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Al año de la muerte de Fidel Castro

 

Al año de la muerte de Fidel Castro se observa un retroceso en los limitados intentos reformistas de su hermano heredero, al punto que se llegó a paralizar la entrega de licencia a privados y las cooperativas sufrieron ataques despiadados del Estado, que llegaron al cierre de varias de ellas.

Las relaciones con EEUU que venían deteriorándose desde las reflexiones «El hermano Obama» cuando la visita del presidente estadounidense a Cuba, bajaron a niveles inferiores a cuando existía una Oficina de Intereses, aunque se mantienen las embajadas, a consecuencia de los ataques acústicos a diplomáticos. EEUU no culpa al Gobierno cubano directamente de los ataques, pero lo responsabiliza de no haber garantizado la seguridad de los representantes estadounidenses.

El Gobierno del general Castro dice que no existen tales ataques  y que todo es una justificación para echar atrás lo avanzado en las relaciones en la época de Obama, cuando en verdad fueron Fidel y su hermano los que dinamitaron tal avance, pues siempre estuvieron en contra de unas relaciones amplias con EEUU.

En verdad, solo pretendían que se abrieran el turismo de EEUU y las inversiones que interesaban a  «la cartera de negocios» del Gobierno. La política pueblo a pueblo, el apoyo a los emprendedores y las simpatías conseguidas por el presidente Obama en el seno del pueblo cubano, los convenció de que habían ido demasiado lejos en el acercamiento al «Imperio». Su dinero sí, su calor no, que nos quema, pensaron.

Y aquellos vientos trajeron estas tempestades, pues de haber aprovechado aquella aproximación para un estrechamiento más efectivo, el tema de los ataques sónicos hubiera podido resolverse de otra manera.

Con el gran esfuerzo gubernamental por hacer presentes la figura y las ideas totalitarias del fallecido, el sistema ha continuado su desmoronamiento. El PCC y el llamado Poder Popular, han perdido el poco protagonismo que se le pretendió, no tienen ningún prestigio y la «dictadura del proletariado» la ejercen la Seguridad del Estado en lo político y las FAR en la economía, abiertamente o a través de sus oficiales y agentes convertidos en «funcionarios o empresarios».

La economía sigue deteriorándose, todas las generaciones están cansadas y la mayoría de los jóvenes no quiere saber nada del castrismo, simplemente porque nada ofrece como futuro. En las propias filas del oficialismo aumenta la disidencia. La gran burocracia está cada vez más aislada y el «enfrentamiento al imperialismo y la lucha contra el bloqueo» es la carta final que están jugando, pero ya está muy gastada. La visita de Obama le dio un golpe mortal que no ha podido revertir.          

El cuento de la revolución socialista y antimperialista encuentra cada vez menos creyentes. La gente no ve por ningún lado a los trabajadores ejerciendo el poder económico y político, y el Gobierno clamando por el levantamiento del «bloqueo» se descarta así mismo «como enemigo del imperialismo yanqui»  pues para todos queda muy claro que lo que buscan es pegarse aún más, vergonzosa y dependientemente, a la teta del vecino del Norte.

Crece la idea de que la causa del desastre es el bloqueo interno, cuyo levantamiento poco a poco se va convirtiendo en demanda más allá de la oposición y de la disidencia. La explotación descarnada de los trabajadores está al descubierto, especialmente la de los médicos «internacionalistas» y los trabajadores que producen divisas. La salud y la educación, que siguen hipócritamente calificando de gratuitas, han decaído en la calidad.

La demostración más clara de la debilidad del «sistema» está en la represión de la oposición y la disidencia, y especialmente  a los periodistas independientes, a quienes meten presos, decomisan sus equipos de comunicación, los acusan de cualquier patraña, le imponen altas multas, hostigan a sus familias, tratan de crearles conflicto en la comunidad donde viven y, encima de eso, no los dejan salir del país.

Tratar de acallar al periodismo independiente se ha convertido en el principal propósito de la Seguridad del Estado, émula, por sus métodos, de la KGB, la Stasi y la Gestapo.

La muerte de Fidel dejó al castrismo huérfano del ícono y de ideas. Con su muerte comenzó el desmerengamiento final del capitalismo monopolista de Estado y su sistema político antidemocrático, que quisieron imponer al pueblo cubano en nombre de un socialismo que nunca existió.

 

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