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100 años de la tesis de bachillerato de Uslar Pietri

 

Arturo Uslar Pietri en su laberinto: a 20 años de su muerte [1] – Prodavinci

 

 

El pasado 27 de diciembre, se cumplieron 100 años de la aprobación de la tesis de Arturo Uslar Pietri para optar al título de Bachiller en Filosofía y Letras. El Dr. Tomás González, quien conserva en su colección un ejemplar de la misma publicado en 1924 por la Tipografía Vargas, hizo llegar a Prodavinci una copia.  Wolfgang Gil la reseña.

 

 

 ¿Qué es real? ¿Cómo defines lo real? Si estás hablando de lo que puedes sentir, lo que puedes oler, lo que puedes saborear y ver, entonces lo real son simplemente señales eléctricas interpretadas por tu cerebro.

Morfeo a Neo en Matrix (Hermanas Wachoswki, 1999)

 

En la vida, esos momentos en que algo mueve nuestros cimientos son trascendentales. En esas ocasiones, nuestra visión convencional sufre un derrumbe. Muchas veces, esa experiencia ocurre cuando se tiene un primer contacto con la filosofía. Tal como sucedía cuando los jóvenes atenienses se topaban con Sócrates y eran transformados por medio de su refutación purificadora.

En el tercer capítulo de la novela Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri, uno de los personajes, Fernando Fonta, joven heredero de los dueños de la hacienda El Altar, viaja a Caracas para estudiar. La ciudad colonial todavía es apacible, a pesar de que pronto comenzarán los tiempos tormentosos de la independencia. En la universidad, a causa del contacto con los estudios filosóficos, Fernando sufre una metamorfosis mental. El joven, proveniente de un ambiente bucólico, se encuentra fascinado por el orden de los conceptos.

Sentía la ebriedad de ir comprendiendo. Estudiaba lógica; lo admiraba el diáfano mecanismo del pensamiento, las proposiciones universales y las contrarias y las contradictorias; las reglas del silogismo. «Barbaracelarent, darii»… La prueba ontológica de Dios. Ya no era el mismo. El problema de los universales, si los géneros y las especies… Estaba cambiado. Era una linda cosa eso de cerrar los ojos y ponerse a caminar por dentro del espíritu. Prescindir de la realidad. ¿De cuál realidad?

Podemos conjeturar que esta vivencia del personaje es una proyección de la experiencia del propio Uslar Pietri. Uslar también fue un niño criado en la provincia que, al igual que Fernando, viaja a la capital por motivos de estudios. Para graduarse de secundaria, escribe una tesina titulada “Todo es subjetividad”, la cual era un requisito para obtener el grado de bachiller en filosofía y letras. Este trabajo sorprende por los conocimientos que expone y por lo bien redactada que está para un muchacho de apenas diecisiete años. Antes de estudiar ese trabajo de filósofo primerizo, debemos conocer el contexto histórico.

 

 

El pequeño Arturo

Este insigne venezolano nace en Caracas el 16 de mayo de 1906. Su alumbramiento tiene lugar en una casa situada entre las tradicionales esquinas de Romualda y Manduca.​ Fue hijo de Arturo Uslar Santamaría y de Helena Pietri Paúl de Uslar. Su madre era hija del médico y general Juan Pietri Pietri, quien tuvo una gran participación en la política y murió siendo vicepresidente de Gómez. Además, entre sus antepasados se incluye a Johann von Uslar, ​un oficial alemán que luchó en la batalla de Waterloo, para luego venir a luchar por la independencia de Venezuela. Como puede apreciarse, Uslar Pietri proviene de una familia de tradiciones militares.

Rafael Arráiz Lucca, en su biografía, Arturo Uslar Pietri (Caracas, Biblioteca Biográfica Venezolana #27, Editora El Nacional, 2010), conjetura que dicha tradición castrense pudo haber sido rota por la influencia de su madre. Ella le inculcó al niño Uslar el interés por la lectura. Su padre, por su parte, le narraba con fervor los episodios de la historia nacional en los que sus antepasados tuvieron un papel significativo. Así, la historia del país era para él algo cercano y personal.

En 1922, se muda con su familia a Maracay. En esa misma ciudad, escribe unos versos para el semanario Paz y labor de Maracay. A finales de ese año, sufre un paludismo severo que obliga a los médicos sugerir el cambio de aires a una zona más saludable. La familia se instala entonces en Los Teques, una ciudad célebre por su clima idóneo para combatir este mal. Allí finaliza el bachillerato en el Liceo San José, un internado de renombre. Allí también entabla amistad con otro compañero que lo seguirá toda la vida, pese a las diferencias políticas que se harán evidentes más adelante, Miguel Otero Silva.

Al año siguiente, en 1923, publica su primer relato en la revista Billiken: “El silencio del desierto”, así como poemas y artículos. En las dedicatorias de estos textos se reflejan sus sentimientos de entonces o sus autores admirados. Las muestras afectivas son para Juan Vicente Gómez Núñez y Armando Zuloaga Blanco, las elogiosas para Andrés Mata y Pedro Emilio Coll.

