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Brasil afronta un terremoto político tras el fallo del Supremo contra Lula

Lula abandona la sede de su Instituto, en São Paulo, tras conocer la orden de prisión. PAULO WHITAKER REUTERS

El juez ordena el inmediato ingreso en prisión de Lula da Silva

Sin esperar a agotar los plazos legales, el juez Sérgio Moro, el pertinaz acusador de Luiz Inácio Lula da Silva en los últimos tres años, ha dictado esta noche el inmediato ingreso en prisión del expresidente de Brasil. No habían pasado ni 24 horas desde que el Supremo Tribunal Federal (STF) decidiese, en la madrugada de este jueves, denegar el último recurso de Lula, condenado a 12 años por corrupción, cuando Moro dictó un auto fulminante para decretar su encarcelamiento.  El juez concede a Lula, «por la dignidad del cargo que ocupó», la oportunidad de entregarse él mismo a la justicia antes de las cinco de la tarde de este viernes.

 Moro es el mismo juez que investigó a Lula y le condenó en primera instancia,una sentencia que fue ratificada el pasado enero y que ha desembocado en su próximo ingreso en prisión. Todo el proceso contra el expresidente ha sido de una celeridad inusual en la habitualmente lenta justicia brasileña. Y las mismas prisas van a marcar su ingreso en prisión. Habían pasado apenas 17 horas desde que se conoció  la decisión del STF cuando el juez, también con una rapidez sin precedentes, ordenó el encarcelamiento. Todo el mundo daba por hecho que la prisión era inminente, pero los plazos legales que se manejaban tendían a hacer pensar que no sería, como pronto, hasta la próxima semana. Los abogados de Lula tenían derecho a presentar un recurso aclaratorio que les hubiese permitido ganar unos días. Pero en el auto de prisión Moro rechaza esperar a ese trámite para evitar, según argumenta, que la defensa del expresidenta persista en una estrategia que el juez califica de «patología dilatoria».

La decisión de Moro sorprendió a Lula reunido en la sede del instituto que lleva su nombre, en São Paulo. Poco después de conocer la noticia, abandonó el edificio y se dirigió a la sede del Sindicato de Metalúrgicos de la ciudad de São Bernardo do Campo, la organización donde forjó su carrera política. El líder del Partido de los Trabajadores (PT)  podrá entregarse de forma voluntaria antes de las cinco de la tarde al juzgado de Moro, en la ciudad de Curitiba. Pero ni sus abogados ni los dirigentes del partido han concretado si lo hará o esperará a que la policía acuda a detenerlo. Quedará provisionalmente detenido en la sede de la Superintencia de la Policía Federal, en una especie de sala reservada, «separado del resto de los presos», resalta en su auto el juez, quien también advierte que «queda absolutamente vedado el uso de esposas».

El destino final del que llegó a ser uno de los jefes de Estado más populares del planeta es la cárcel de Curitiba, donde encontrará otros políticos presos como el expresidente de la Cámara de Diputados -y cerebro gris del impeachment contra la sucesora de Lula, Dilma Rousseff- Eduardo Cunha. Y también otra presencia que le puede resultar muy incómoda: el que fuera su ministro de Hacienda Antonio Palocci, un antiguo amigo que acabó prestándose a colaborar con Moro y lanzar acusaciones contra el expresidente.

La sorpresa de la fulminante orden de prisión constituyó un nuevo sobresalto para los centenares de miles de brasileños que habían permanecido despiertos hasta casi la una de la madrugada a fin de seguir la sesión del STF que, después de casi 11 horas de debate, decidió denegar la solicitud de habeas corpus del expresidente. Fue una decisión muy apretada, seis votos contra cinco. Más allá de las reacciones en la calle de los partidarios y detractores del líder del PT, concentrados en Brasilia en las cercanías del tribunal, las calles del país amanecieron este jueves como un día más, sin especiales agitaciones. Hasta que, al caer la noche, llegó la decisión de Moro. Militantes del PT comenzaron a echarse a la calle y una millar de personas permanecía concentrada ante la sede del Sindicato de Metalúrgicos, en São Bernardo, donde Lula tiene previsto pasar la noche.

