialistas. Y aquí, una vez más, el Partido Popular lo está siendo, y en algo tan sensible para nosotros como es el incentivar la inmigración ilegal y promover el efecto llamada, favoreciendo así el tráfico ilegal de seres humanos. Nuestro plan es más agenda España y menos agenda 2030: no nos querían dejar entrar porque no sabíamos gestionar y ya se ha demostrado que sí. Ahora les parece mal que nos vayamos por ser fieles a nuestros principios. Inédito en política hasta ahora. No queremos gobernar a cualquier precio».

Si esto es así, ¿está Vox dispuesto a supeditar su apoyo a los presupuestos regionales que se empezarán a negociar este otoño a que el PP se pliegue a su política de inmigración? «Pues sería darse otro hachazo en el otro pie», advierte ese mismo barón popular, que admitirá a algunos rebotados de Vox, pero solo con un criterio de excelencia profesional o temporalmente en caso de necesidad.

Conclusión: el movimiento de Abascal es enormemente arriesgado. El tiempo dirá si Vox consigue así diferenciarse de la estrategia que llevó a la muerte a Ciudadanos y evita ser absorbido por un PP en crecimiento desde que llegó Alberto Núñez Feijóo; o si, muy al contrario, Vox está siguiendo los pasos de Albert Rivera e Inés Arrimadas y hará cierta otra máxima de la política: «Los partidos mueren por sus propios errores». Si esto es así, estaremos asistiendo a la historia de Ciudadanos, segunda parte.

 

 

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