En el último Consejo de Ministros de abril, el ministro de Economía,Alejandro Gil,ofreció una valoración del estado de la economía hasta finales de febrero, de la que se ha hecho eco Granma en un apartado del artículo titulado «Díaz-Canel: Las transformaciones de la estrategia económico-social tienen que responder al socialismo». Sin embargo, aunque el ministro ofreció datos para fundamentar su análisis, en realidad, la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) sigue sin ofrecer estadísticas al respecto.
Habrá que ver qué dijo y qué informaciones ofreció el ministro que, por otra parte, tampoco nos han llegado, como consecuencia de esta «selección inducida» de las informaciones que realiza la prensa estatal comunista. Una lástima, porque esa falta de datos de la coyuntura de la economía agranda la incertidumbre que tienen muchos analistas de la economía cubana, y hace muy difícil creer las palabras del ministro. Pero vamos a ello.
En concreto, el ministro centró su intervención en una defensa encendida del plan de la economía, y con referencia a los principales indicadores que lo sustentan al cierre del mes de marzo, anunció que «producciones como las de cemento, acero y madera se han visto afectadas por el déficit de energía eléctrica». No hace falta insistir mucho en ello.
En realidad, el déficit de energía atenaza a la economía cubana desde el segundo semestre de 2019, cuando los suministros de crudo venezolano empezaron a llegar a cuentagotas. Desde entonces, la economía cubana se encuentra en recesión y, para frenar el creciente malestar social, el régimen decidió otorgar prioridad al consumo residencial, dejando de lado la industria manufacturera, que se encuentra en una situación de grave crisis estructural.
Cemento, acero y madera son, por otra parte, bienes intermedios que se integran en numerosos productos finales, por lo que la decisión de no suministrar energía a estas ramas de la industria es doblemente perjudicial para la economía por cuanto se traslada a otros bienes finales. Una mala decisión. Así que, como consecuencia de ello, cabe esperar menosconstruidas, menos productos industriales derivados del acero, y menos muebles y enseres. Estas son las consecuencias que se esperan de la definición de esa presunta apuesta inteligente de las autoridades para afrontar el grave déficit de energía eléctrica.
Mucho más optimista se mostró el ministro con respecto a la evolución delturismo, pero sus asesores debieron orientarle en otra dirección y ser mucho más cauto en sus valoraciones subjetivas. Gil señaló que en el mes de marzo (el dato no ha sido publicado por la ONEI) se recibieron 128.159 visitantes internacionales, lo que significa el 58,7% del plan, cifra que en el primer trimestre del año ascendió a 313.908 visitantes.
La comparación que realiza el ministro con el plan tiene poco sentido, ya que lo que se tiene que hacer es informar a los cubanos en qué situación se encuentra el turismo con respecto al último año «normal» antes de la pandemia, que fue 2019. Si se realiza dicha comparación, en marzo de aquel año llegaron a Cuba 521.422, es decir, cuatro veces más. En el primer trimestre, la cifra superó el millón y medio, cinco veces más que en 2022. A la vista de estos datos, que el ministro afirme que «el turismo ha tenido un comportamiento favorable» es algo que, por seriedad, debería callar.
En realidad, la salida de la crisis del turismo está muy lejos de producirse, e incluso, aunque se comparen los datos de 2022 con los de 2020, que en marzo fue cuando se desataron los cierres por la pandemia, todavía aquel año se recibieron en Cuba 189.431 turistas, un 48% más que en 2022. En ese sentido, el ministro se mostró satisfecho de constatar que cada mes de este año se ha crecido respecto al anterior, y eso es lógico, el año 2021 fue el peor de la historia en cifras de turismo (incluso más que 2020) y, además, se atrevió a señalar que «abril también apuntaría a que sería mejor que marzo. Ello ratifica una tendencia a la recuperación gradual de este sector». Bueno, ya se verá. La contraparte del turismo son las divisas, y de esto no se ofrecieron datos.
En este punto, el ministro se refirió al programa de construcción de viviendas, al transporte de cargas, el proceso inversionista, la circulación mercantil minorista y la ejecución del Presupuesto del Estado, en el que dijo que se manifiesta un superávit, «que está asociado fundamentalmente a gastos que no ha sido posible ejecutar por déficit de materiales». Pero estos datos, sin duda interesantes, si fueron ofrecidos a los ministros, Granma los ha cribado y no los ha suministrado. Lástima. Esto es lo que reduce la confianza y credibilidad en la economía.
Después, y como líneas estratégicas para el desempeño del plan, ratificó «el incremento de los ingresos en divisas del país, el cumplimiento del plan de exportaciones, la recuperación gradual del turismo, el control de los precios para poder combatir el efecto inflacionario, y la atención priorizada a las comunidades y personas en situación de vulnerabilidad». Que esa miscelánea de indicadores haya registrado una evolución favorable, es cuestionable. Basta pensar en el control de precios, que en febrero de 2022 (último disponible) se situó en un 23,03% en tasa interanual. Otro tanto cabe afirmar de la lenta evolución del turismo.
Y ya en plan de arenga a sus colegas del Consejo de Ministros, Gil insistió en que «no renunciamos a alcanzar las metas que tenemos previstas este año en el plan, y confirmamos que existen condiciones para seguir avanzando en la recuperación gradual de la economía«.
Al respecto, una de arena, al reconocer que «la actual situación que, desde el punto de vista financiero, enfrenta el país, impide lograr importaciones de recursos y materias primas para poder asumir la totalidad de los compromisos y acciones del plan». Es decir, que la situación no es buena, sino más bien complicada y la presunta mejoría de los indicadores internos no va acompañada de un mejor desempeño externo. El eterno círculo vicioso de la economía cubana.
Después insistió, dentro de una encendida defensa del plan de la economía, que «todos debemos tener claridad que el cumplimiento del plan depende en gran medida de lo que nosotros mismos seamos capaces de lograr con innovación, buscando soluciones alternativas, usando la inteligencia colectiva». Visto desde esta perspectiva, el problema no es que no se cumpla el plan, el problema es que, incluso cumpliendo sus niveles, la vida de los cubanos no mejora.
Finalizó diciendo que el objetivo «es trabajar para lograr avanzar, y que cada paso que demos sea consolidado». Para añadir seguidamente, «no tenemos derecho a retroceder, y sobre eso tenemos que insistir en todos los colectivos, porque sí se pueden hacer más cosas, lo hemos demostrado en muchas instituciones y territorios». Posiblemente sí, pero hay que hacerlas de otro modo. Y ya no se puede esperar más porque la economía cubana agoniza sin remedio.
Otro asunto económico importante de este Consejo de Ministros fue la aprobación de una actualización de otra estrategia. En este caso, la que se utiliza por Malmierca para la promoción y captación de la inversión extranjera en Cuba, en el periodo comprendido entre 2022 a 2026, que sigue teniendo como objetivo principal la promoción de manera intencionada de las oportunidades de negocio, en correspondencia con las políticas generales y sectoriales de inversión extranjera.