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80 años del golpe al general Medina

derrocado Medina

 

 

“No resulta hiperbólico afirmar que la determinante mayoría de los venezolanos, de todos los estratos sociales, saludó jubilosamente el advenimiento de octubre. Desfilaron por Miraflores los representantes de todos los organismos económicos, desde las Federaciones Industriales hasta los sindicatos obreros, a ofrecer su cálido apoyo al nuevo orden de cosas. Y estudiantes, maestros, profesionales, campesinos y obreros, se echaron a la calle, jubilosamente, a festejar la victoria.”

Quien escribe es Rómulo Betancourt, en Venezuela Política y Petróleo, su magnífico y esclarecedor documento, cuya primera versión elaboró entre 1937-1939 mientras eludía la policía política, en la clandestinidad, como consigna en el prólogo de la primera edición que aparecería en 1956 bajo el sello de la Editorial Fondo de Cultura Económica de México, casi 20 años después. “Este libro, dice, ha tenido un proceso de elaboración tan accidentado como la propia vida de su autor”, que entonces se encontraba en Manatí, Mar Chiquita, Puerto Rico, exiliado, mientras en Venezuela mandaba el general Marcos Pérez Jiménez. El último militar al mando en un siglo, el XX, de militares al mando. O eso se creyó.

El párrafo inicial da cuenta del 18 de octubre de 1945 cuando cae el gobierno del general Isaías Medina Angarita, una fecha que divide la historia venezolana del siglo pasado, como señala hoy en estas mis páginas Ramón Escovar León al precisar que aquella fecha “clausuró el ciclo del positivismo político e inauguró la senda de la democracia liberal. Fue, a la vez, una alianza cívico-militar que dio origen a la llamada Revolución de Octubre, cuyos logros y tropiezos marcaron una época decisiva.”

La acción de armas de aquel jueves 18 fue vertiginosa y muy rápido se produjo el desmoronamiento del gobierno, tanto, relata Betancourt, que la acción popular no pudo hacerse sentir en la magnitud y proporción que habían previsto. Y, sin ninguna duda, apunta que el “gobierno de facto nació de un golpe de Estado típico y no de una bravía insurgencia popular. Lo que tenía de negativo tal circunstancia no necesita ser subrayado. Pero cualquiera que hubiere sido su origen, lo cierto es que estábamos animados de la indeclinable decisión de que el Gobierno provisional le diera al país el viraje revolucionario que reclamaba con apremio.”

La experiencia duró apenas tres años, el denominado trienio adeco (octubre 1945-noviembre 1948), de grandes avances políticos y sociales pero también de confrontaciones. Fue, subraya Betancourt, la culminación de “un proceso histórico indetenible”. “Y que sin la audaz actitud nuestra de conducirla y canalizarla (la Revolución), siempre hubiese estallado, pero con las solas características del motín cuartelario.”

El líder adeco, primer presidente de la democracia nacida de otro alzamiento militar, y popular, el del 23 de enero de 1958, admite que la fecha es controvertible. Pero tal debate le parecía un escarceo académico, ante “el hecho cumplido de la democratización institucional, del saneamiento inexorable de las prácticas administrativas y de la política petrolera enérgicamente nacionalista”. Estamos en octubre, 80 años más tarde.

 

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