Cultura y Artes

Wendy Guerra: Cómo traducir Cuba

cuba (2)Primavera, una escultura dedicada a la mujer cubana, de Rafael San Juan, que se expuso durante la Bienal de La Habana, en mayo del 2015. Desmond Boylan AP

Es un reto explicarles a los traductores expresiones populares que fuera de la isla pierden parte de su significado. Si difícil resulta ‘explicar’ Cuba a un extranjero, a veces lo es más explicarla a un cubano que salió hace unos años.

Intenta explicar tu isla, tu contexto, el fenómeno que es y ha sido Cuba durante estos años en un proceso fuera de todo parámetro.

Inténtalo y verás lo difícil que resulta.

Para mí enfrentar a los traductores en cada una de las lenguas es un reto, explicarles por qué refieres en tus páginas: “Se fue la luz” –y no– “Se fue la corriente eléctrica”.

Por qué pones en boca de alguien que no es hijo de la protagonista: “Mami, si cocinas como caminas me como hasta la raspita”. ¿Por qué mami? ¿Qué es raspita? ¿Cómo se cocina como se camina?

Cuando mi traductora noruega me preguntó qué significa: “Quimbombó que resbala pa la yuca seca” me quise morir. ¿Cómo le traslado esa idea?

Qué quiso expresar la autora con: “A la fiesta de los caramelos no pueden ir los bombones”.

Cuando mi traductor búlgaro me preguntó qué quiere decir “Chichiricú Mandinga” o “Calabazonga del Calabazar te estoy buscando y te voy a encontrá”, le dije que comprara un billete a La Habana, que aquí la realidad misma lo explicaba.

La mañana en que mi amiga y editora francesa Claire do Serro preguntó qué significa: “La mona aunque se vista de seda mona se queda”, traté de explicarle con pelos y señales. Ella me dijo que lo entendía como algo muy popular, pero también demasiado racista para un lector occidental. Entonces me detuve a pensarnos, a sentirnos como lo que somos, una cultura sumamente racista. Ella tiene toda la razón, pero en la ficción hay que ser verosímiles en nuestros comportamientos, se trata de representarnos como somos y no como deberíamos ser.

Hace pocos días un lingüista sueco me preguntó si esa ya acuñada voz popular venida de la música cubana compuesta fuera de la isla que reza: “Ya viene llegando”, esa frase tan familiar entre nosotros, había sido hoy contestada con el estribillo: “Hasta que se seque el malecón”, escrita dentro de la isla. El académico se plantea una especie de repentismo histórico, un juego en el tiempo desde contextos, generaciones y verdades diferentes. ¿Será?

— ¿Pero por qué te divorciaste? Le pregunté a una amiga cubana casada por años con un pianista inglés.

— Me cansé de explicarle los chistes, me contestó risueña la guantanamera.

La cosa ya es bien complicada a la hora de explicarnos como cultura, pero el asunto es más triste cuando, entre cubanos de varias generaciones o éxodos, dejamos de entendernos.

A veces le envío un texto a un cubano en alguna parte del mundo para que lo edite en su blog. Al ver llegar el texto sin la foto, ese editor y amigo cubano me pregunta:

— ¿Y la foto?

— Por favor, ve editando el texto, mañana debo ir a un hotel para enviarte la imagen porque pesa mucho, le respondo.

— ¿Cómo que a un hotel? ¿Tienes o no tienes internet?, pregunta tu colega que se fue de aquí hace solo cinco años o seis años.

Una cosa es explicarle Cuba a un sueco y algo bien distinto es tratar de explicarle su país a un cubano.

¿Por qué en tu maleta cargas aceite de oliva o detergente? ¿Por qué hay asuntos y personas que no pueden ser nombrados y solo se aluden con gestos?

Explicar Cuba a un cubano es comerse un mango con tenedor sin embarrarse, escuchar música clásica en el Latinoamericano mientras juega Industriales contra Santiago. Mientras más te explicas, menos te entienden.

Nuestra sinopsis histórica es muy particular. Lamentablemente, hoy somos una nación dispersa, que no logra reencontrarse y escucharse, por eso resulta incomprensible.

WENDY GUERRA: Escritora. Reside en La Habana.

 
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