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New York Times / Editorial: Visiones de Trumptopía

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Si había un tema unificador en la campaña del Presidente Trump, era su promesa de servir a los «hombres y mujeres olvidados» de Estados Unidos, personas trabajadoras abandonadas por la economía y Washington.

En su discurso del martes por la noche ante una sesión conjunta del Congreso, el Sr. Trump se presentó como alguien que ha iniciado agresivamente la defensa de la causa de los trabajadores, además de prometer una nueva era de aumento de salarios, fábricas y minas de carbón ajetreadas, aire y agua chispeantes,  y un sistema de salud más barato y mejor, todo ello detrás de una «gran, gran muralla.» Dijo algunas mentiras, pero en buena medida mantuvo sus ojos clavados en su teleprompter y su discurso lució atenuado. Incluso inició sus palabras con una condena -esperada desde hace mucho tiempo-  del odio «en todas sus horribles formas».

Oímos de nuevo la misma clase de promesas y afirmaciones de una futura América Edénica, una especie de Trumptopía, que caracterizó su campaña. No explicó cómo lo haría, y mucho menos cómo se financiará; de hecho, sonaba a veces como si todavía estuviera compitiendo por el cargo, en lugar de aceptar el hecho de que debe comenzar a ejercerlo. A lo largo de sus primeras semanas, Trump ha mostrado pocas señales de que va a realizar algo en favor de los trabajadores estadounidenses más allá de cualquier satisfacción que puedan derivar de verlo desafiar al establishment de Washington y atacar a los medios de comunicación  basados en la realidad.

A Trump le gusta describir su caótico primer mes como «promesas cumplidas». ¿En serio?  ¿Recuerda cómo prometió durante la campaña que arreglaría «inmediatamente» Obamacare,  y que entregaría «un gran sistema de salud por una fracción del precio existente»? Ni siquiera ha colocado un plan sobre la mesa. El lunes, se quejó a los gobernadores de la nación de que «nadie sabía» que reemplazar Obamacare «podría ser tan complicado».

Al igual que en la campaña, Trump también prometió el martes por la noche acelerar el crecimiento económico con un plan de infraestructura de un trillón de dólares. «La infraestructura en ruinas», destacó, «será reemplazada por nuevos caminos, puentes, túneles, aeropuertos y ferrocarriles deslumbrantes a lo largo de nuestra muy, muy hermosa tierra.» Suena genial. ¿Cuál es el plan? ¿Cómo lo pagaremos? No lo dijo. También renovó su promesa de un «alivio fiscal masivo» para la clase media – pero una vez más no hay detalles a la vista.

Apenas se inicia esta presidencia -aunque es seguro que no se siente así- y el señor Trump todavía puede mantener algunos de sus proliferantes compromisos con los estadounidenses.

Pero los planes que ha presentado hasta ahora, y las pocas acciones que ha tomado, no son buenos presagios. Propone recortar los programas de salud, además de programas para discapacitados y de formación laboral que son vitales para la población trabajadora y los sectores pobres. La primera gran iniciativa del Sr. Trump fue una draconiana prohibición de inmigración, en la actualidad atascada en las cortes, que causó problemas a las empresas desde Silicon Valley hasta Wisconsin. El Sr. Trump indicó con orgullo que una de las primeras decisiones del gobierno fue la congelación de la contratación federal, pero parece que no está consciente de que esos empleos no están sólo en Washington, sino en comunidades de todo el país.

El Sr. Trump ha iniciado con éxito un ataque a nivel nacional contra inmigrantes no autorizados, y ya está destrozando familias e interrumpiendo negocios, y es probable que ello cueste miles de millones sin mejorar la fortuna de los trabajadores pobres. El martes insinuó la posibilidad de apoyar algún tipo de reforma en materia de inmigración «basada en méritos» que haría que las familias con problemas «sean muy felices».

De nuevo, esta última parte suena muy bien. Pero es difícil evitar la conclusión de que, hasta el momento, el único pueblo trabajador al que el presidente ha beneficiado realmente son los miembros de su propia familia, que utilizan su presidencia como una oportunidad para el desarrollo de marcas, y los ex funcionarios de campaña que hoy cobran como cabilderos en Washington.

Sin embargo, Trump ciertamente no ha olvidado a los «hombres y mujeres olvidados» de Estados Unidos. La Casa Blanca está alimentando asiduamente sus miedos, agravios y prejuicios y vendiendo fotografías como logros con el fin de retratar a un presidente indisciplinado y desenfocado como un «Presidente de Acción, un Presidente de Impacto».

