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Los trazos más sensuales de Renoir

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«El paseo» (Pierre Auguste Renoir)

El Museo Thyssen redescubre al pintor impresionista en una retrospectiva en la que destaca el papel central de las sensaciones táctiles de sus lienzos

Pierre-Auguste Renoir siempre se ha caracterizado por ser uno de esos pintores impresionistas en los que la «sensualidad» y «la alegría de vivir» han sido una constante en su obra. Sin embargo, a pesar de ser uno de los artistas más reconocidos de este movimiento pictórico, a día de hoy sigue siendo un incomprendido. «Queremos entrar en sintonía con lo que pintaba. Eso es lo que llamamos intimidad y eso es lo que queremos trasladar al espectador», apunta Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen de Madrid y comisario deRenoir: intimidad, una retrospectiva que reúne alguna de las obras impresionistas más emblemáticas del francés, junto a su abundante producción como retratista, autor de paisajes y de escenas íntimas.

Desde sus primeras etapas, sus grandes triunfos siempre fueron los desnudos. «Fue en ellos donde asimiló todo lo que no había aprendido antes, la forma de medirse con otros maestro de la época y una forma de encontrar su sitio», destaca Solana sobre el papel central que ocupan las sensaciones táctiles en sus lienzos. «La sensación», apunta, «de que los cinco sentidos de Renoir funcionaban bien es la principal conclusión. Para él, eran lo más importante, incluso más que el cerebro». Para ello, cuentan con un testimonio de cada etapa de su obra, dividida en seis apartados que siguen un recorrido temático: Impresionismo: lo público y lo privado; Retratos de encargo; Placeres cotidianos; Paisajes del norte y del sur; La familia y su entorno; y, Bañistas.

A diferencia de la idea de los «estetas» de distanciar el arte y la vida, y de no asumir de manera fiel aspectos como el dolor y el placer que están representados en los cuadros, Renoir sentía «de manera ingenua» que el disfrute del arte debía tener continuidad con la vida. «Tenía graves perjuicios frente a los intelectuales. Pensaba que eran unos tarados y que sus sentidos no les funcionaban», comenta.

De esta forma, ante la «tendencia de celebrar la pintura trágica como algo heroico«, Solana ha defendido la postura de Renoir, a quien, cuando estaba enfermo e incapaz de sentarse ante el caballete, lo único que le daba alegría era continuar pintando. «Puede que haya más heroísmo ahí que dejarse llevar por la pintura trágica. La celebración de la vida es un arte«, ha dicho.

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Para recalcar este aspecto central de la sensibilidad del pintor y que está presente en su obra se han servido del título ‘Intimidad’, una forma de mostrar el deseo del artista de establecer una relación de proximidad con lo retratado: «Tendemos a celebrar la pintura trágica, como la de -Van Gogh, Munch- como la más heroica, pero puede haber más heroísmo en mantener ese espíritu de celebración, considerando que Renoir no siempre lo pasó bien y a veces lo pasó muy mal».

La exposición, divida en seis apartados, está compuesta por 78 obras procedentes de museos u colecciones de todo el mundo, como el Marmottan Monet de París, el Art Institute de Chicago, el Museo Pushkin de Moscú, el J. Paul Getty de Los Ángeles, la National Gallery de Londres o el Metropolitan de Nueva York. Además, el Thyssen ha querido ampliar la experiencia sensorial del espectador a través de referencias táctiles, olfativas y auditivas que permiten recrear la experiencia de estar en el paisaje pintado en ‘Mujer con sombrilla en un jardín’. «No es una recreación intelectual del cuadro, sino una forma de estar más cerca del corazón de Renoir», explica el comisario sobre esta novedad, que se completa con una locución que invita al espectador a modificar su modo de ver la obra.

Junto a la exposición, el museo ha programado un ciclo de cine relacionado con la pintura de Renoir y un curso monográfico sobre la representación de la intimidad en la pintura de finales del siglo XIX y principios del XX desde una perspectiva de género.

Con todo ello, el objetivo, tanto del museo como del artista, es que el espectador tome asiento y, aunque Renoir se haya vuelto uno de los impresionistas más difíciles, es de lo pocos capaz de ofrecer al espectador algo semejante al contacto físico aproximándose todo lo posible.

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