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¿Podrá Cuba recuperarse de Irma?

Cojímar tras el paso del huracán Irma. (GETTY)

Si la reconstrucción de Cuba se percibía ya como una tarea titánica, después del huracán Irma todo será aún más difícil.

Cada huracán que azota a la Isla hace a los cubanos aún más pobres y complica la futura reconstrucción del país. Y es que Cuba es el país más indefenso de América Latina ante los embates de la naturaleza porque la dictadura militar le extirpó su activo más valioso: la libertad de su gente para crear riquezas y la flexibilidad inagotable del libre mercado.

El sistema socioeconómico marxista-leninista solo genera atraso y pobreza por su carácter asombrosamente improductivo. Increíblemente rígido y centralizado, encima es dirigido por una élite soberbia y corrupta que desprecia al pueblo que dice representar.

Baste decir que Raúl Castro, dos semanas después del paso del huracán, aún no se ha dignado a visitar las zonas afectadas. No solo es un hombre cruel —capaz de matar y hacer sufrir a sus compatriotas—, sino un incapaz como dirigente político. Lo que sí hizo el dictador fue lanzar las tropas especiales a las calles para evitar protestas, como las ocurridas en La Habana y Matanzas, y militarizar el país.

Castro II nombró a tres de sus principales generales como delegados suyos a cargo de toda la Isla, por encima del Partido Comunista (PCC), el Gobierno, el Ministerio del Interior (MININT), el Poder Popular y todas las organizaciones de la nación. En la región occidental (que incluye La Habana) puso al ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), Leopoldo Cintra Frías, en la región central a Joaquín Quintas Solá, y en la oriental a Ramón Espinosa.

Esos tres generales de tres estrellas son figuras claves de la Junta Militar. Los jefes de los tres ejércitos también han quedado subordinados a esa trilogía de generales, al mando directo de Castro II.

Esa militarización tiene el propósito de organizar las labores de reconstrucción prioritaria del sector turístico y de las instalaciones de actividades que generan divisas, a costa de sacrificar a los damnificados. Muchos cubanos comentan que esa prioridad obedece a que el turismo es la principal fuente de enriquecimiento que tienen el dictador y la claque militar que lo sustenta.

Pero hay más, Castro II ha puesto el país en manos de este triunvirato verde olivo para evitar que la indignación de la gente por la desidia gubernamental derive en protestas que podrían llevar a manifestaciones políticamente desestabilizadoras.

Luego del paso por la Isla de los huracanes Gustav, Ike y Paloma, en 2008, el Gobierno reportó daños por 10.000 millones de dólares. La cifra fue inflada por Castro II para recibir más ayuda internacional (que puso a la venta en las shoppings), pero ciertamente resultaron destruidas 63.000 viviendas, según cifras oficiales. Decenas de miles de familias perdieron los pocos muebles y bienes personales que poseían. Después llegaron los huracanes Sandy y Matthew, en 2012 y 2016 respectivamente, y en las provincias orientales arrasaron con miles de viviendas, e instalaciones de todo tipo, y las cosechas, etc.

Pues bien, antes de Irma la mayoría de aquellas viviendas no habían sido reconstruidas, o fueron levantadas a retazos por los interesados con lo que pudieron conseguir: desechos de madera, troncos de palmeras y otros árboles. Es decir, quedaron listas para ser arrasadas de nuevo, y fue lo que hizo Irma.

La desgracia de «construir el socialismo»

Este último huracán evidenció, nuevamente, la desgracia que significa «construir el socialismo». Es lo que ha depauperado a Cuba, que antes del castrismo era uno de los países de vanguardia de Latinoamérica en nivel de vida, con un ingreso per cápita (356 dólares) que duplicaba al de España (180 dólares), según el Banco Mundial.

La pobreza es una fatal desventaja para enfrentar desastres.En la Isla casi todas las edificaciones, incluyendo industrias, almacenes, puertos, carreteras, calles, acueductos y, sobre todo las viviendas, están en muy mal estado, muchas a punto de caerse, o en condiciones tan deplorables como en Haití o en el Africa subsahariana. Y son más fácilmente destruidas por un huracán o por inundaciones.

Es muy triste que tantas familias cubanas, junto a sus casas, pierdan los pocos bienes personales que poseen, sin la esperanza de poder recuperar jamás algunos de ellos, sobre todo quienes no reciben remesas de sus familiares en el extranjero.

Al no haber empresa privada ni instituciones sólidas, ni corporaciones nacionales o extranjeras que puedan ayudar, la población depende del Gobierno, que además está quebrado financieramente. Y lo peor, el Estado monopoliza la ayuda internacional que llega a la Isla. Aunque esta vez la presión popular obligó al régimen a dejar de vender las donaciones a los damnificados, se trata de un Gobierno que miente todo el tiempo, y seguramente más adelante continuará vendiendo las donaciones recibidas.

Irma golpeó a una nación muy pobre que en 2016 sufrió una recesión y se halla en medio de otra. Huracanes aparte, el Producto Interno Bruto (PIB) cubano no podrá crecer en largo rato debido a la disminución de los subsidios y del petróleo gratuito enviados desde Venezuela. Por su parasitismo congénito, la economía cubana solo se mantiene a flote con subsidios externos.

Fatal círculo vicioso, no cash, no importaciones

Irma devastó el 75% del territorio nacional. Aunque todavía no hay un balance final, se sabe que en la industria turística, la principal del país, las afectaciones son cuantiosas y su recuperación demorará meses. También se perdió o dañó seriamente un 35% de la superficie cañera del país, es decir unas 435.000 hectáreas (32.400 caballerías). Las cañas fueron acostadas o partidas por el viento.

Súmense los daños a la ya deteriorada infraestructura del país, incluyendo la electroenergética, la vial, y la industrial; y la pérdida de cosechas de todo tipo. Se dibuja en el aire la sombra de un nuevo «Periodo Especial», que ya se veía venir antes de Irma.

El inevitable descenso en la producción de azúcar, y del flujo de turistas en los próximos meses profundizarán la caída del PIB en 2017 y en 2018, y agravará la falta de cash para hacer importaciones, en una nación que tiene que importarlo casi todo, porque no produce casi nada.

Y ahí está el detalle. Ahora con Irma, la nación ha quedado más atrapada en un círculo vicioso funesto: debido a su improductividad económica, Cuba depende de las importaciones, pero por producir poco no genera recursos suficientes para importar lo que necesita. Encima, las divisas regaladas por Venezuela han descendido drásticamente.

¿Qué no hay solución alguna? Sí la hay, no solo para reconstruir lo destruido por Irma, sino para salir de la pobreza que agobia a la sociedad cubana: liberar las fuerzas productivas y permitirles a los cubanos que puedan invertir capital, crear empresas privadas que exporten e importen libremente y produzcan todo lo que quieran en todas las ramas de la industria, los servicios, el transporte, la agricultura, la minería; abrir las puertas al capital extranjero con leyes y garantías claras. Y devolverles a los ciudadanos las libertades y derechos que les fueron secuestrados hace casi 60 años.

Si esos cambios políticos y económicos estructurales no ocurren, no habrá recuperación posible de Irma, como no la ha habido de ciclones anteriores. Y los cubanos serán cada vez más pobres.

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