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Yaxys Cires: La reforma política en Cuba es el camino

Apostar por una reforma política no es legitimar al régimen. A nadie se le ocurriría decir que la transición española se hizo para mantener al franquismo.

De las diferentes vías para el cambio en Cuba, la reforma política de la ley a la ley es la que menor costo social tendría y a la vez la que mayor apoyo internacional conseguiría.

Según una encuesta realizada por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos el pasado año en la Isla, la mayoría de los consultados dijo querer un cambio. Igualmente la mayoría quiere que sea hacia una democracia y una economía de mercado. Sin embargo, cuando se les preguntó sobre cómo desearía que se produjera, el 42.8% de los que querían cambio optó por un proceso iniciado en las altas esferas, y un 31% mediante una explosión social.

Un matiz a tener en cuenta es que en los últimos meses se observa una agudización del malestar social por el empeoramiento de la situación económica, las crecientes desigualdades y el reforzamiento de las posiciones inmovilistas del Gobierno, que no cambia ni resuelve. Algo que lógicamente podría provocar una bajada de confianza en que la solución provenga del propio régimen.

No obstante, otras opciones distintas a las anteriores, además de tener escaso apoyo popular, parecieran improbables por lo menos a corto y mediano plazo.

Apostar por la reforma política no es legitimar al régimen, como algunos dicen. A nadie se le ocurriría, por ejemplo, decir que la transición española se hizo para mantener al franquismo, a pesar de que fue un proceso de la ley a la ley y que se inició en las propias instituciones franquistas.

Las únicas instituciones que hoy existen en Cuba, a excepción de las iglesias, son las del régimen. Incluso en un hipotético escenario de inestabilidad general, probablemente la solución tendría que dirimirse dentro de las estructuras tardocastristas o contando con ellas.

Uno de los retos es cómo darle sentido a la estrategia de la reforma y sus posibles protagonistas en un panorama en el que no se tiene claro quién ejerce el poder real en Cuba. Y otro es la alta dependencia que tiene esa vía de quienes hoy retienen el poder ya sea formal o efectivo y lo hacen con altos niveles de enajenación y desconsideración.

Por muy decadente que esté el régimen, si no existe una oposición interna más o menos organizada, fuerte presión internacional y a la vez una salida aceptable para todos, el proceso puede ser muy largo y desgastante.

Los principales retos de la oposición son ganar mayor legitimidad social y paralelamente construir una alternativa visible a pesar del ambiente represivo. Pero debe alejarse del “ruido” y las distorsiones que impiden hacer un análisis político sosegado. Cualquier tema, incluso cosas que ocurren en otros países, generan unas pasiones y simplificaciones tremendas.

La meta debe ser conseguir la democracia para Cuba cuanto antes, y que esta sea real.

 

 

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