Derechos humanosDictaduraViolencia

Luis Betancourt Oteyza: «Un régimen de odio»

 

«Lo que cuenta es el valor para continuar»

Winston Spencer Churchill

 

En fecha 10 de octubre de 2018, con ocasión del horrible asesinato del Concejal Fernando Albán, aventado ya muerto por la ventana de un décimo piso, escribí un Desahogo titulado «El Desprecio por la Vida», que puedo reproducir hoy y aquí, en cuyo epígrafe citaba la sentencia maléfica de Ernesto «Che» Guevara, uno de los peores asesinos de nuestra realidad latinoamericana y mundial, con su apología al odio como valor y virtud de un revolucionario marxista leninista que vuelvo a citar por su docencia horrorosa, cruel e inhumana: «Por encima de todo debemos mantener vivo nuestro odio y realizarlo hasta el paroxismo. El odio como factor de lucha. El odio Intransigente contra el enemigo, el odio puede impulsar a un ser humano más allá de sus limitaciones naturales y convertirlo en una máquina para matar, fría, violenta, selectiva y eficaz». Estas palabras las escribió en las selvas bolivianas antes de ser ajusticiado como alimaña que era y hay que meditar sobre ellas. Ya en sus inicios de la aventura de la Sierra Maestra con su cómplice de alma, Fidel Castro, escribió cariñosamente a sus padres en Argentina, que había matado a un ser humano y les confesaba «haber disfrutado con ello». Eso era el «Che».

Magda und Joseph Goebbels mit Kindern
13518-37

No ha sido el único de los monstruos modernos; en la Alemania nazi encontramos carniceros como Reinhard Heydrich, la «Bestia Rubia», despiadado sobre todo con mujeres y niños; Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda -¿les suena?- que sufría trastornos narcisistas de personalidad y mató a sus seis hijos antes de su mujer y, afortunadamente, pegarse un tiro; Ernst Rohm, el brutal jefe de las SA, colectivos nazis, homosexual y sádico -¿también les suena?- liquidado por Hitler por temerle. Así con el «Che» hay otros ejemplos de bárbaros inhumanos que han tratado de ser emblemas ductores del norte de una revolución sangrienta y sólo han encarnado su crueldad.

La tortura en Venezuela – y en el mundo –  es de larga y ominosa data. Se ha practicado en presos indefensos para obtener información sobre el «enemigo» pero también ha sido un procedimiento de castigo al preso sin aparente utilidad, como las famosas panelas de hielo donde sentaban desnudos, una vez detenidos, a los adversarios de la dictadura de Pérez Jiménez, etc.

Pero ahora estamos ante una nueva dimensión de la tortura: La tortura como diversión, con todo detenido, como pasatiempo, un complemento al fichaje del preso; el desprecio por el indefenso.

La tortura no siempre implica daño físico, sino también, y por encima de todo, presión sicológica, daño emocional, como es el caso de fusilamientos frustrados o amenazas a esposas o hijos. Durante la Segunda Guerra Mundial, unos valerosos buzos italianos, Luigi Durano de la Penne y Vicenzo Martelloti, lograron colocar unas enormes cargas explosivas bajo el casco de los acorazados Queen Elizabeth y Valiant, entre otros navíos, surtos en la base de Alejandría, Egipto, pero al emerger fueron capturados por los ingleses; el Almirante Andrew Cunningham, jefe de la flota ordenó interrogarlos intensamente sin lograr información de la localización de las minas instaladas, y encerrarlos en el pañol del barco, polvorín, del Valiant, con la amenaza sicológica de volar con las cargas. El buzo Luigi de la Penne -tenía que tener ese nombre- esperó a que transcurriera el tiempo y al faltar sólo diez minutos de estallar la carga advirtió al comando del buque, para evitar pérdida de vidas innecesarias. Salió luego de la explosión y años después fue condecorado por su nobleza y valor por el Capitán Charles Morgan, comandante inglés del barco. Resistió la tortura sicológica y cumplió.

