El juego final de la Serie Mundial de Béisbol 2016 pasará a la historia como uno de los momentos más estelares y emocionantes en la historia del deporte. De cualquier deporte. En todo el mundo.
Todo lo hermoso y maravilloso que puede ofrecer un espectáculo deportivo se vivió anoche en Cleveland, por casi cinco horas, en el enfrentamiento en juego decisivo entre el equipo de la ciudad, los Indios (campeones de la Liga Americana), y los Chicago Cubs (campeones de la Liga Nacional).
Desde anoche, al menos por un par de días, el North Side de Chicago es la capital del mundo.
Los muy populares Cubs (Cachorros) de Chicago por fin vencieron la maldición de la cabra y la pava de un gato negro, y ganaron su primera (y tercera en total) Serie Mundial desde 1908. La sequía deportiva más épica de la historia, 108 años, ha concluido.
Y lo hicieron a su manera. Es decir, haciendo sufrir lo indecible a sus fanáticos. La palabra fácil no existe en el vocabulario cachorro. No por nada no jugaban en una Serie Mundial desde 1945.
Cuando parecían noqueados, habiendo perdido tres de los cuatro primeros juegos, reaccionaron y ganaron tres juegos consecutivos (dos de ellos de visitantes, en Cleveland). Llegaron al octavo inning del encuentro decisivo con ventaja de tres carreras, y se las arreglaron para permitir que los Indios les empataran. Se fueron a extrainnings y encima hubo suspensión durante 15 minutos por lluvia. ¿Qué más podía pasar? Un ataque aéreo animal como en «Los Pájaros», de Alfred Hitchcock?
No es fácil derrotar una pava histórica tan brava. Se necesitaba la conjunción de diversos factores, como un equipo de jóvenes y veteranos muy bien montado y mejor dirigido. Así que dediquemos unas palabras a dos modernos magos Merlines: Joe Maddon, el manager, que demostró por qué la audacia y la inteligencia, bien combinadas, pueden generar estrategias ganadoras. Y el cerebro organizacional Theo Epstein, definitivamente un matador de maldiciones, ya que lo había hecho también con la que asoló por décadas al Boston.
Unas palabras de honor al caído, ya que no se puede olvidar que Cleveland no solo no era favorito de nada al comienzo de la temporada, sino que además dos de su mejores lanzadores -Danny Salazar y el venezolano Carlos Carrasco- se lesionaron al final de la temporada. Para los Indios, que no ganan desde 1948, la espera continúa.
Volviendo a nuestros héroes: su sequía soportó dos Guerras Mundiales, el auge y caída de la Unión Soviética y del comunismo, la llegada y salida de la Guerra Fría, la radio primero y luego la TV. Y millones de fanáticos, generaciones enteras, a la espera de la victoria.
Respiran tranquilos los responsables de tragedias previas, de casi-ganamos-pero-no, como los equipos de 1969 (el de un colapso increíble); o los de 1984 y 2003.
No es de extrañar que una de las notas que destaca la prensa de la ciudad es que en esto próximos días habrá toda una romería de miles de ciudadanos al cementerio, con recuerdos, lágrimas y flores para millones de familiares, varias generaciones, que nunca pudieron ver a su equipo triunfar. Ello recordará una escena de la película «Field of Dreams»: una caravana de autos en una misión de lograr un cierre emocional.
El viejo y terrible ruego, «aunque solo sea una vez antes de morir« ya se cumplió. A millones, que el equipo tiene fans en todas partes.
Fanáticos de los Cachorros en la puerta de su estadio.
El aporte latino fue variado: venezolanos, como Héctor Rondón, Miguel Montero y Willson Contreras; los cubanos Aroldis Chapman y Jorge Soler; el puertorriqueño Javier Báez; el dominicano Pedro Strop.
Por cierto, una rareza entre muchas: en el juego final, los Cubs usaron a sus tres receptores: Contreras, Ross y Montero. No se ve todos los días (son raros los equipos con tres receptores), y menos en una Serie Mundial.
Y aunque usted no lo crea todavía, amigo lector, sí es cierto:
¡¡¡¡¡CHICAGO CUBS GANÓ LA SERIE MUNDIAL!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
Fans al momento de la victoria:
Los video correspondientes: