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Una Bitácora Cubana (XXVI)

 

1) Comenzamos esta primera Bitácora del 2018 con una noticia que lamentablemente no leen las cancillerías de muchos países latinoamericanos; la publica Manuel Guerra Pérez, en el Diario de Cuba, y se titula:

“Decenas de cubanos duermen ante el consulado colombiano para conseguir una visa”

Y es que en la eterna disputa entre los gobiernos de los Estados Unidos y de Cuba, son los ciudadanos los que siempre quedan a la intemperie, física y psíquicamente, destrozados o por lo menos limitados sus sueños de viaje, de reencuentro con seres queridos, de hacer uso de uno de los más elementales derechos de todo ciudadano, el de moverse libremente sin tener que pedir permiso a ninguna autoridad.

Debido al desencuentro entre la administración Trump y el régimen de Raúl Castro, los ciudadanos que desean hacer los trámites de visado para viajar a los Estados Unidos, deben viajar a un tercer país, a Colombia, e intentar asistir a sus entrevistas en la capital, Bogotá. Por ello, la oficina consular colombiana en el barrio habanero de Miramar, se ha visto abrumada de visitantes, y sin capacidad de atender la avalancha. En la nota:

 

Los trámites en un tercer país han sido la solución habilitada por Washington tras la retirada de la mayoría de su personal diplomático en Cuba y la reducción al mínimo de las funciones de su embajada en La Habana, por el episodio de los llamados “ataques acústicos.

El Consulado colombiano ha sido cercado por una barda, para evitar la aglomeración, mientras que se observa una presencia de policías que no existía en meses anteriores.

El funcionario de la embajada que cada hora sale para informar al público lleva escolta policial.

“Estamos tramitando entre 40 y 50 casos cada día“, aseguró el funcionario a este reportero.

El público congregado a unos 60 metros del Consulado recibe información sobre el desarrollo de los trámites. Los funcionarios siempre aclaran que el Consulado en La Habana solo viaviliza las gestiones, pues las visas se aprueban en Colombia.

“Si todo está en regla, el 99% de los casos que recibimos deberán ser aprobados”, dijo el funcionario ante la multitud. “Sabemos que todo está bastante ajustado con respecto a las fechas, pero atenderemos a quienes lo requieran hasta dos veces el mismo día”.

La falta de información precisa y la necesidad de realizar trámites online en un país casi desconectado, son las principales complicaciones que los cubanos detectan en el proceso. (…)

Los que viven fuera de La Habana tienen aún mayores dificultades para los trámites, sobre todo por la cantidad de dinero que deben desembolsar. (…)

Una vez en Colombia, no hay seguridad de que Estados Unidos les otorgue el visado, pero muchos esperan que la suerte los acompañe y no tener que pasar de nuevo por estos trámites tan dilatados.

“En Colombia estará mi papá, que viajará para allá desde Estados Unidos”, explica Isbel, de 27 años. “Si me aprueban, sigo desde allí para ‘el yuma’, para acá no viro”.

Un joven, hablando con su amigo entre la multitud, fue más categórico: “No me importa si me aprueban o no en Colombia”, aseguró. “Lo que tengo claro es que para Cuba no vuelvo ni amarrado”.

  

2) A pocos días de su salida del poder presidencial por segunda vez, la chilena Michelle Bachelet decide visitar al gobierno cubano. Yoani Sánchez, en 14ymedio (“La ceguera de Michelle Bachelet”), hizo referencia a esta visita, disfrazada por los funcionarios chilenos como justificada por los intercambios comerciales entre ambos países. La periodista la llama “una cómoda compañera de ruta para las autoridades de la Isla, porque nunca les ha hecho críticas públicas no reclamos democráticos”; (…) “con su viaje cierra un ciclo de fidelidad que tiene más de apego emocional que de pragmatismo político”.

 

Absolutamente cierto. Conductas como la de la futura expresidente –por segunda vez- hace pensar hasta qué punto hablar de gobiernos democráticos en América Latina no es una exageración. Es indudable el talante democrático de las ciudadanías latinoamericanas, pero sus dirigencias políticas son otra cosa. Son demócratas hasta que se les toca el tema del castrismo, ante el cual adoptan posturas comprensibles, blandas, llenas de hipocresía y desinterés por el destino de millones de seres humanos esclavizados hace más de medio siglo en la Isla.