Mientras tanto, él y sus ayudantes han usado las protestas de los estadounidenses indignados por sus payasadas para crear la apariencia de una presidencia activista. Los programas de televisión por cable están siempre en el Ala Oeste, donde a Stephen Bannon le encanta ver imágenes de televisión en pantalla dividida con el Sr. Trump reuniéndose con ejecutivos de negocios por un lado y las manifestaciones de protesta de la oposición por el otro.

El Sr. Trump concluyó su discurso ante el Congreso recordando los logros históricos de «los constructores y artistas e inventores del país», e imaginando lo que los estadounidenses pueden lograr hoy. Es hora de que el presidente estadounidense haga también su trabajo.

Traducción: Marcos Villasmil


NOTA ORIGINAL:

The New York Times

Visions of Trumptopia

Editorial Board

If there was a unifying theme to President Trump’s campaign, it was his pledge to serve America’s “forgotten men and women,” working people forsaken by the economy and Washington.

In his speech Tuesday night to a joint session of Congress, Mr. Trump presented himself as having made an aggressive start at championing the cause of working people, and promised a new era of rising wages, bustling factories and coal mines, sparkling air and water, and cheaper and better health care, all behind a “great great wall.” He told a few whoppers, but largely kept his eyes riveted to his teleprompter and his delivery subdued. He even opened his speech with a long-overdue condemnation of hate “in all of its very ugly forms.”

We heard again the same sorts of gauzy promises and assertions of a future Edenic America, a sort of Trumptopia, that characterized his campaign. He didn’t explain how he would get it all done, much less pay for any of it; indeed, it sounded at times as though he were still running for the job, rather than confronted with actually doing it. Across his first few weeks in office, Mr. Trump has shown little sign of delivering anything for working Americans beyond whatever satisfaction they may derive from watching him bait the Washington establishment and attack the reality-based media.

Mr. Trump likes to describe his chaotic first month as “promises kept.” Really? Remember how he promised during the campaign to “immediately” fix Obamacare and deliver “great health care for a fraction of the price”? He hasn’t even put a plan on the table. On Monday, he complained to the nation’s governors that “nobody knew” replacing Obamacare “could be so complicated.”

As in the campaign, Mr. Trump also promised Tuesday night to accelerate economic growth with a $1 trillion infrastructure plan. “Crumbling infrastructure,” he said, “will be replaced with new roads, bridges, tunnels, airports and railways, gleaming across our very, very beautiful land.” Sounds great. What’s the plan? How will we pay for it? He wasn’t saying. He also renewed his promise of “massive tax relief” for the middle class — but once again there are no details in sight.

It is very early yet in this presidency — though it sure doesn’t feel that way — and Mr. Trump may yet keep some of his proliferating commitments to Americans.

But the plans he has put forward so far, and the few actions he has taken, do not bode well. He proposes to cut the health, disability and job-training programs that working people, as well as the poor, rely upon. Mr. Trump’s first big initiative was a draconian immigration ban, now mired in court challenges, that’s caused problems for businesses from Silicon Valley to Wisconsin. Mr. Trump proudly noted Tuesday that one of the administration’s first orders froze federal hiring, but he seems unaware that those jobs aren’t only in Washington, they’re in communities across the nation.

Mr. Trump has successfully started a national assault on unauthorized immigrants — and it is already tearing families apart and disrupting businesses, and is likely to cost billions without improving the fortunes of the working poor. On Tuesday he dangled the possibility of supporting some form of “merit based” immigration reform that would make struggling families “very very happy indeed.”

Again, that last bit sounds really nice. But it’s hard to escape the conclusion that, so far, the only working people the president has really delivered for are members of his own family, who are using his presidency as a brand-building opportunity, and former campaign officials, who are cashing in as lobbyists in Washington.

Yet Mr. Trump has certainly not forgotten America’s “forgotten men and women.” The White House is assiduously stoking their fears, grievances and prejudices, and selling photo-ops as accomplishments in order to portray an undisciplined, unfocused president as “President Action, President Impact.”

Meanwhile, he and his aides have counted on the protests of Americans outraged by his antics to create the appearance of an activist presidency. The cable shows are always on in the West Wing, where Stephen Bannon loves seeing split-screen television images with Mr. Trump meeting business executives on one side and opposition protest rallies on the other.

Mr. Trump closed his address to Congress by recalling the historic accomplishments of “the country’s builders and artists and inventors” and imagining what Americans can accomplish today. It’s time for the American president to do his job as well.

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