Democracia y PolíticaEconomía

The Economist: El Auge de Maduro

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Las empresas están transformando dinero en efectivo en concreto tan rápido como es posible

SI SE MIRA hacia el cielo en los distritos elegantes de Caracas, la capital de país con los más graves problemas económicos de América del Sur, se podrá ver algo sorprendente: grúas de construcción trabajando sobre ascendentes torres de oficinas. Decenas están por concluirse durante la recesión más grave en la historia de Venezuela. En una urbanización elegante, Las Mercedes, el estruendo de los martillos neumáticos comienza poco después de las 7 am. cada día de la semana.

Cerca de 400.000 metros cuadrados (4,3 millones de pies cuadrados) de espacio para oficinas y comercios están en construcción en la ciudad. «Esa es una cantidad significativa,» dice Carlos Alberto González Contreras, presidente de la Cámara Inmobiliaria de Venezuela. Esto no es una señal de optimismo de que el gobierno autoritario de Venezuela esté cerca de resolver los problemas económicos colosales que ha creado. Por el contrario, es una estratagema desesperada para hacer frente a ellos.

Las empresas con sede en Caracas tienen cuentas bancarias llenas de bolívares que se devalúan  rápidamente, y pocas opciones buenas para gastarlos. Bajo el complicado sistema de control de cambios de Venezuela, que ofrece dos tipos de cambio oficiales, es casi imposible convertir bolívares a dólares a una velocidad aceptable. Simplemente usar el dinero en efectivo para comprar una propiedad existente por lo general no funciona: dichas transacciones se realizan (ilegalmente) en dólares y se concretan fuera del país.Así, levantar nuevas torres es el camino a seguir.

La mano de obra es barata. El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, vocifera sobre repetidos aumentos en el salario mínimo (cuatro en lo que va de este año) como prueba de la generosidad de la «revolución bolivariana», iniciada por su fallecido predecesor, Hugo Chávez. Sin embargo, los aumentos no compensan la inflación, que ha llegado a un ritmo anual de 700%, según el FMI. A la tasa del mercado negro para el bolívar, que ha caído un 40% en el último mes, los trabajadores de la construcción ganan alrededor de $ 30 al mes.

Averiguar qué empresas están financiando la construcción es algo terriblemente difícil en la hoy sigilosa Caracas. Se dice que incluyen a las operadoras de redes de telefonía móvil, bancos y empresas farmacéuticas. Pernod Ricard, una compañía de bebidas francesa, abrió una moderna sede en Las Mercedes en agosto pasado como una «reafirmación de su compromiso» con Venezuela, pero en realidad compró el edificio en lugar de construirlo.

Aunque la enloquecida economía venezolana hace racionales los proyectos de construcción, no los hace fáciles: Los materiales son escasos, el robo en los lugares de trabajo es común.

El auge de la construcción se limita a Caracas. La construcción de viviendas residenciales por el sector privado está «prácticamente paralizada», dice González Contreras. En 2010, se construyeron 90.000 viviendas en el país. Se espera que este año se construyan apenas 5.000.

Traducción: Marcos Villasmil


NOTA ORIGINAL:

THE ECONOMIST

Properties in Venezuela

Maduro’s boom

Companies are turning cash into concrete as fast as they can

LOOK skywards in posh districts of Caracas, the capital of South America’s most economically troubled country, and you will see something surprising: construction cranes at work on rising office towers. Dozens are nearing completion during Venezuela’s most severe recession ever. In the trendy Las Mercedes area, the din of pneumatic drills starts shortly after 7am every weekday.

About 400,000 square metres (4.3m square feet) of office and commercial space are under construction in the city. “That is a significant amount,” says Carlos Alberto González Contreras, president of Venezuela’s Real Estate Chamber. This is not a sign of optimism that Venezuela’s authoritarian government is anywhere close to solving the colossal economic problems it has created. On the contrary, it is a desperate stratagem for coping with them.

Companies based in Caracas have bank accounts full of fast-devaluing bolívares and few good options for spending them. Under Venezuela’s convoluted system of currency controls, featuring two official exchange rates, it is nearly impossible to convert bolívares into dollars at an acceptable rate. Just using the cash to buy existing property usually won’t work: such transactions are denominated (illegally) in dollars and settled outside the country. So putting up new towers is the way to go.

Labour is cheap. Venezuela’s president, Nicolás Maduro, trumpets repeated increases in the minimum wage (four so far this year) as evidence of the generosity of the “Bolivarian revolution”, begun by his late predecessor, Hugo Chávez. However, the rises do not make up for inflation, which is running at an annual rate of 700%, according to the IMF. At the black-market rate for the bolívar, which has dropped 40% in the past month, construction workers earn about $30 a month.

Figuring out which companies are financing construction is fiendishly difficult in secretive Caracas. They are said to include operators of mobile-phone networks, banks and pharmaceutical firms. Pernod Ricard, a French drinks company, opened a swanky headquarters in Las Mercedes last August as a “reaffirmation of its commitment” to Venezuela, but it bought the building rather than constructing it.

Though Venezuela’s nutty economy makes building projects rational, it does not make them easy. Materials are in short supply. Workplace theft is common.

The building boom is confined to Caracas. Residential construction by the private sector is “practically paralysed”, Mr González Contreras says. In 2010, it built 90,000 homes in the country. He expects that to fall to just 5,000 this year.

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