Yoani Sánchez: Y la chispa prendió…
Lo ocurrido es el resultado de más de medio siglo de intentar subordinar el arte a la ideología sin aceptar matices
A oscuras por momentos o solo con las luces de los teléfonos móviles iluminando sus rostros, cientos de artistas se plantaron hasta la madrugada de este sábado frente el Ministerio de Cultura en La Habana. La pacífica protesta marca un precedente necesario y de impredecibles consecuencias en una Cuba donde muchos se acostumbraron a que «nada pasa», «todo está controlado desde arriba» o «no se mueve una hoja sin que lo ordene el Gobierno».
La detención del rapero contestatario Denís Solís, la huelga de hambre de varios activistas del Movimiento San Isidro y la entrada violenta en la sede de este grupo independiente, la noche del pasado jueves, fueron los detonantes para la concentración de cineastas, artistas plásticos, músicos y todo tipo de creadores frente a la casona de la calle 2 en El Vedado, pero el fermento de esa demostración llevaba décadas acumulándose.
Lo ocurrido es el resultado de más de medio siglo de intentar subordinar el arte a la ideología sin aceptar matices; años de parametrización, censura, purga, Quinquenio Gris, prebendas a cambio de silencio, exilio forzado de tantos creadores, tijeras podando nombres en las editoriales, los escenarios y las galerías. Este 27 de noviembre de 2020, todo ese magma acumulado -que en varios momentos ha provocado alguna que otra pequeña erupción o chispa- se desbordó en un acto público, con nutrida presencia y frente a una de las más temidas instituciones cubanas.
Este 27 de noviembre de 2020, todo ese magma acumulado -que en varios momentos ha provocado alguna que otra pequeña erupción o chispa- se desbordó en un acto público, con nutrida presencia y frente a una de las más temidas instituciones cubanas
A diferencia de 2007, cuando las autoridades culturales y los cancerberos de la intelectualidad lograron encauzar la «Guerrita de los emails» a una reunión -con un número limitado de participantes- en la Casa de las Américas, este viernes los artistas que protestaban tuvieron el buen tino de no dejarse dividir y de no aceptar la propuesta oficial de que solo 40 de ellos entraran a la sala Llauradó, una encerrona a todas luces, clásica de los manuales de la KGB y de la Stasi.
En lugar de eso, frente a la alta verja del ministerio se creó momentáneamente un gobierno democrático, plural y diverso que permitió a cada gremio elegir a sus representantes, tres decenas de personas a las que encargar sus reclamos para ser expuestos frente al viceministro Fernando Rojas, porque -claro está- el ministro nunca apareció, algo inexplicable en una Isla donde desde cualquier punto de la geografía se puede llegar a La Habana en menos de 12 horas si se viaja en auto y en menos de tres si se usa un avión.
La secuencia de lo sucedido durante el viernes fue casi cinematográfica: comenzó con la llegada de las primeras personas frente al ministerio alrededor de las once de la mañana, casi «cuatro gatos» -como tanto le gusta decir a la propaganda oficial para denostar a sus críticos-, después vino la manida justificación de una empleada de que el titular del sector, Alpidio Alonso, no estaba disponible para atenderlos y que funcionó como verdadera leña arrojada al fuego, para continuar con más y más artistas acudiendo al lugar para exigir un diálogo con las autoridades de la cultura.
La escena se completó con un extenso operativo policial en las inmediaciones, la prohibición de paso que sufrieron varios artistas y activistas que intentaron acercarse, además de un injustificado incidente violento contra un grupo que se dirigía al lugar y que fue rociado con espray por un cuerpo de uniformados que, de seguro, no estaba actuando por su cuenta sino que respondía a órdenes dictadas desde alguna oficina climatizada.
Ya en la madrugada y tras el encuentro con Rojas, los representantes salieron a contar los acuerdos alcanzados. Unos resultados que levantaron aplausos pero que también han generado críticas, una diatriba necesaria y esperada si de plantar la semilla de un país plural y democrático se trata. Mientras algunos creen que le arrebataron al poder la conquista de que revise sus procedimientos represivos y permita mayores libertades en la escena artística; otros advierten que puede ser una maniobra de distracción.
Todo es posible, porque algo así nunca había pasado de esta manera, en estas dimensiones y mucho menos en un contexto similar a este. Con un país sumido en la más profunda crisis económica que han vivido muchos de los jóvenes que se reunieron ayer ante el Ministerio de Cultura, con la generación histórica -que ha tenido a la Isla en un puño por más de 60 años- agonizando sin gloria ni legado y con una sociedad cansada de las carencias y soñando con maletas, vuelos y emigración… nadie puede predecir si los acuerdos de ayer son «lo mucho» o «lo poco».
Todo es posible, porque algo así nunca había pasado de esta manera, en estas dimensiones y mucho menos en un contexto similar a este
¿Qué pasará a partir de ahora? Algunos que han vivido anteriores decepciones, vaticinan que el Ministerio de Cultura no cumplirá con lo acordado, la propaganda oficial arreciará los ataques contra el Movimiento San Isidro y levantará una ola de supuestas demostraciones a favor del régimen a lo largo de la Isla. Quienes han experimentado anteriormente el cachumbambé de la ilusión y la frustración con hechos de este tipo, predicen llamados de la Seguridad del Estado a cada una de las cabezas más visibles de la protesta.
Por separado, en una oficina de interrogatorio de Villa Marista, con una mezcla de amenazas y promesas, muy probablemente podrán hacer que alguno se retracte o al menos se aleje de cualquier acción similar que ocurra en el futuro. Los medios controlados por el Partido Comunista publicarán declaraciones de artistas fieles que cuentan el «enorme respaldo y libertad» que les ofrece para su creación el Ministerio de Cultura y parte de los que reclamaban partirán a otro país a hacer un doctorado, crear una familia u olvidar la Isla que dejaron atrás.
Todo eso puede suceder y mucho más, pero es mejor optar por la película en que los sucesos de la calle 2 dan paso a situaciones nuevas, regeneradoras de la esperanza y que constituyan el embrión del cambio que tantos deseamos para nuestro país. Un cambio que se impulse no desde la violencia sino desde el reclamo pacífico de personas que crean, aman y dialogan. Yo opto por ese guion, porque del otro ya he visto una interminable película toda mi vida.