García Lorca: “Ni el poeta ni nadie tiene el secreto del mundo”
‘Palabra de Lorca ’ recoge por primera vez todas las entrevistas que se hicieron al poeta
¿Se imaginan una entrevista a Federico García Lorca de 600 páginas? Ese es el efecto que se pretende producir en el lector de Palabra de Lorca (Malpaso), el volumen que recopila por primera vez todas las entrevistas que concedió el escritor granadino y que saldrá a la venta el próximo lunes 27. La obra permite recorrer el trayecto público del autor a lo largo de 600 páginas, entre los años 1922 y 1936, incluyendo sus viajes (Nueva York, Buenos Aires, Montevideo…), sus giras con la compañía universitaria La Barraca, los estrenos de sus diferentes obras y sus opiniones de algunos artistas contemporáneos, así como detalles como su devoción por Dalí. La edición ha corrido a cargo del experto Rafael Inglada (Málaga, 1963), con la colaboración de Víctor Fernández.
Como señala el hispanista Christopher Maurer (Abington, 1949), “la creciente popularidad de Lorca como poeta y dramaturgo en los años 20 y 30 coincide con el desarrollo y madurez del género de la entrevista en el mundo hispánico”. Aunque a veces temía las entrevistas, porque lo infantilizaban y exotizaban con expresiones como “mocetón” o “muchachón muy gitanazo”. En el recorte de la que le hizo Rafael Moragas en el barcelonés La Noche en 1927, el propio Lorca anota: “Este Moragas es delicioso, dice todo lo contrario que le dije, como en todas las interviús. Pero es simpático”. En cualquier caso, concedió 133 entrevistas, publicadas originalmente en castellano, catalán, inglés, italiano y francés, aunque raramente expuso en ellas su realidad más íntima (en Heraldo de Madrid en 1927 le dice a su entrevistador: “...no quiero decirle a usted nada en serio, ni complicarme, ni crearme conflictos con autores, críticos, amigos y enemigos” pues “yo busco la alegría y no las preocupaciones”. Muchos de estos textos no figuraban en su obra completa y los editores han incluido también piezas publicadas tras su muerte en 1936.
‘Yerma’. Lorca, Margarida Xirgu y Cipriano Rivas Cherif en Valencia en 1935 (Centro de Estudios Lorquianos/Museo Casa Natal Federico García Lorca)
Alguna opinión contundente sí suelta. A Valle-Inclán lo ve, en La Mañana de León de 1933, “detestable. Como poeta y como prosista. Salvando el Valle-Inclán de ‘ Los esperpentos ’, ése sí, maravilloso y genial, todo lo demás de su obra es malísimo. Como poeta, un mal discípulo de Rubén Darío, el grande. Un poco de forma, de color, de humor… pero nada más. Y como cantor de Galicia, algo pésimo, algo tan malo y falso como los Quintero en Andalucía. Si se fijan ustedes, toda la Galicia de Valle-Inclán (…) es una Galicia de primeros términos… la niebla… el aullido del lobo… Además, y esto es para indignar a cualquiera, ahora nos ha venido fascista de Italia. algo así como para arrastrarlo de las barbas….”.
De Azorín, exclama, en la misma charla: “No me hablen ustedes… Merecería la horca por voluble. Como cantor de Castilla es pobre, muy pobre. Viniendo ayer por tierra de Campos me convencí de que toda la prosa de Azorín no encierra un puñado de esa tierra única. ¡Qué gran diferencia entre la Castilla de Azorín y la de Machado y Unamuno!”.
Aficionado a los toros, el fútbol y el boxeo, sus opiniones sobre las corridas eran claras: “La fiesta taurina –dice en El Universal Ilustrado de México en 1926– es la más perfecta que ha creado el hombre. Armónica en sus partes, se desarrolla siempre en orden riguroso; principia a la hora exacta, como sucede en una sesión de las Cortes. Se sabe el número de capotazos que debe darse al toro. Por qué lado es mejor veroniquearlo (…) Solo le son comparables, en solemne liturgia, las procesiones de Toledo y Sevilla”.
Sobre su poética, declara: “No he sido nunca poeta de minoría. He tratado de poner en mis poemas lo de todos los tiempos, lo permanente, lo humano. A mí me ataca lo humano, creo que es el elemento fundamental en toda obra de arte”. Y, a El Mercantil Valenciano en 1935: “Hoy no interesan más que dos clases de problemas: el social y el sexual. La obra que no siga una de esas direcciones está condenada al fracaso, aunque sea muy buena. Yo hago lo sexual, que me atrae más”.
Escena de El maleficio de la mariposa en el teatro Eslava de Madrid, en 1920, recibida por el público ‘con un hermoso pateo’, cuenta Lorca (Biblioteca Nacional)
También habla de su infancia, “ser un niño rico en el pueblo, un mandón” (La Gaceta Literaria , 1928). “Mis primeras emociones están ligadas a la tierra y a los trabajos del campo. Por eso hay en mi vida un complejo agrario, que llamarían los psicoanalistas”.
En Nueva York cuenta que se alojó en un piso 16 “con los jugadores del famoso ‘team’ de ‘rugby’ universitario”. Le fascinaron sobre todo “los negros” pues “con su tristeza se ha hecho el eje espiritual de aquella América. El negro que está tan cerca de la naturaleza humana pura y de la otra naturaleza. ¡Ese negro que se saca música de hasta los bolsillos! Fuera del arte negro no queda en los Estados Unidos más que mecánica y automatismo”. Wall Street –donde vio a seis personas suicidarse, por el crac bursátil– lo juzga “impresionante por frío y cruel. Llega el oro en ríos de todas partes de la tierra, y la muerte llega con él. En ninguna parte del mundo se siente como allí la ausencia total del espíritu (…) Horrible. Nadie puede darse idea de la soledad que siente allí un español, y más todavía un hombre del sur. Porque si te caes –por ejemplo– serás atropellado, y si resbalas al agua arrojarán sobre ti los papeles de sus meriendas. Esas son las gentes de Nueva York…”.
Se asiste también al proceso de creación de sus obras. Sobre El público , dice: “No sé si será muy representable en el orden material. Los principales personajes del drama son caballos” (Heraldo de Madrid, 1930).
Al músico Falla lo ve como “un santo… Un místico… Yo no venero a nadie como Falla… Allá en su carmen de Granada vive trabajando constantemente, con una sed de perfección que admira y aterra al mismo tiempo… desafioso del dinero y de la gloria”.
En su última entrevista, de junio de 1936, Lorca se muestra profético: “Ni el poeta ni nadie tiene la clave y el secreto del mundo. Quiero ser bueno. Sé que la poesía eleva y creo firmemente que si hay un más allá tendré la agradable sorpresa de encontrarme con él. Pero el dolor del hombre y la injusticia constante que mana del mundo, y mi propio cuerpo y mi propio pensamiento, me evitan trasladar mi casa a las estrellas”.