 

Nos dice Yoani:

“Este enero, una nueva visita de Bachelet puede prestarse para difundir otra falacia: que el Gobierno de Raúl Castro cuenta todavía con numerosos aliados en la región más allá de sus incondicionales Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Evo Morales, cuando en realidad el círculo de camaradas en América Latina se muestra muy reducido, como nunca antes en la última década. (…)

Su cercanía a La Habana está marcada por una nostalgia ideológica que le nubla la vista para reconocer la falta de derechos que marca la vida de los cubanos.

Bachelet es una cómoda compañera de ruta para las autoridades de la Isla, porque nunca les ha hecho críticas públicas ni reclamos democráticos. Uno de los pocos exabruptos ocurridos entre ambos Gobiernos lo ocasionó Fidel Castro, cuando tras la visita de la presidenta en 2009 abogó por una salida al mar de Bolivia y la chilena manifestó su molestia por aquellas declaraciones.

En cada uno de sus dos mandatos Bachelet evitó mostrar simpatías por la causa de los disidentes cubanos y declinó cualquier contacto con los innumerables activistas isleños que visitaron su país en los últimos años. De su boca jamás brotó una condena contra la represión política que ejecuta sistemáticamente Raúl Castro, ni siquiera cuando las víctimas han sido mujeres.

En su caso, la ceguera y el silencio ante la falta de libertades en Cuba no son derivadas del desconocimiento. La prensa chilena y los innumerables emigrados de la Isla en el país austral le han hecho saber que sus aliados de La Habana se han mantenido casi seis décadas en el poder a fuerza de prohibir otros partidos, reprimir opositores y empujar al exilio a sus críticos.

La mandataria, que hace unas semanas llamó a su adversario político para felicitarlo por haber ganado en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, sabe que la falta de alternancia en el poder enferma las sociedades, empobrece las soluciones a los problemas de cualquier país y enquista a un grupo en la cúpula, que termina por suplantar el nombre y la voluntad de la nación.

Con su historial personal, que incluye la muerte de su padre en prisión, la clandestinidad y el exilio, es difícil entender por qué la presidenta chilena no planta cara a su contraparte cubana y le exige cambios democráticos, mucho más ahora que va de salida. Esa contradicción entre su biografía y su pasividad ante la dictadura cubana solo puede entenderse a partir de la lealtad.

Bachelet tiene un viejo compromiso sentimental con el castrismo, aunque en su fuero interno sabe que de aquellos barbudos verde olivo que una vez la ilusionaron solo queda una gerontocracia inmovilista. Emplazarlos públicamente a que respeten los derechos de sus ciudadanos sería como despedazar aquella utopía que la hizo suspirar en su juventud.

Como tantos otros políticos de izquierda, la chilena cree que si señala a la Plaza de la Revolución como un régimen que viola los derechos humanos, sería como pasarse al bando de la “derecha”” y traicionar sus ideales. En aras de mantener una pose ideológica ha sido capaz de tragarse cualquier señalamiento y callar ante los actos de repudio, los arrestos arbitrarios y la penalización de la discrepancia.”

 

3) Las sucesivas muertes de la Revolución cubana

Es el título de una nota de Reinaldo Escobar en 14ymedio, con motivo de un nuevo aniversario de la Revolución cubana. Nos recuerda el autor que sesenta años son demasiado tiempo, y a la mal llamada Revolución se le nota el cansancio de las ideas, las rutinas de la mentira, los eslóganes y los discursos ya vacíos de toda sensatez y realidad.

No es más que un ejercicio forzado de una praxis que tiene más de necrología que de otra cosa. Ya muerto el líder fundador, sus contemporáneos ya fallecidos o retirados, incluyendo a su hermano Raúl, el proceso luce el cansancio natural de lo que fue una promesa de libertad que nunca fue cumplida, porque fue traicionada desde el inicio. Veamos la nota:

 

“La Revolución ha muerto innumerables veces a lo largo de estas casi seis décadas, ha recibido una paletada de tierra cada vez que decepcionó, traicionó o desencantó a quienes la apoyaron en sus inicios.

En un principio, al presentarse como un acto liberador que derrocó la breve dictadura de Fulgencio Batista, aquella sacudida política y social concitó el entusiasmo popular. Las banderas ocuparon los balcones y los gritos de ¡Libertad, libertad! daban la bienvenida a una nueva oportunidad de cambio (…).

