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Alberto Lovera Viana: Entre el optimismo y el desespero

Desde hace varias semanas, en redes sociales como Facebook y Twitter numerosas falsas publicaciones y mensajes de presuntos opositores (muchos con identidades usurpadas) llaman a los electores venezolanos a no votar en las elecciones regionales del próximo domingo. Por otro lado, este lunes muchas calles de Caracas amanecieron manchadas con grafitis que invitan a no votar, firmados por una presunta “Resistencia” (denominación usual y auto asignada del sector radical de la oposición democrática); también han sido publicadas fotografías de vehículos y personal de la Alcaldía del Municipio Libertador (en manos del partido de gobierno) dedicados a tan abusivo menester de lesa estética urbana.

Luego que el movimiento Soy Venezuela, que agrupa a los seguidores de María Corina Machado y Antonio Ledezma, manifestó por boca de su fundadora que ellos no estaban promoviendo la abstención, ya para nadie es secreto que se trata de una ofensiva mediática del partido de gobierno. Estas expresiones del desespero que ha invadido al sector oficialista ante la masiva votación que se espera reciban los candidatos postulados por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), evidencian el conocimiento que tienen de los resultados de varias mediciones de opinión concluidas a finales de septiembre y que fueron entregadas a la prensa durante la semana pasada.

Como señalamos en un artículo previo el pasado 16 septiembre, la decisión de la MUD de elegir e inscribir candidatos a gobernadores de estado, pilló por sorpresa al sector oficialista, donde esperaban confiados que el cambio de la fecha del acto comicial de diciembre a octubre, por haber sido ordenado por una espuria asamblea constituyente, despertaría en la oposición organizada una reacción de rechazo, lo suficientemente fuerte como para negarse a participar en el proceso. No obstante, la decisión fue otra. Y aunque generó reacciones adversas en algunas individualidades, ya prácticamente la totalidad de quienes adversan al gobierno están contestes en la necesidad y conveniencia del voto. En este sentido, las encuestas publicadas dan un porcentaje de abstención militante (es decir, quienes confesándose opositores manifiestan que se abstendrán) de sólo un tres por ciento decreciente, el cual, si se suma a la abstención inercial (la que se produce, tradicionalmente, cuando la elección no es presidencial) daría un total aproximado de un treinta por ciento, de votantes que no acudirán a las mesas el próximo domingo. No obstante que la mayoría de las encuestas arrojan porcentajes de abstención inferiores, preferimos no pecar de excesivamente optimistas.

Haciendo un promedio hacia la baja, entre los resultados publicados por todas las empresas que realizan las mediciones, puede constatarse que, quienes manifiestan que votarán por los candidatos opositores, representan más del cincuenta por ciento del electorado, mientras que la intención de voto por los candidatos oficialistas, promediando hacia la alta, es inferior al veinte por ciento, lo que garantizaría un triunfo arrollador, semejante al ocurrido con ocasión de las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, que sorprendieron a todos cuando asignaron a la oposición dos tercios del total de diputados electos. En términos de resultados, los análisis que han circulado en los medios dan como muy probable el triunfo opositor en al menos dieciséis de los veintitrés estados (algunas encuestas predicen diecinueve).

Ante el fracaso de su estrategia, el gobierno tiene sobradas razones para sospechar que una masiva votación por los candidatos de la oposición, además de entregar a éstos la mayoría de las gobernaciones, pondrá en evidencia el fraude cometido, con la complicidad del Consejo Nacional Electoral, en la elección de la espuria asamblea constituyente, el pasado 30 de julio. Los votos demostrarán su ilegitimidad, más allá de lo fraudulenta que fue su convocatoria.

Así descrita la situación, y vista la reacción desesperada del oficialismo, es de esperar que la mayor parte del esfuerzo de las maquinarias de los partidos que constituyen el soporte real de los candidatos, se enfoque esta semana en la preparación del aparato logístico para el transporte de electores a los centros de votación, y en el sistema de control de la pulcritud en la emisión y la contabilidad de cada voto; por supuesto que sin cesar en la campaña para convencer a los electores de ir a votar, aunque con menos énfasis que el puesto hasta ahora, pues ya ha quedado en evidencia que quienes insisten en la abstención, prácticamente en su totalidad, no pertenecen a las filas opositoras. No obstante, ante las nuevas y desesperadas tácticas empleadas por el oficialismo, de las cuales son muestra los grafitis que llaman a la abstención, los partidos deberán intensificar las expresiones de sus voceros en todos los medios de comunicación, físicos y virtuales, para desmentir estos llamados y, asimismo, para aclarar el modo de votar, de manera que no haya nulidades por causa de errores en el momento de pulsar en las máquinas de votación, situación bastante plausible por la decisión ventajista del CNE, de no suprimir los nombres de quienes fueron precandidatos, derrotados internamente, en las elecciones primarias de la oposición.

Sostienen los expertos en campañas electorales, que el combate político requiere la posesión de tres elementos como garantía del triunfo: una militancia activa, disciplinada y en número suficiente; una capacidad logística adecuada a los costos y gastos de la campaña, y el convencimiento de ser más merecedores del éxito que los adversarios, el elemento subjetivo que algunos autores denominan mística. Aplicando este razonamiento teórico a la situación del partido de gobierno, con numerosos funcionarios y relacionados acusados de corrupción administrativa y de presuntos vínculos con el narcotráfico, con una franca e inocultable división interna; con una gestión de gobierno fracasada, que ha generado hambre y miseria; con expedientes abiertos en varias cortes internacionales por violación de los derechos humanos; en fin, con una imagen que apenas supera el veinte por ciento en cuanto a intención de voto, es fácil deducir que sólo le queda apelar a la utilización irregular de los cada vez más menguados recursos del Estado, para hacer propaganda y movilizar (y pagar) a sus militantes activos; a la promoción de la abstención, incluso mediante la mentira cínica, para mermar el voto opositor, y a la utilización del ventajismo –y eventualmente el fraude– que le facilita el control del organismo electoral.

La posibilidad del fraude, del cambio del voto emitido mediante la presión de unas teclas en una máquina electrónica, fue posible en el pasado, especialmente cuando la oposición se negaba a participar de los procesos electorales convocados por el chavismo; y, posteriormente, cuando aún no contaba con técnicos que tuvieran conocimientos y experiencia en la materia. No en vano hoy tienen tras las rejas a Roberto Picón, especialista en informática e integrante del equipo técnico de la MUD. Hoy en día es mucho más difícil para el oficialismo hacer exitosamente ese tipo de trampa, como quedó demostrado con el resultado de la elección parlamentaria de diciembre de 2015; y, por argumento a contrario, como sí pudo hacerlo en la ocasión de elegir la espuria asamblea constituyente, en la cual sólo participó el partido oficial, y fue tan grosera la tergiversación que el presidente de Smarmatic, la empresa suministradora de las máquinas, optó por irse del país y denunciar desde el extranjero el fraude en toda su magnitud.

Mientras en la directiva de cada mesa esté presente un miembro que represente a la oposición, y la MUD tenga un testigo que reciba una copia del acta que automáticamente expide la máquina al cerrarse el proceso, el fraude sólo será posible mediante la violencia.

Otro elemento a ser incluido en estos comentarios es la observación internacional. A raíz de –y por causa de– las jornadas de calle de los meses de abril a agosto, numerosos países y organizaciones internacionales han comprometido abiertamente su apoyo a la causa de la democracia en Venezuela. Sin duda que este respaldo es el mejor reconocimiento a la sangre joven derramada. Tal vez si el gobierno permitiera la presencia de observadores internacionales calificados, no se habría dado la observación espontánea que, a través de los medios y de las referencias, están practicando esas naciones y esos organismos. El mundo entero está pendiente de lo que sucede en Venezuela y, especialmente, de las elecciones regionales del 15-O.

Ahora bien: ante este escenario tan optimista ¿hasta dónde podría llevar el desespero al gobierno y su partido?

Un desconocimiento del resultado, un arrebato “al estilo Jalisco”, queda descartado, precisamente por la presión internacional, y también por la enseñanza que nos dejó el proceso electoral de diciembre de 2015, cuando algunos dirigentes del PUSV plantearon precisamente esa posibilidad y el alto mando militar se negó, no por falta de ganas, dicen, sino porque sabían que la oficialidad media, es decir, la que está en las calles y custodia las mesas el día de la votación, a través del Plan República, se iba a negar de plano a acatar cualquier orden contraria a la Constitución.

Sólo les quedará repetir lo que han venido haciendo con los gobernadores y alcaldes democráticamente electos en pasadas elecciones: negarles los recursos presupuestarios que constitucionalmente les corresponden para su gestión y el desarrollo de sus respectivas gestiones, y asignárselos a unos supra (casi todos militares) a través de unas corporaciones supra estadales o de las denominadas Zonas de Defensa Integral (ZODI). O quizá llegar más allá y encarcelarlos, amañarles expedientes para juzgarlos y destituirlos… quién sabe. La fuerza destructiva del odio de los mediocres no conoce límites. De todas formas, sólo estarán añadiendo paletadas de tierra a la tumba del Socialismo del Siglo XXI. Al final, y no muy tarde, la democracia volverá por sus fueros.

El profesor Gustavo Tarre Briceño, viejo amigo y reconocido analista político, hoy exiliado, se refirió a esta posibilidad en su artículo más reciente, Dilo con tu voto, en los términos que copio a continuación y dejo como párrafo final:

«Sabemos muy bien que los gobernadores electos serán perseguidos, acosados, encarcelados, privados de presupuesto y de sus competencias constitucionales. Pero eso no es lo que importa. Lo que realmente debemos buscar es la expresión masiva del rechazo popular al payaso que pretende gobernarnos. Y un mensaje a Raúl Castro, el dueño del circo… No caben medias tintas, no basta con ‘no llamar a la abstención’. Se trata de movilizar, de revivir un entusiasmo que ha venido mermando, de respaldar a quienes están en la calle, arriesgando mucho, pidiendo el voto.”

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El autor es periodista y abogado, profesor de post grado de la Universidad Central de Venezuela y fue Juez Superior y Senador de la República.

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