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Bye, bye, Correa

El expresidente de Ecuador Rafael Correa saluda a simpatizantes después de votar en las elecciones de 2017, en las que ganó Lenín Moreno. Credit Reuters

QUITO — Rafael Correa perdió por primera vez un proceso electoral. El país que tantas veces lo respaldó, eligió darle la espalda. Fue el líder de la oposición que defendía el voto por el no en la Consulta Popular que convocó para el 4 de febrero el presidente Lenín Moreno, su antiguo amigo, compañero de fórmula en el pasado y copartidario en Alianza País. Muy pronto los conteos rápidos confirmaron que el sí, promovido por el presidente Moreno, había arrasado.

Los ecuatorianos votaron sí a siete preguntas, de las cuales dos eran cruciales para la sobrevivencia del correísmo: la reestructuración del Consejo de Participación Ciudadana (con el 63,17 por ciento) y la eliminación de la reelección indefinida (con el 64,34 por ciento), que habría permitido una cuarta postulación de Correa a la presidencia en 2021.

El expresidente fue la figura dominante de la política ecuatoriana por una década. Ganó tres elecciones presidenciales (en 2006, 2009 y 2013), las dos primeras con Moreno como vicepresidente y la última con Jorge Glas —condenado en diciembre a seis años de prisión por asociación ilícita—, convirtiéndose en el presidente de Ecuador con más tiempo en el poder. En esa década se convocaron cuatro procesos de consulta popular y un referéndum. Los ganó todos.

En 2008, el gobierno de Correa convocó un referéndum constitucional en el que se proponía una nueva constitución que debía durar por los siguientes 300 años. Las reformas constitucionales permitían la reelección del presidente, aunque solo para dos periodos. Eso cambió en 2015, cuando la Asamblea Nacional aprobó la reelección indefinida a las autoridades elegidas por voto popular, pero Correa prometió no presentarse en la contienda de 2017 y respaldó a Moreno como su sucesor. Dejó, sin embargo, abierta la puerta de su regreso. Pero la derrota que sufrió ayer hará difícil su vuelta al Palacio de Carondelet.

El resultado de la consulta es un triunfo para el presidente Moreno, quien ahora podrá reestructurar el Consejo de Participación Ciudadana, cuyos miembros —muchos afines al correísmo— eran los encargados de nombrar a las autoridades de mayor rango en el país. La gran derrota para el correísmo hará imposible que en el futuro cercano un caudillo pueda acaparar todos los poderes, como lo hizo Correa.

De alguna manera, Correa fue víctima de su incapacidad de irse. Había dicho que el país debía descansar de él y él del país, pero en noviembre volvió de Bélgica en medio de una pugna interna de Alianza País y en un enfrentamiento público con Moreno. La falta de una maquinaria estatal que ordenaba a los burócratas a asistir a las convocatorias que organizaba, mostró también que la mayoría de sus simpatizantes lo habían abandonado y volvió a Bélgica con un grupo cada vez menor de correístas en Alianza País. La fractura final fue en enero: 28 legisladores abandonaron el partido para conformar una disminuida Revolución Ciudadana, la nueva fuerza opositora de Moreno.

Su retorno a Ecuador para hacer campaña por el no en enero de 2018 fue aún más pobre. A diferencia de cuando usaba el músculo del Estado para promoverse en las Sabatinas, su show presidencial, recorrió un país que ya no gobierna sin lograr convencer a las masas de que él era la única solución a los males de Ecuador. De la ciudad de Quinindé tuvo que salir en un helicóptero después de que estuviera sitiado en una estación de radio mientras afuera grafiteaban sus vehículos de seguridad y lanzaban basura y proclamas en su contra. Los principales medios del país, que alguna vez persiguió —a veces con saña—, también mostraron desdén y le dieron poca cobertura. Correa, en algún momento el presidente más popular de nuestra historia, perdió su capital político defendiendo al indefendible Jorge Glas e insultando a Moreno, a quien llamó “traidor”, “impostor” y “embustero”.

Hoy Correa rindió una versión libre y voluntaria en la investigación que desarrolla la Fiscalía General del Estado sobre la intermediación y venta de petróleo a China durante su gobierno, que, se presume, produjo pérdidas multimillonarias para el Ecuador. Es un caso más de presunta corrupción de las decenas que se destaparon desde que dejó el poder.

De conseguirse algo en su contra, sería una nueva —y grave— herida para el ambicioso animal político que es Rafael Correa: una sepultura judicial, similar a la que enterró a su vicepresidente Jorge Glas. Lo demás serán solo adioses temporales. El temperamento de Correa y su gusto por el poder le impedirán alejarse mucho tiempo de Ecuador, ese país del que dijo que quería descansar.

 
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