Después, llegaron la apatía y el cansancio. La Revolución volvió a recibir “golpes mortales” pero esta vez de la mano del cansancio y el agotamiento del discurso. El ascenso al poder de Raúl Castro, a través de la sucesión dinástica, supuso la consolidación del inmovilismo del sistema, y reflejó su falta de arrojo para llevar a cabo los cambios que necesita la nación y el miedo que se ha instalado en la cúpula gobernante.

“Esto”, como lo llaman ahora millones de cubanos que se niegan a usar otro término más glorioso, es (simplemente) el control que un grupo de octogenarios pretende imponer como herencia perpetua a las nuevas generaciones. Un sistema sin futuro al que ya no le queda ningún vestigio de aquella causa liberadora.

El país, la nación, la Isla, la patria ya no soportan más la obligada sinonimia con “la Revolución”. Sesenta años parece demasiado tiempo”.

 

 

4) Y con la revolución, están muriendo sus mitos, como destaca una nota de “El País” (Madrid):

 

Yoani Sánchez: ‘Che’ Guevara, el mito desteñido

 

El revolucionario argentino no está superando bien el juicio de la Historia. Sigue siendo un buen negocio para los nostálgicos, pero ya no es admisible su idea del “odio como factor de lucha” y el modelo de guerrillero que propuso ha fracasado.

Hace casi cuatro décadas, cuando aprendía el abecedario, me tocó decir mi primera consigna política, la misma que repiten todavía cada mañana miles de niños cubanos: “Pioneros por el comunismo, seremos como el Che”. Con la diferencia de que hoy la figura del guerrillero está muy cuestionada en muchas partes del mundo, menos en Cuba.

El hombre que posó para tantos fotógrafos, que quedó inmortalizado en un retrato con boina y mirada perdida, no está superando bien el juicio de la Historia. En estos tiempos, en que la violencia y la lucha armada son cada vez más reprobadas públicamente, emergen los detalles de sus desmanes y las víctimas de aquellos años comienzan, finalmente, a ser escuchadas.

Ernesto Guevara, el argentino que ha cautivado a cineastas, escritores y periodistas, no atraviesa un buen momento. Poco importa si su rostro sigue reproduciéndose en infinidad de camisetas, banderas o ceniceros en todo el planeta, porque su mito se destiñe en la medida en que se conoce más al personaje que realmente fue. La verdad sale a flote mientras él se hunde. (…)

El Che se ha convertido en un negocio, en un buen negocio para los nostálgicos que escriben libros sobre esas utopías que tanto faltan hoy. Son textos para endiosar a un hombre que hubiera perseguido a buena parte de sus actuales admiradores por llevar un piercing en la nariz, pelo largo o un residuo de marihuana en el bolsillo.

Como ironía de la vida, el culto guevariano se extiende entre gente que nunca hubiera podido encajar en el estricto molde que el argentino diseñó para el “hombre nuevo”. Ese individuo debía moverse por “el odio como factor de lucha” y saber convertirse en una “selectiva y fría máquina de matar” llegado el momento, según advirtió en su último mensaje público en 1967. (…)

La temprana muerte de Guevara y el no haber envejecido en el poder no son elementos suficientes para sostener su leyenda. Los biógrafos complacientes que retocaron cada pasaje de su vida han contribuido a su endiosamiento, y también sus viejos compañeros de ruta necesitados de un “mártir” para el panteón de los revolucionarios, de un John Lennon sin guitarra o de un Jesús sin corona de espinas. (…)

No hay mentís más rotundo al hombre que en la Sierra Maestra alcanzó los grados de comandante que el rancio totalitarismo en que derivó la Revolución Cubana. Ningún golpe contra su imagen ha sido tan duro como la deriva prosoviética que tomó Fidel Castro tras la muerte del Che y las posteriores “concesiones” al mercado que debió hacer cuando el subsidio del Kremlin se acabó abruptamente. (…)

El autor del libro La cara oculta del Che contó en su misiva varias de las facetas más escamoteadas en las historia oficial. Guevara “asistía a los fusilamientos” llevados a cabo tras juicios sumarios en el primer año de la Revolución y “los cubanos, que le temían, lo llamaron el carnicerito de La Cabaña”. En 1964, desde la tribuna de Naciones Unidas se vanaglorió de sus actos: “Hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea necesario”. (…)

Sin embargo, el golpe más demoledor que he presenciado a la figura del llamado “guerrillero heroico” vino de un compatriota. En medio de una fiesta habanera un joven universitario se percató de que el invitado alemán estaba vestido con una de esas camisetas con la famosa instantánea que tomó el fotógrafo Alberto Korda.