El 23 de octubre de 1923 se gradúa de bachiller en el Liceo San José de Los Teques, pero como era la norma jurídica de entonces, el título de bachiller lo otorgaba la Universidad Central de Venezuela, hecho que ocurre el 16 de enero de 1924, tras haber presentado su tesis sobre la subjetividad.

La salud del joven Uslar se recupera notablemente en Los Teques, por lo que sus padres vuelven a su hogar de Maracay. Desde 1924 el muchacho, que está a punto de cumplir dieciocho años, se traslada a Caracas, donde alquila un cuarto en una pensión, como solían hacer los jóvenes del interior que venían a estudiar a la capital, y se matricula en la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la Universidad Central de Venezuela.

En esa época, la universidad poseía una oferta académica muy limitada: Medicina, Ingeniería y Derecho. Uslar elige la carrera de Derecho, pues era la más humanística. Está convencido de su vocación literaria. Todavía no ha sido tentado por los cantos de sirena de la política.

La pequeña monografía

Como vimos, el personaje novelesco Fernando Fonta se pregunta qué es la realidad, la cuestión metafísica fundamental. Esa misma pregunta debe haber acuciado al joven Arturo. En su tesina, el joven pensador afirma que «la realidad es una construcción subjetiva». En otras palabras, la realidad no es algo que existe de forma independiente de la mente humana, sino que es algo que construimos a través de nuestra percepción.

Al abrir la tesis, nos topamos con el veredicto aprobatorio de los jurados designados por la Universidad Central de Venezuela. Todos ellos, intelectuales de renombre: Juan de Dios Méndez y Mendoza, J. R. Ayala y, ni más ni menos, José Antonio Ramos Sucre.

En el frontispicio de la monografía, aparece un epígrafe de Emmanuel Kant: «El espacio y el tiempo son condiciones de nuestra subjetividad». Esto ya es una pista sobre la tendencia de la investigación. Una pista que puede confundirnos, pues podemos creer que los intereses del investigador son epistemológicos, es decir, que se reducen a la teoría del conocimiento. Mucho menos parece interesado en la incognoscibilidad de la “cosa en sí” kantiana.

Entra en materia con una sección que denominó “Generalidades”, la cual viene a constituir una especie de Introducción. Allí el autor distingue entre los fenómenos objetivos, los que provienen del mundo exterior, y los propios del sujeto, que denomina res cogitata. Luego, sin anunciarnos cuál es su tesis principal, nos adelanta que la monografía se desarrollará gradualmente en tres partes (p. 10)

El argumento conceptual 

La monografía tiene una primera parte cuyo título es: “El mundo sensible en último análisis”. Esta sección es de naturaleza epistemológica. Por tanto, aquí desarrolla su teoría del conocimiento.

Respecto al conocimiento del mundo exterior, Uslar toma partido por la doctrina “interpretacionista”, propia del realismo crítico de la ciencia moderna. Esta concepción la encontramos en los atomistas griegos y en Locke. No percibimos la realidad material tal como es, sino como nuestro sistema nervioso procesa los estímulos externos.

El mundo sensible es la mera representación que dan nuestros órganos sensoriales a los movimientos vibratorios de la substancia imponderable (…) Por mano de la ciencia el mundo ha quedado vacuo y desnudo, falta desnudar aún más, y esta es la obra de la razón libre y pura. (p. 14).

Cuando comenzamos a leer la tesina de Uslar, podemos confundirnos y creer que se trata de una exaltación del subjetivismo y del relativismo propios del positivismo. Pronto veremos que no es así.

La segunda parte se intitula: “El Cosmos como realidad objetiva y material”. Esta sección es de naturaleza ontológica. Pretende establecer la consistencia del universo físico. Veremos que aquí tiene lugar un interesante giro. Si bien Uslar comienza adoptando el interpretacionismo, terminará negando los supuestos materialistas del cientificismo.

Ella (la materia) es un absurdo y un imposible, cuando se discierne de su origen, en la Metafísica. No existiendo ella¿Qué somos los seres, entonces? (p. 19).

Luego comenzamos a ver, con sorpresa, que conduce el realismo critico un paso más allá. Este brillante muchacho nos lleva a un territorio inexplorado. De repente, nos encontramos en los dominios del obispo Berkeley, quien afirmó que los seres se reducen a nuestra representación subjetiva de ellos. En otras palabras, Berkeley propuso que “el ser de las cosas” es su “ser percibidas”. De hecho, la sustancia no sería la materia, sino únicamente su sustrato espiritual.

La Tercera parte se intitula: “La idea, única esencia y existencia”. Esta sección es naturaleza metafísica y teológica. Aquí tiene lugar un salto de la ontología a la especulación radical.

