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Yoani Sánchez / Cuba-Brasil: la batalla de las batas blancas

Los médicos que decidan quedarse en Brasil no podrán volver a Cuba en ocho años.

El conflicto se veía venir. Desde que Jair Bolsonaro ganó las elecciones en Brasil, el discurso oficial cubano arreció la retórica en su contra y preparó a la opinión pública nacional para la ruptura que se avecinaba.

La gota que colmó la copa de la Plaza de la Revolución de La Habana fueron unas declaraciones del presidente electo en las que advertía que cambiaría las condiciones del acuerdo por el que más de 8.300 galenos de la Isla laboran en el programa Mais Medicos. El pasado miércoles, la tensión escaló a su punto más alto cuando el Ministerio de Salud Pública cubano anunció que se salía del contrato y que sacaría a sus profesionales del país suramericano. La nota oficial que todos los noticiarios repitieron hablaba de no tolerar las amenazas de Bolsonaro, pero obviaba hábilmente parte de sus palabras. Especialmente aquellas con las que el líder derechista aseguró que los galenos debían recibir su salario íntegramente y poder llevar a su familia el tiempo que estuvieran en el programa.

El Gobierno cubano ha hecho de las misiones médicas un lucrativo negocio. Con profesionales desplegados en más de 60 países, el dinero recaudado por esa práctica es la primera entrada de divisas al país y se calcula que supera los 11.000 millones de dólares anuales. En el caso de Brasil, La Habana se embolsa el 75% del salario de 3.300 dólares correspondiente a cada médico y los profesionales de la salud solo reciben la cuarta parte de ese monto. En la Isla, en una cuenta bancaria a la que no tienen acceso, se va acumulando su sueldo mensual equivalente a unos 60 dólares y que solo podrán cobrar si regresan.

Quienes abandonan el programa Mais Medicos por su propia voluntad son considerados desertores y se les prohibe la entrada a Cuba por ocho años. Durante el tiempo en que gobernó el Partido de los Trabajadores (PT), los galenos que escapaban del contrato eran perseguidos por la policía y podían ser devueltos a la Isla si los arrestaban. Ninguno podía llevar a su familia para estar junto a ella mientras duraba la misión y muchas veces pasaban el tiempo en Brasil en albergues hacinados que compartían con otros doctores, enfermeras y técnicos hospitalarios.

En el caso de Brasil, La Habana se embolsa el 75% del salario de 3.300 dólares correspondiente a cada médico y los profesionales de la salud solo reciben la cuarta parte de ese monto

A pesar de tantas dificultades y tan bajas ganancias, las misiones eran muy apetecidas por los médicos para poder comprar mercancías que faltan en los mercados de la isla y hacer contactos que les permitieran encontrar un contrato en alguna clínica y retornar, de manera privada, a Brasil.

Más allá del alivio sanitario que significó para muchos brasileños de las zonas más pobres del país la existencia de Mais Medicos, detrás del programa se escondía una operación política para apoyar al PT y garantizarle los votos de las clases más bajas. Quedaba claro que ese tipo de apoyo no iba a prolongarse con Bolsonaro. De ahí que fuera solo cuestión de tiempo que el castrismo sacara a sus profesionales de la salud de territorio brasileño. Ahora queda preguntarse cuántos de ellos realmente regresarán.

El presidente electo de Brasil ha anunciado que otorgará asilo político a todos los galenos cubanos que lo soliciten y es de prever que un número considerable se acoja a ese beneficio. Quienes lo hagan perderán el derecho a regresar a su tierra por largos años, serán llamados traidores y, probablemente, su familia en la Isla reciba presiones. La batalla de las batas blancas apenas ha comenzado.

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Nota: Esta columna se publicó originalmente en la edición para América Latina de la cadena Deutsche Welle.

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