Desde el pasado 5 de agosto el tipo de cambio en Cuba está congelado en 320 pesos por dólar, no porque el Gobierno lo ordenara, sino porque así lo está decidiendo la libre oferta y demanda en el volátil, ilegal y ocasionalmente perseguido mercado cambiario cubano.
Aunque desagregar los condicionantes de este mercado es siempre más hipótesis que certeza, principalmente cuando es imposible, como en Cuba, investigar los fundamentos de las expectativas de quienes compran y venden dólares, esta larga tranquilidad en el tipo de cambio llegada después de fluctuaciones extremas merece una indagación sobre sus posibles causas.
Del lado de la oferta
El turismo, otrora fundamental oferente de divisas, continúa deprimido y, contrario a los alardosos planes estatales, no parece que vaya a recuperarse de manera inmediata, lo que nos deja invariabilidad en la mínima cantidad de dólares que por esta vía llegan a la población.
De las remesas conocemos que están estancadas o disminuyendo, probablemente porque muchos no desean recibir más que el dinero necesario para sobrevivir hasta encontrar como escapar de la Isla. En cualquier caso, las variaciones aquí son marginales y demoradas, con lo que a corto plazo esta puede considerarse la fuente más consistente de dólares.
La economía estatal ni termina de morir ni permite que nazca algo nuevo, y los pocos dólares que obtiene el Gobierno los gasta el Gobierno mismo, así que nada aporta este al mercado cambiario.
En definitiva, y aun habiendo otras fuentes aquí no mencionadas, del lado de la oferta de dólares puede considerarse que existe estabilidad.
Del lado de la demanda
La guerra del PCC contra el sector privado —represión de precios, limitaciones en la amplitud y número de actividades permitidas, impuestos excesivamente altos, retirada de ayudas fiscales— ha enfriado la dinámica del único sector en crecimiento de la economía cubana.
Bajo esta ofensiva gubernamental los inventarios ya no rotan con la misma frecuencia, lo que resulta en menores beneficios y, por tanto, en menores incentivos para emprender.
A ese empeoramiento de los resultados empresariales impuesto por el castrismo se suma la incertidumbre en el futuro de un país donde, la única certeza, es que cada hoy es peor que ayer pero mejor que mañana, una degradación constante de la que se desconoce el fondo, o donde está el límite de afrentas que puede aguantar este pueblo sin volver a lanzarse a la calle.
Por otra parte, la crisis de liquidez de la moneda nacional no hace más que agudizarse. El Estado continúa emitiendo pasivos bancarios para cubrir salarios y otros gastos estatales, pero no imprime efectivo, lo que genera un cuello de botella visible en las crecientes colas para extraer dinero de los cajeros automáticos. La falta de moneda nacional enlentece un mercado cambiario ilegal donde el efectivo, por sus propiedades de anonimato, es el tipo de dinero preferido.
Otra gran demanda de divisas que parece refrenada es la que sustentaba la migración. Aunque la hemorragia demográfica continúa, la estabilización de los precios en el mercado inmobiliario, especulativamente, podría indicar que los nuevos emigrantes dependen más de ayudas monetarias de familiares anteriormente emigrados, que de vender sus propiedades en Cuba para adquirir divisas internamente y desde aquí costearse el trayecto. Los gastos del parole pueden haber reforzado esta tendencia.
Y en medio de todo revolotea un PCC relativamente silente durante estas últimas semanas. Aparte de apretarle el pescuezo al sector privado, no ha habido nuevos anuncios de política económica provocando cambios en las expectativas de los agentes y generando olas de compra-venta de divisas en aras de especular, adelantándose a los designios de un Gobierno que pretende controlar hasta el sentido en que sube o baja la marea en Cuba.
Conclusión
Mientras presumiblemente en las últimas semanas la demanda de dólares ha caído con fuerza, la oferta se mantiene plana y dominante en el mercado, lo que en teoría llevaría a un ajuste del precio del dólar a la baja, según la formalización de Marshall. Aunque, dados los sesgos mentales de las personas explicados por Kahneman, realmente ese equilibrio no se logra tan rápido cuando los precios deben bajar y no subir, un fenómeno que Keynes denominó «precios pegajosos».
En un mercado dominado por la oferta, al menos durante cierto tiempo, habrá estabilidad en el precio del dólar —que es donde estamos ahora— y no una bajada que, sin embargo, de mantenerse la demanda deprimida puede llegar en forma de desplome… Lo cual plantea la posibilidad de que este sea un buen momento para vender dólares.
En cualquier caso, que el mercado cambiario lleve casi dos meses congelado no significa que se hayan solucionado los desequilibrios de la economía cubana. Al contrario, estos continúan agudizándose pues el Gobierno se aferra a las misma políticas económicas que nos han conducido a la debacle actual, supeditando la economía del país a sus intereses de poder, que requieren un pueblo pobre sometido a mecanismos extractivistas que alimentan una elite y sus cómplices… hasta que el perro se canse de las garrapatas.