Hoy estamos ante un hecho novedoso y horrible, traído de Alemania comunista, vía Cuba castrista: la tortura sin fin de un ciudadano, el Capitán de Corbeta Rafael Acosta Arévalo (Mayor en su equivalente a otros componentes) detenido, secuestrado y horriblemente torturado físicamente hasta llevarlo a la muerte; muerte casi ocurrida ante un juez, el Tercero Militar, alcahuete como todos, funcionarios de una cadena de horror y no de justicia, suficientemente cobarde para aterrado pedir que se llevaran de su presencia lo que ya era un muerto; al día siguiente falleció el Capitán de Corbeta en el hospital militar porque no había nada que hacer por él. Fue secuestrado un 21 de junio de 2019, domingo, presentado al tribunal (?) siete días después, y murió el 28 de junio. Sólo soportó a sus esbirros siete días, siete de tormento, para acabar con la vida de un ser humano, ciudadano y, además miembro, de nuestras FAN, nada más.

¿Quiénes hicieron esto? Según la alcahueta mayor del régimen, esa especie de bailarina exótica vestida de muchachito, de apellido Saab, que presurosa salió a imputar a dos pobres infelices de la maquinaria tenebrosa, agarrados por pendejos y engrasados: Un teniente Ascanio Antonio Tarascio y un sargento Estiben José Zárate, ambos de la GN; dos aparecidos, choferes de la muerte sin ninguna responsabilidad en nada, ni siquiera de sus vidas, dos esbirros. Pero todo esto es anecdótico, casualmente anecdótico.

Lo sustancial es ¿por qué el Capitán de Corbeta Rafael Acosta Arévalo fue detenido y secuestrado en las ergástulas del SEBIN o de la DGCIM? ¿ Quién dio la orden? ¿Fue el inefable Gral. Hernández Dala? ¿Por qué y para qué lo hizo? ¿Una razón personal o familiar? ¿Por que ordenó su tormento mortal? ¿Qué buscaba Hernández Dala? ¿Actuó por instrucciones de Padrino o de Maduro? ¿Cómo se puede andar por ahí secuestrando civiles y militares para causar daño y temor, como decía Lenin, sin consecuencias? No darán respuestas a estas interrogantes porque desprecian a todos, fieles a Lenin y al Che desprecian a la vida; son los poderosos del momento. No importa, ha habido otros que han pagado su soberbia chupando el barro de sus pies.

Y por último, hay algo que resaltar en esta maléfica trama: La crueldad de las acciones, crueldad ajena a nosotros, a los venezolanos. Quiero recordar unas enseñanza de Vladimir Lenin, el primer monstruo del siglo XX, y antes de Hitler, cuando el 19 de marzo de 1922 recomendó: «Un momento como el del hambre y la desesperación es único para crear entre las masas campesinas en general una disposición que nos garantice su simpatía o, en cualquier caso, su neutralidad» para agregar luego «El Hambre destruirá así mismo la fe no solo en el Zar, sino también en Dios». El hambre siempre ha pertenecido a la tetrarquía comunista: los otros tres elementos son el terror, la esclavitud, y, evidentemente, el fracaso, el sempiterno e incorregible fracaso.

Estamos inmersos en este proceso de sumisión por terror y hambre que nos aplican unos malhechores, encabezados por Nicolás Maduro, que no es venezolano ni colombiano, sino cubano de corazón e intención; los hermanos Rodríguez, que han declarado que nos cobrarán a los venezolanos la muerte de su padre, procesado y castigado, pero que el odio que llevan en sus corazones no los deja vivir, ni familiarmente; y un militar traidor, en los términos que sí tipifica nuestra legislación, y no ese que construyen a conveniencia para la disidencia.

¿Hasta cuándo nuestras ciudades, estados y guarniciones militares van a soportar esta tragedia que vivimos los venezolanos? Los civiles, con Juan Guaidó y María Corina Machado, ya hemos dado varios pasos al frente ¿qué esperan nuestros jóvenes oficiales de las FAN? ¡ Que Dios y la Virgen nos acompañen y nos ayuden a liberarnos! ¡ Venezuela merece otra oportunidad y el momento ha llegado! ¡Ya basta!

 

Caracas, 2 de julio de 2019

 

 

Botón volver arriba