Lo más acorde con la lógica y la razón es el Idealismo subjetivo, nada hay fuera de nosotros, es decir, fuera de nuestro propio pensamiento, con él construimos in-mente un mundo mil veces superior al actual, con él nos remontamos al conocimiento verdadero y a la especulación racional, y no siendo posible la existencia de la materia, como hemos venido demostrando a las pocas luces de nuestro intelecto, como también lo absurdo del objetivismo ideal, hemos de reconocer, como lo más cuerdo, la pura existencia de la Idea, el concepto de Dios es la única esencia y la única existencia: eso somos y por eso existimos, el mundo exterior y todo lo que se nos presenta externo al propio pensamiento es sólo y meramente una proyección de la subjetividad, por lo cual no vacilamos en afirmar, que en el mismo seno de la Idea: todo es subjetividad. (p. 22).

Finalmente, llegamos a la conclusión de que no existe el universo físico. Todo es una proyección mental. Lo único que existe es Dios. Llama la atención que Uslar hace uso del argumento ontológico de San Anselmo para pasar de la esencia a la existencia por medio del pensamiento. Si Dios es lo más perfecto, no lo puedo pensar sino como existente. En caso contrario, no sería perfecto.

Como gran cierre especulativo, el autor afirma que somos pensamientos dentro de la mente de Dios. Esta posición parece muy similar a la de Shankara, el místico hindú del siglo nueve, quien afirmaba que el Absoluto, Brahman, es lo único real. En consecuencia, el mundo es fenómeno-ilusión. Aunque no parece que el joven Uslar conociera esta doctrina, las coincidencias son asombrosas.

Creemos oportuno agregar que Shankara es uno de los más grandes representantes de la mística no-dual. El pensador indio sostenía que el alma individual, Atman, es idéntica a la divinidad, Brahman. La divinidad no puede ser percibida como otra cosa que lo único real. Dios es pura conciencia. Es uno y todo, a la vez. Nuestra conciencia es una extensión de Dios, por esa razón podemos aprehenderlo de forma intuitiva. Todo esto tiene como consecuencia que la devoción, la cual supone a Dios como exterior, es un estado inferior a la gnosis, la experiencia directa de lo divino. No sabemos si Uslar llegó tan lejos como Shankara, respecto a la mística del alma. De todas maneras, podemos aventurar la hipótesis de que, de conocerla en ese entonces, la hubiese sentido afín a su propio pensamiento.

El narrador de conceptos

Jorge Luis Borges llegó a expresar admiración por Uslar: “Presentar a Arturo Uslar Pietri es presentar a muchos hombres, porque nuestro huésped puede decir, como Walt Whitman, el escritor americano por antonomasia: soy amplio y contengo muchedumbres”. Este elogio es muy justificado.

Uslar fue nuestro Goethe. Esto lo decimos porque fue un personaje clave para la elevación de la cultura venezolana. En primer lugar, fue un hombre del renacimiento, poseía muchos intereses y talentos. Destacó como escritor, poeta, político, diplomático y abogado. Además, fue testigo de excepción de la historia de las ideas de Venezuela y Latinoamérica.

En segundo lugar, asumió la vocación de elevar la cultura de los venezolanos. Su programa televisivo Valores humanos marcó a varias generaciones, señaló caminos hacia las humanidades y las ciencias.

Actualmente, la filosofía está en riesgo en muchas partes del mundo. Tanto los autoritarismos como los populismos quieren desterrarla de las aulas de clase. Vale la pena destacar que un país atrasado, como era la Venezuela de principios del siglo veinte, contara con una secundaria que impartiese conocimientos de filosofía de gran calidad.

Esta formación filosófica seguramente está en la base del desarrollo intelectual de Uslar Pietri. Hay que reconocer que nunca más abordó la filosofía de forma explícita y sistemática, pero está allí. Solo hay que entresacar su pensamiento filosófico de sus reflexiones sobre problemas culturales y políticos.

Por eso, es notable su temprana incursión en el terreno de la teoría pura. Esta incursión no parece haber tenido continuidad en su obra. No sabemos tampoco si estas convicciones especulativas juveniles lograron permanecer a través de lo largo de su vida. Sabemos que acostumbraba a declararse agnóstico, pero puede que se refiriera a las religiones positivas, es decir, devocionales. Con mucha suspicacia podemos llegar a pensar que, detrás de su sobria presencia y su hablar pausado, existía una oculta tentación gnóstica en su corazón.

Nos impresiona lo bien narrada de esta tesina. Ya es evidente la precocidad literaria. A pesar de que su forma clasifica en lo que se denomina no-ficción, se puede leer como una aventura intelectual. Como vimos, Uslar se preocupó por brindar un giro inesperado a la trama. Lo que parecía conducirnos al relativismo empirista termina en una grandiosa especulación metafísica.

Nos emociona fantasear que Fernando Fonta encontrara respuesta a su pregunta sobre la naturaleza de lo real. Al final, se le revela que todos somos pensamientos en la mente de Dios. Lamentablemente, quienes no han alcanzado la iluminación están atrapados dentro de una ilusión colectiva. Dicha prisión mental no es muy diferente a la maya del hinduismo, al camino de la opinión de Parménides o a la omnipresente realidad virtual de la cinta de ciencia ficción Matrix.

 

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