Democracia y Política

Vox pierde su ala más liberal

Espinosa de los Monteros se marcha tras quedar aislado por los sectores más integristas de un partido que todavía no asume su retroceso electoral

Iván Espinosa de los Monteros, ante el Congreso hace unos meses.

Iván Espinosa de los Monteros, ante el Congreso hace unos meses.- JOSÉ AYMA

 

Iván Espinosa de los Monteros, una de las piezas clave en la creación de Vox junto a Javier Ortega Smith y Santiago Abascal allá por 2014, ha anunciado que deja la política y que no recogerá su acta de diputado. En su despedida, el ex secretario general del partido y portavoz del grupo parlamentario en el Congreso ha aducido «razones personales y familiares» para poner punto final a su trayectoria en Vox, pero a nadie se le oculta que con su marcha el partido ha perdido a su ala más liberal, que ya había quedado bastante menoscabada tras la exclusión de diputados como Rubén Manso o Víctor Sánchez del Real de las listas electorales del 23J. Su némesis ha sido el sector más genuinamente nacionalpopulista de Vox, donde convergen dirigentes como Jorge Buxadé o asesores como Francisco Méndez-Monasterio, quienes eran mucho menos relevantes en la primera hora del partido, pero que han ido haciéndose con el control de este. Santiago Abascal, presidente de Vox, siempre insistió en que no quería facciones o corrientes internas. Paradójicamente, y con la excusa de hacer cumplir los deseos del líder, los sectores más integristas han ido copando las estructuras partidarias lenta y sistemáticamente.

La marcha del ya exportavoz, además, deja en evidencia la falta de autocrítica de un partido que ha perdido 19 diputados en las últimas elecciones generales, pasando de 52 a 33 escaños, y de la que nadie se ha hecho cargo, salvo para culpabilizar al Partido Popular y a los medios de comunicación. Estamos, pues, ante una pérdida importante para Vox que sus líderes no pueden subsanar limitándose a tuitear una despedida, como ha hecho Abascal. El líder de Vox tendrá que salir de su zona de confort y dar muestras de que ha sido capaz de descifrar el mensaje que le mandó el electorado. No olvidemos que Abascal y Espinosa de los Monteros estaban llamados a tocar el cielo con cargos relevantes en un eventual gobierno de PP y Vox, y no valen las razones personales para explicar por qué no ha sido así. Ante la opinión pública el partido hoy es una nave inclinada, donde reina la opacidad respecto a quiénes están en el puente de mando y con qué se impulsa su trayectoria. Estás incógnitas y sospechas se ven retroalimentadas por la permanente beligerancia hacia los medios de comunicación –estrategia de la que Espinosa de los Monteros no ha sido ajeno–, en una extravagante apuesta por convertir la antipolítica y la ausencia de rendición de cuentas en una seña de identidad de la derecha populista española.

El paso de Espinosa de los Monteros por la política deja sensaciones ambivalentes. Claramente, su preparación intelectual estaba por encima de la media. La última campaña permitió comprobarlo, sobre todo en el debate a siete que se celebró en Televisión Española y que supuso un marcado contrapunto con la actuación de Abascal en el suyo con Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, lastrado por sus imprecisiones, el desconocimiento de la actividad legislativa y la falta de frescura. Pero el exportavoz también cometió errores, como cuando apoyó a Sánchez en la convalidación parlamentaria del decreto ley para gestionar los fondos europeos. Entonces dijo que Vox había votado pensando primero en los españoles, aunque esto lo condujera a una trampa tendida por Sánchez, un argumento muy similar al que utilizó ayer para agradecer el privilegio que le brindaron los votantes al elegirlo como diputado: «Todo ha merecido la pena porque España siempre merece la pena». Bellas palabras que no acaban de disimular que Vox todavía tiene muchas explicaciones que ofrecer a sus votantes.

 

 

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