Yoani Sánchez: La Vía Sacra
La calle Reina, en Centro Habana. (14ymedio)
La pintura cae sobre las grietas, los huecos y el óxido del metal reventado dentro de las columnas y los techos. Una capa colorida que tapa telarañas, hendiduras y suciedades, como el maquillaje enmascara arrugas y cicatrices. La Habana se acicala para la llegada del papa Francisco. Son retocadas las fachadas de las calles por las que pasará el Obispo de Roma y a las que el humor popular ya ha rebautizado con sorna como la «Vía Sacra«. Es un colorete efímero, apurado, que la lluvia y los meses se encargarán de quitar.
A la gente, sin embargo, no han logrado camuflarla de optimismo. Sobre la piel y las preocupaciones no pegan los apurados brochazos de los pintores que tienen un cronograma por cumplir. Desde temprano, los habaneros salen con sus bolsas colgadas del hombro en busca de comida. «Ni porque viene el papa sacan algo en las tiendas», se queja una mujer en la esquina de Manrique y Salud, mientras una amiga le indica hacia la avenida de Galiano, donde «han llegado perritos calientes de los buenos», asegura.
Ante los vacíos refrigeradores de las tiendas no dejarán pasar a Bergoglio, por lo que el retoque no incluye simular que hay alimentos, ni disfrazar la escasez. ¡Nos hemos salvado así de los muslos de pollo de cartón y la leche en polvo hecha con arena! No hay cosméticos que tapen el descalabro económico que estamos viviendo. Así que las tarimas y los anaqueles de los mercados quedarán puertas adentro, alejados de toda la pompa de la comitiva papal.
Nuestra Vía Sacra es hueca, pura utilería, atrezo del más burdo, del menos creíble.