El presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Juan Guaidó, quien es reconocido por mas de 50 países como presidente interino de su país, podrá ser un mal orador, pero es la figura política más valiente e inspiradora que ha surgido en América Latina en muchos años.
Guaidó, de 36 años, corría el riesgo de ser detenido, torturado e incluso asesinado cuando regresó a Venezuela el lunes.
Se había ido secretamente a Colombia hace más de una semana, desafiando una orden del régimen venezolano que le prohibía abandonar el país. El viaje de Guaidó había sido para encabezar la entrega de ayuda humanitaria internacional a Venezuela, pero la dictadura de Nicolás Maduro bloqueó violentamente esa iniciativa en la frontera colombo-venezolana.
Muchos de quienes entrevistamos a Guaidó recientemente y seguimos la crisis de Venezuela de cerca temimos que el viaje de Guaidó a Colombia era una apuesta demasiado arriesgada.
Si no podía regresar, perdería gran parte de su peso político, porque no es lo mismo un presidente en el exilio que uno que da la pelea en casa. La actual cruzada por la democracia en Venezuela se hubiera desinflado, quizás por generaciones.
Y durante algunos días la semana pasada, hubo serias dudas sobre si Guaidó podría regresar. Fuentes diplomáticas bien ubicadas me dijeron que quienes habían ayudado a Guaidó a cruzar los puestos de control del ejército venezolano en la frontera ya no estaban “disponibles” para facilitar su regreso.
En otras palabras, los militares venezolanos que habían facilitado el cruce de Guaidó a Colombia habían desertado — más de 500 tropas venezolanas han cruzado hacia a Colombia durante la semana pasada— o ya no podían ayudarlo a volver una semana después.
Diplomáticos estadounidenses y latinoamericanos me dijeron antes de que Guaidó regresara a Venezuela que estaban preocupados por su seguridad personal. Cuando les pregunté por qué no podía cruzar la frontera por un lugar no vigilado, me dijeron que todas las carreteras entre la frontera y Caracas estaban repletas de retenes militares venezolanos, y que Guaidó podía ser detenido sin complicaciones en cualquiera de ellos.
Guaidó sería fácilmente detectable si viajaba en una caravana de automóviles, y sería difícil protegerlo si viajaba en un auto sin muchos escoltas. Podría ser detenido y asesinado en una carretera desierta, y el régimen de Maduro luego inventaría la historia de que había muerto en un tiroteo iniciado por sus guardaespaldas.
Guaidó decidió que su mejor apuesta era regresar en un vuelo comercial desde Panamá. En los últimos días, se reunió con los presidentes de Colombia, Brasil, Argentina, Chile, Paraguay y Ecuador, así como con el vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence, y les pidió que hicieran fuertes advertencias de que escalarían sus sanciones si era detenido a su llegada. Y así lo hicieron.
El lunes, los embajadores de España, Alemania, Países Bajos, y varios países latinoamericanos esperaron a Guaidó en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar en Maiquetía, cerca de Caracas, para ser testigos de lo que pudiera pasar allí. Minutos después, Guaidó tuiteó: “Ya en nuestra tierra amada!”.
Su siguiente tuit minutos más tarde anunció que se dirigía a Caracas, donde previamente había convocado una manifestación masiva de apoyo. Diplomáticos de varios países lo escoltaron de camino a la ciudad.
¿Por que Maduro no mandó arrestar a Guaidó? Puede que las fuerzas armadas venezolanas no hayan querido hacerlo, o que Maduro haya decidido que el costo político de arrestar a Guaidó en momentos en que todo el mundo estaba mirando era demasiado alto.
Pero está claro que Guaidó se fortaleció con su llegada al país. Ya antes de su regreso, era mucho más popular que Maduro. Una encuesta realizada por la firma Datanálisis en febrero mostró que si se celebrara una elección, Guaidó ganaría con el 77 por ciento de los votos, contra un 23 por ciento de Maduro. Probablemente, la popularidad de Guaidó se disparará aún más después de su audaz regreso a Venezuela.
Claro está que Maduro ahora tratará de ensuciar la imagen de Guaidó como sea. Siguiendo el guión cubano, intentará calumniar a la persona, porque sabe que luchar contra sus ideas es una causa perdida.
Pero dudo que tenga éxito: las acciones hablan más que las palabras, y Guaidó demostró que es un valiente. ¡Los venezolanos no se olvidarán de eso!