EleccionesÉtica y MoralPolítica

¿Y si Sánchez llega a decir ‘sí’?

El líder socialista no es un rehén, sino un cómplice del separatismo a quien Feijóo ha quitado la careta

Puesto que en la política patria casi todo a día de hoy es teatro, reproduzcamos la escena del sofá protagonizada por Sánchez y Núñez Feijóo, introduciendo alguna modificación en el guion a fin de adaptarlo a la trama que ambos habían escrito antes de ese momento. No resulta tarea fácil, considerando la frecuencia con que nuestros próceres cambian de discurso, pero arroja una luz esclarecedora sobre lo que está ocurriendo en verdad, más allá del espectáculo destinado a distraernos.

Empecemos por el vencedor de las elecciones, situado ante una disyuntiva endiablada: tirar la toalla de antemano y renunciar a la investidura, dada la certeza de fracasar ante el nuevo Frankenstein armado por su rival, o intentarlo, a costa de humillarse, sin otro propósito que el de enviar un mensaje interno de fortaleza y determinación en estas circunstancias adversas. Pensar que el gallego alimentaba alguna esperanza de convencer a su interlocutor sería infravalorarlo. Ni siquiera creo que interpretara su papel pensando en una eventual repetición electoral, altamente improbable. Feijóo sabía a lo que iba y tenía claro quiénes eran los destinatarios de su actuación; a saber, sus compañeros de partido y sus votantes, deseosos de escuchar ese llamamiento a la unidad en defensa de la Constitución. Por eso se tragó el orgullo, junto a todo lo dicho en campaña sobre derogar el sanchismo, y pidió al destinatario de esos dardos su respaldo para encabezar una legislatura de dos años centrada en el desarrollo de seis pactos de Estado. Algo parecido a un acuerdo de gran coalición, sin nombrarlo. ¿Cómo habría reaccionado si Sánchez llega a decir ‘sí’?

Imaginemos por un instante que el presidente en funciones escucha la oferta y contesta:

«Acepto, siempre que el presidente sea yo y tú nombres algunos ministros».

Estaba en posición de hacerlo y descolocar al líder popular obligándolo a escoger entre el interés personal y el general. De hecho, si le importara lo más mínimo España, si sintiera algún respeto por el juramento que hizo de cumplir y hacer cumplir la Carta Magna, si el progreso significara para él algo más que una consigna hueca, esa debería haber sido su respuesta. Porque de ese modo habría demostrado al menos cierto interés por eludir el chantaje del separatismo montaraz, aun priorizando esa ambición desmedida que siempre ha guiado sus pasos. Ocurre, no obstante, que Pedro Sánchez comparte con Sumar, ERC, Junts, PNV y Bildu, auténtico propietario del ‘copyright’ original, el propósito de liquidar el régimen constitucional que nos dimos en 1978 en aras de avanzar hacia un modelo que haga imposible la alternancia de partidos nacionales en el poder. Comparte esa demanda de un Estado ‘plurinacional’, incompatible con la igualdad entre todos los ciudadanos. Comparte su inquina hacia Madrid, por todo lo que representa. Sánchez no es un rehén, sino un cómplice a quien Feijóo ha quitado la careta.

 

Un comentario

Botón volver arriba