Yoani Sánchez: ¿Podría ocurrir una pronta liberación de presos políticos en Cuba?
Emoción, alegría, alivio. Así fue la mezcla de sensaciones que vivieron los familiares de los 222 presos políticos que este jueves fueron liberados en Nicaragua y trasladados en avión a Estados Unidos. La excarcelación, combinada con el destierro, forma parte de una estrategia del régimen de Daniel Ortega para deshacerse de sus opositores y, de paso, arrancarle algunas concesiones a la comunidad internacional a cambio de este gesto.
Como buen discípulo de La Habana, el caudillo nicaragüense sabe que todo sistema autoritario debe tener cartas de canje para presionar a los gobiernos democráticos y lograr de esta forma ciertos resultados, ya sean económicos o de índole diplomática. El paso dado por Managua es una copia al carbón de lo que hiciera Fidel Castro con los disidentes y periodistas independientes arrestados en la Primavera Negra de 2003. Tras años en la cárcel, muchos de aquellos prisioneros políticos fueron forzados al exilio en España.
Ahora que el alumno nicaragüense ha dado muestras de seguir el guion castrista, vale la pena preguntarse si Miguel Díaz-Canel planea un gesto similar. En su poder tiene a más de un millar de prisioneros políticos, la mayoría de ellos arrestados por las protestas populares del 11 de julio de 2021 y condenados a penas de prisión que llegan hasta los 30 años. Con esa cantidad de vidas en sus manos, la Plaza de la Revolución siente que puede forzar a la comunidad internacional a realizar algunas concesiones.
Las exigencias del oficialismo cubano ya han sido esbozadas claramente y van dirigidas en especial al gobierno de Estados Unidos: que saque a la isla de la lista de países patrocinadores del terrorismo, flexibilice los mecanismos para hacer llegar remesas y turistas a Cuba, además de bajar el tono de las críticas por las violaciones de derechos humanos y la represión de las voces disidentes. Para Díaz-Canel, los presos de conciencia son solo piezas que tienen valor en tanto se puedan intercambiar por prerrogativas y silencios.
La reciente visita a Cuba del cardenal Beniamino Stella, enviado del papa Francisco, y su llamado a excarcelar a los manifestantes del 11J, muestra parte del guion que podría seguirse en una negociación que, no por discreta, deja de ser percibida por quienes ya conocen la estrategia del castrismo de apresar disidentes para después intercambiarlos por bienes o gestos diplomáticos. Al igual que Ortega, en Nicaragua, al régimen cubano le urge una inyección de recursos y desinflar la presión social que se ha acumulado dentro del país.
Sin embargo, hay tácticas que de tanto usarse se desgastan y pierden efectividad. El destierro forzado de los prisioneros de la Primavera Negra cubana no cortó de raíz la inconformidad, algo que las protestas populares de hace año y medio dejaron en evidencia. Tampoco hay aviones suficientes para sacar de Cuba, ni países dispuestos a recibir a los millones de ciudadanos que rechazan el modelo político impuesto hace seis décadas y reclaman un cambio democrático.
Ortega es un caudillo en su ocaso que caerá bajo las ansias de apertura de los nicaragüenses y Díaz-Canel puede estar planificando librarse de sus presos políticos pero no tiene manera de extirpar la inconformidad que terminará sacándolo de la silla presidencial.