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Yoani Sánchez: Lázaro, el de los perros

Hace un alto, toma aliento y sigue arrastrando su piedra. El peregrino forma parte de los cientos que desde el lunes comenzaron su lento caminar desde La Habana hacia el Santuario del Rincón. Van movidos por la devoción a San Lázaro, el patrón de los enfermos y los desvalidos. En el camino se toparán con decenas de animales abandonados y maltratados, de esos que habitan todo el territorio. ¿Cuántos de los fieles compartirán su pan o su agua con esos perros, tan similares a los que acompañan la venerada imagen del viejo leproso?

En la víspera de este 17 de diciembre, los medios oficiales cubanos anunciaron que se alista un proyecto de ley para la protección de los animales. Las nuevas regulaciones incluyen la penalización del maltrato, además del establecimiento de un registro de supervisión e identificación de mascotas y el control sobre su comercialización. Una noticia largamente esperada y que los activistas han recibido con una sensación agridulce.

 

Las nuevas regulaciones incluyen la penalización del maltrato, además del establecimiento de un registro de supervisión e identificación de mascotas y el control sobre su comercialización

 

 

Por un lado, después de tantos años de exigencias y demandas, amplificadas en los últimos meses gracias a las redes sociales, la preparación de un cuerpo legal que proteja a los animales en Cuba es sin duda una victoria de un colectivo que no solo ha reclamado sin descanso, sino que se ha organizado para aliviar el sufrimiento de muchos perros y gatos abandonados, enfermos o atropellados a los que han salvado la vida y encontrado un hogar.

A pesar de realizar su labor sin reconocimiento jurídico, estos grupos han logrado crear pequeños refugios, gestionar esterilizaciones y ofrecer en adopción responsable a innumerables mascotas que de otra forma hubieran terminado bajo las ruedas de un vehículo, muriendo lentamente en las calles ante la desidia de los transeúntes o sacrificados cruelmente en el programa estatal de Zoonosis. Ahora, hay esperanzas de que organizaciones independientes como Cubanos en Defensa de los Animales (CEDA) y Protección de Animales de la Ciudad (PAC) puedan aprovechar ese futuro marco legal para realizar su trabajo con mayor efectividad y amplitud.

Sin embargo, hay una realidad que amarga tal optimismo: el mecanismo para poner en punta y aprobar una legislación es lento, angustioso y cargado de vericuetos burocráticos, ahora mismo hay miles de animales sufriendo en este país para los que las nuevas regulaciones llegarán demasiado tarde. A eso hay que agregar que entre buena parte de la población hay un profundo menosprecio a la vida de caballos, mulos, cerdos, perros, gatos y otros animales que habitan la naturaleza. Ni en el seno de muchas familias ni en las escuelas hay una cultura que fomente el respeto a esos seres vivos.

Es frecuente ver niños que, desde pequeños, se dedican a destrozar las ramas de un árbol sin que nadie les llame la atención: apedrear gatos en las calles, maltratar perros vagabundos, aplastar lagartijas, romper nidos de pájaros y alardear de haber exterminado varias ranas de una sola vez. La violencia y el maltrato contra los animales que se ve en Cuba es una evidencia de la deshumanización y de la pérdida de valores éticos que se ha profundizado en las últimas décadas con los experimentos sociales para crear un hombre nuevo que ha terminado por ser, en la mayoría de los casos, irrespetuoso con la naturaleza e incapaz de sensibilizarse cuando un perro o un gato les pide «con inundados ojos la caricia de una palabra», como diría el escritor Jorge Zalamea.

 

 

Se nota en quienes son capaces de abandonar en las calles un animal porque se van de viaje y ya no pueden tenerlo, como si un perro fuera un par de zapatos que cuando ya no sirven se lanzan al latón de basura

 

 

Parte de nuestra humanidad la hemos perdido en el camino. Se nota en quienes son capaces de abandonar en las calles un animal porque se van de viaje y ya no pueden tenerlo, como si un perro fuera un par de zapatos que cuando ya no sirven se lanzan al latón de basura. Son los mismos que dejan en medio del campo al gato que les acompañó toda la vida porque ya está viejo y lo hacen delante de sus niños, que cuando crezcan y su padre envejezca querrán buscar un lugar donde dejarlo y desentenderse.

Buena parte de los peregrinos que hacen camino este martes, día del piadoso San Lázaro o Babalú Ayé, encenderán velas, gastarán grandes recursos para pagar una promesa o arrastrarán kilómetros una pesada piedra, sin percatarse de que alimentar o recoger a un perro abandonado quizás sea el mejor homenaje al viejo de las muletas y de los satos que le lamen las llagas.

 

 

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