“Igual te podrías poner una camiseta con el rostro de Charles Manson”, dijo el estudiante al turista, y la frase quedó flotando en el aire mientras la música parecía detenerse. Risas nerviosas y silencio. Nadie defendió a Che Guevara.

 

 

5) Iván García publica una interesante nota en “Martinoticias.com”, con el siguiente título:

 

Opción viable para reconstruir Cuba: que vuelvan los “gusanos” y la “escoria”

Una salida honorable sería pactar con la emigración y entre todos empezar a reconstruir los cimientos de la economía nacional. (…)

Ante la actual disyuntiva de Cuba, atrapada en una crisis económica estacionaria, improductividad crónica, freno al trabajo privado y a la creación de PYMES, crispación social por mala administración de los recursos, déficit que supera el millón de viviendas, baja natalidad, envejecimiento acelerado de la población, salarios miserables y descenso cualitativo de la educación y la salud pública, una salida honorable sería pactar con la emigración y entre todos empezar a reconstruir los cimientos de la economía nacional. (…)

A los más de 125 mil cubanos que emigraron por el Mariel, Fidel Castro, de manera ofensiva, los llamó ‘escorias’. Antes, a los que se iban, los tildó de ‘gusanos’. En 1980, ese año terrible, surgieron los neofascistas actos de repudio. Turbas populares te acosaban, gritándote toda clase de ofensas y calumnias, te tiraban huevos y a más de uno lo golpearon. (…)

Cada vez que he estado en Miami, he charlado con numerosos compatriotas. La mayoría tiene buenos empleos y se ha labrado una carrera profesional exitosa. A todos les hago la misma pregunta: ¿regresarías a reconstruir Cuba?

El noventa y cinco por ciento, luego de exponer sus razones, responden que no. (…)

Solo aquellos muy comprometidos políticamente confesaron que lo dejarían todo y regresarían a reconstruir la tierra donde nacieron ellos, sus padres y abuelos. Es el caso del poeta y periodista Raúl Rivero.

La casi totalidad de los cubanos que han triunfado en Miami ayudarían desde la distancia. Algo loable. Pero en una nación descapitalizada como es hoy Cuba, se antoja a poco. Porque no solo va a necesitar profesionales, ayuda financiera y poderosas inversiones en infraestructuras. También necesitará mano de obra. Gente con experiencia en sectores como el de la construcción y la arquitectura: salvo excepciones, durante sesenta años, en Cuba se han construido chapucerías.

Igualmente harán falta personas con conocimientos en administración pública, instituciones políticas democráticas, especialistas en educación, agricultura, telecomunicaciones y otras ramas técnicas y científicas.

Es probablemente la mejor opción -quizás la única-, que tenga a mano la dictadura verde olivo. Negociar con la emigración, sobre todo la de más poder económico. Abrirle, sin condiciones, las puertas de regreso a su patria. Dejar de tratar a los cubanos emigrados como un negocio e incentivarlos a participar en la reconstrucción nacional.

A pesar del discurso triunfalista del régimen, el barco hace agua. Sería un crimen dejar que termine de hundirse sin intentar buscar soluciones.

A nadie le puede interesar más la suerte de Cuba que a los cubanos. Aunque no quieran volver definitivamente.”

 

Soy de los que siempre ha defendido la unidad/concertación del pueblo/oposición cubana como condición necesaria para superar el régimen autoritario; que se necesita el aporte de todos los que con buena voluntad y deseo de superar la pesadilla estén dispuestos a ayudar. Que frente a la dictadura debemos hacer un único frente, explicándole al mundo que el conflicto fundamental no es entre los regímenes cubano y norteamericano, sino entre el pueblo cubano y la tiranía. Y con visión hacia el futuro, se requerirá la ayuda general para poder llevar a Cuba por derroteros de verdadero progreso, desarrollo, y fortaleza institucional en libertad.

Publicamos esta Bitácora este 23 de enero, fecha por cierto celebrada por los hermanos venezolanos, que hace sesenta años, el 23 de enero de 1958, se liberaron de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Ese día lo celebramos junto a Armando Durán, en Madrid, exiliados de la dictadura de Batista. Hoy les/nos toca una nueva labor incluso más dura que aquella, para superar la oscura y asesina tiranía chavista.

 

Marcelino Miyares, Miami, 23 de enero de 2018.

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