Cómo se derrumban las democracias
Por qué el populismo es un camino hacia la autocracia
Por último, la autoritarianización populista es probable que ponga en riesgo a países que, por lo general, creemos que son democracias estables. Una investigación reciente en ciencias políticas refuerza la idea de que las nuevas democracias se consolidan efectivamente en algún momento entre los 17 y 20 años después de que hayan sido establecidas. Sin embargo, la investigación muestra que el riesgo de disminución de los golpes de Estado es el factor principal que reduce el peligro de quiebra democrática de un país más allá de este marco de tiempo. Asimismo se da que la amenaza de autoritarianización no disminuye con el tiempo. Venezuela es un ejemplo de ello. Cuando Chávez fue elegido en el año 1998, Venezuela era la tercera más antigua democracia fuera del Occidente industrializado. Del mismo modo, Hungría y Polonia llegaron a ser considerados miembros del club de países democráticos pero, no obstante, han experimentado descensos significativos en relación al respeto de los principios democráticos.
Las fuerzas que impulsan el populismo no van a desaparecer pronto. En todo caso, un bajo rendimiento económico, la desilusión ante la corrupción, y la insatisfacción con el desempeño gubernamental continuarán avivando las llamas del populismo en todo el mundo. Esa es la razón por la cual no debe subestimarse su amenaza para el desarrollo democrático. El daño a la democracia causada por la oleada populista en Europa se ha limitado hasta ahora a Hungría y Polonia, porque las normas históricas de Europa, la fortaleza de las instituciones, y la experiencia democrática hasta ahora han amortiguado el impulso antidemocrático. El daño a la democracia es probable que sea más pronunciado en las democracias menos desarrolladas. Hasta ahora, Duterte ha vendido sus tácticas de hombre fuerte y una retórica ardiente como las soluciones a la desilusión de los ciudadanos filipinos con el crimen, la pobreza y la corrupción. Desde su llegada a la presidencia en junio, Duterte se ha movido rápidamente para suprimir a los rivales y ampliar su control personal, todo ello mientras promete reorientar la política exterior de su país fuera de la órbita norteamericana y más cerca de China y Rusia.
La mitigación de la amenaza populista a las normas y prácticas democráticas requerirá vigilancia y coordinación entre amplios sectores de las sociedades en situación de riesgo. El reconocimiento de las tácticas y el enfoque que los líderes actuales están utilizando para expandir su control es un primer paso necesario en el desarrollo de estrategias para contrarrestar esta tendencia. Las democracias frágiles están particularmente en riesgo, pero las democracias establecidas del mundo ciertamente no están exentas. Los ciudadanos de Europa y de los Estados Unidos deberían dudar antes de asumir que son invulnerables a un retroceso populista. Las tácticas de los populistas del presente pueden ser sutiles, pero si no se las controla, producirán graves consecuencias para la democracia global.
Traducción: Marcos Villasmil
______________________
NOTA ORIGINAL:
Foreign Affairs
How Democracies Fall Apart
Why Populism Is a Pathway to Autocracy
By Andrea Kendall-Taylor and Erica Frantz
Finally, populist-fueled authoritarianization is likely to put countries that we typically think of as stable democracies at risk. Recent political science research reinforces the idea that new democracies do indeed consolidate sometime between 17 and 20 years after they are established. However, the research shows that a declining risk of coups is the primary factor driving down a country’s risk of democratic failure beyond this time frame. The threat of authoritarianization, it turns out, does not diminish over time. Venezuela is a case in point. When Chávez was elected in 2002, Venezuela was the third-oldest democracy outside of the industrialized West. Likewise, Hungary and Poland were long assumed to be fixtures within the democratic club but nonetheless have experienced significant declines in respect for democratic principles.
The forces fueling populism aren’t going away anytime soon. If anything, economic underperformance, disillusion with corruption, and dissatisfaction with government performance will continue to fan the flames of populism across the globe. That is why the threat of populism to democratic development should not be underestimated. The damage to democracy caused by the populist surge in Europe has so far been limited to Hungary and Poland, because Europe’s long-standing norms, strength of institutions, and experience with democracy have so far buffered populism’s antidemocratic pull. The damage to democracy is likely to be more pronounced in less developed democracies. Already, Duterte has sold his strongman tactics and fiery rhetoric as the solution to his public’s disillusion with crime, poverty, and corruption. Since coming to office in June, Duterte has moved quickly to suppress challengers and expand his personal control—all while promising to reorient his country’s foreign policy away from the United States and more closely toward China and Russia.
Mitigating populism’s threat to democratic norms and practices will require vigilance and coordination among broad segments of at-risk societies. Recognition of the tactics and approach that today’s leaders are using to expand their control is a necessary first step in developing strategies to counter this trend. Fragile democracies are particularly at risk, but the world’s established democracies are certainly not exempt. Citizens in Europe and the United States should hesitate before assuming that they are invulnerable to a populist-driven backslide. The tactics of today’s populists might be subtle, but if left untamed, they will lead to grave consequences for global democracy.