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Y con Thomas Mann, y ‘La muerte en Venecia’, llegó el escándalo

La muerte del actor Björn Andrésen invita a recuperar la novela con la que Thomas Mann logró perturbar el puritano moralismo alemán prebélico

Fotograma de 'La muerte en Venecia'

Fotograma de ‘La muerte en Venecia’

 

La muerte a los 70 años del actor sueco Björn Andrésen, actor que protagonizó en 1971 la película La muerte en Venecia, de Luchino Visconti, pone de nuevo de actualidad el clásico de Thomas Mann.

La película, como ocurrió en el momento de su publicación en 1912 con la novela, vino rodeada de una agria polémica.

Pero ¿qué tiene La muerte en Venecia que tanto el clásico del Nobel alemán como su versión cinematográfica revuelve las entrañas del público o lectores?

La historia, es cierto, genera una, en ocasiones, insoportable incomodidad en el lector. Gustav Aschenbach es un crepuscular escritor que ha perdido la inspiración. Incapacidad de escribir se instala en un hotel de Venecia, donde la epidemia de cólera avanza silenciosa ante la indiferencia de las clases pudientes.

En el hotel, el escritor conoce a una familia polaca con un hijo adolescente de nombre Tadzio, con el que prácticamente no interactúa, pero al que observa atentamente en la lejanía.

Cubierta de 'La muerte en Venencia'

                           Cubierta de ‘La muerte en Venencia’Debolsillo

 

A partir de ahí, la novela de Thomas Mann entra en el campo de las insinuaciones y los dobles sentidos. ¿Siente Gustav Aschenbach una atracción física por el adolescente? ¿Es un sentimiento platónico? ¿Es mera admiración estética hacia un ser humano que encaja a la perfección en los criterios de belleza de la época, o encierra algo más perverso?

Sin embargo, el problema de La muerte en Venecia iba más allá de esa cuestión y se centra en algo más oculto a la vista, pero, en realidad, más problemático.

Thomas Mann da en el clavo en su novela en una cuestión del todo polémica en su momento. El escritor alemán describe el proceso de degradación física y moral de un hombre a priori intachable.

A medida que esa degradación avanza, Aschenbach, en el que muchos han querido ver un alter ego del propio Thomas Mann, aumenta su obsesión por el joven Tadzio, del que anhela no solo su belleza, sino también su vigor y juventud. Al final, de lo que trata La muerte en Venecia es de la búsqueda de la inmortalidad, de una inmortalidad imposibilitada por un cuerpo que se degrada tanto por el paso del tiempo como por la corrupción interior.

Esa degradación afecta al orden interno de un ser humano que encarna los valores de estoicismo y severidad germánica. Un descenso a lo más hondo del pozo donde Aschenbach acaba humillado por él mismo.

Así, un hombre admirado por la sociedad, que disfruta de fama, aunque se encuentre en ese momento afrontando el ocaso de su trayectoria, quizás fruto de un proceso natural e irremediable que hay que saber gestionar, acaba dando rienda suelta a sus debilidades y, fruto de ellas, convertido en un guiñapo.

La muerte del escritor en la playa, mientras observa en medio de una crisis nerviosa a Tadzio, probablemente carcomido por el cólera, es el culmen de la destrucción de Aschenbach, que se presenta como una metáfora de la destrucción del alma alemana carcomida por el nacionalismo imperialista.

La versión cinematográfica añade más dramatismo al momento al introducir el detalle del tinte capilar derramándose derretido por las sienes del escritor, un escritor que, al final, pasa rápidamente al olvido y cuyo fallecimiento no merece más que una nota sarcástica del autor.

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