En la larguísima sesión del STF no se examinaba el fondo del caso por el que Moro condenó a Lula, los hechos que sustentan la acusación de que el expresidente recibió un apartamento como soborno de una constructora. Se trataba solo de determinar si era pertinente su ingreso en prisión cuando la condena al expresidente, ratificada en segunda instancia, todavía no es firme. La discusión llegó al último momento con un empate entre los magistrados. Unos argumentaban que esperar a la resolución final de procesos judiciales prolongados durante años es una garantía de impunidad. Otros esgrimían el derecho a la presunción de inocencia. Fue el voto de la presidenta del tribunal, Cármen Lúcia, el que deshizo el empate y señaló a Lula el camino de la prisión.

Incertidumbre electoral

La inminente entrada en la cárcel de Lula saca de la carrera electoral al candidato que encabezaba holgadamente todas las encuestas, con una intención de voto de alrededor del 35%. Ahí están incluidos los grandes feudos del Nordeste, la región más pobre del país, donde el apoyo a Lula alcanza en algunas zonas proporciones de casi el 70%. Todos los especialistas señalan que otro candidato del PT, con el apoyo de Lula, incluso desde la cárcel, podría retener una parte de ese voto, aunque de ninguna manera su totalidad. Eso abriría un hueco a ser explotado por cualquiera y no necesariamente desde el campo de la izquierda.

El PT siempre ha negado que tuviese un plan B para relevar a Lula. Pero en privado dirigentes del partido manejan desde hace tiempo dos nombres, el exalcalde de São Paulo Fernando Haddad y el exgobernador de Bahía Jaques Wagner, este último con mayores posibilidades de retener los feudos del Nordeste. Más difícil, aunque no imposible, sería adherirse a otra candidatura en la izquierda, como la de Ciro Gomes, exministro de Lula y líder del Partido Democrático Laborista. Gomes ya tiene por sí mismo un apoyo de un 7% y posibilidades de crecer en el Nordeste, de donde es originario. En el espectro del centro izquierda está además la eterna outsider Marina Silva, con un 10% en las encuestas, también exministra de Lula pero que ha acabado muy distanciada del PT.

Sin Lula, cobra fuerza el fantasma del ultraderechista Jair Bolsonaro, que, con cerca de un 20%, pasaría a liderar las encuestas. No son pocos los analistas que opinan que el exmiltar Bolsonaro, aunque cuenta con una base firme, tiene pocas posibilidades de crecer. Pero en la sensación de caos que por momentos se apodera del país se mueve como nadie. Y cuenta con grandes apoyos en el Ejército, que en las últimas semanas ha dejado claro su interés por convertirse en un actor abiertamente político.

Bolsonaro, homófobo, machista y defensor de la tortura, se aprovecha también del páramo que reina en el centro derecha tradicional. El candidato con más posibilidades de reunir al establishment conservador, Geraldo Alckmin, gobernador de São Paulo, permanece estancado en un 7%. Entre los grupos aliados al Gobierno actual se han lanzado nombres como el del ministro de Hacienda, Henrique Meirelles –la niña bonita del sector de los negocios- y el presidente de la Cámara de Diputados, Rodrigo Maia, aunque ninguno llega al 3%. El propio presidente, Michel Temer, ha dicho ahora que se plantea presentarse. Nadie se toma muy en serio esa candidatura, con unos índices de popularidad que no llegan ni al 5% y varios escándalos de corrupción llamando a su puerta. Lo único seguro es que, sin Lula, todo parece posible en Brasil en los próximos meses. Y que a partir de este viernes, el expresidente pasará a engrosar la lista de políticos presidiarios del país.

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