Villasmil / Moreno León: Una carta a la tiranía cubano-venezolana
Hace pocos meses se publicó una carta muy especial. Fue escrita por varios sacerdotes cubanos, bajo el título “Carta pública de varios sacerdotes cubanos a Raúl Castro Ruz”. Sus autores son los padres Castor José Álvarez de Devessa, José Conrado Rodríguez Alegre y Roque Nelvis Morales Fonseca.
Los autores indicaban al comienzo de la misiva que la enviaban en el momento en que se estaba celebrando el XX aniversario de la Misa por la Patria, presidida por el papa Juan Pablo II, y de las palabras de Mons. Pedro Meurice, en la Plaza Antonio Maceo, en Santiago de Cuba, el 24 de enero de 1998.
Pocos venezolanos sabían en esa fecha, hace 20 años, que faltaba menos de un año para el comienzo de la actual tragedia nacional, de esa estafa colosal, de esa inhumana y monstruosa experiencia de gobierno que se conoce como Chavismo, recordando al fundador del llamado “socialismo del siglo XXI”, que como casi todo socialismo surge de una idea profundamente equivocada del hombre, y sirve fundamentalmente para explotarlo, para hacerlo siervo del Estado totalitario, para destruir toda forma de convivencia, para promover el odio y la división.
Pocos venezolanos imaginaban en ese momento que se produciría una creciente presencia castrista en las instituciones venezolanas, asesorando fundamentalmente al régimen en lo que el castrismo ha convertido en una auténtica marca de fábrica: persecución, represión, asesinato, tortura.
Es por ello que lo que más impresiona de la carta cubana es que, en el contexto de esa también fracasada experiencia llamada castrismo, se retrata en muchas de sus partes, casi sin cambiar una coma, la experiencia que actualmente vivimos los venezolanos, el infierno totalitario al que nos quiere llevar el régimen chavo-madurista, ya de forma inocultablemente abierta. Como prueba de ello, vayamos a la carta, y veamos algunas de las afirmaciones hechas por los sacerdotes del hermano país:
Desde la institucionalización del Partido Comunista como el único partido autorizado a existir, nunca se ha permitido a este pueblo alzar una voz diferente, antes bien, toda voz diferente que ha intentado hacerse oír ha sido silenciada.
Este estilo totalitario ha permeado cada capa de la sociedad. Los cubanos saben que no tienen libertad de expresión (…) Convivimos en un entramado de mentiras” (…)
El monopolio y control de los medios de comunicación social hace que nadie pueda acceder a medios públicos de comunicación de modo libre (…)
Es lamentable el desamparo económico que vive este pueblo, obligado por las circunstancias a mendigar la ayuda de familiares que lograron marchar al extranjero o a los extranjeros que nos visitan (…). Muchas familias carecen de una economía mínimamente estable que les permita adquirir serenamente lo básico para vivir. Comer, vestir y calzar a los hijos es un problema cotidiano, el transporte público es un problema, incluso el acceso a muchos medicamentos es un problema. Y en medio de este pueblo que lucha por sobrevivir, se inserta el sufrimiento callado de los ancianos, muchas veces silenciosamente desprotegidos. ¿Cómo se puede decir que es del pueblo, el capital que el pueblo no decide qué se hace con él? ¿Cómo mantener las necesarias instituciones públicas si no se cuenta con los recursos necesarios? (…)
Esta dinámica social que ha resultado en Cuba, ha olvidado a la persona, su dignidad de hijo de Dios y sus derechos inalienables; casi 60 años después de que este pueblo creyera en un ideal que siempre se pospone y nunca se realiza. Cuando alguien cuestiona, cuando alguien alza la voz, sólo encuentra vulnerabilidad y exclusión.
Queremos un país donde se respete más la vida desde su concepción hasta la muerte natural, donde se fortalezca la unión de la familia y se cuide el matrimonio entre un hombre y una mujer; en el que las pensiones alcancen a nuestros ancianos para vivir; en el que los profesionales puedan vivir dignamente con sus salarios; en el que los ciudadanos puedan convertirse en empresarios (…). Los jóvenes cubanos deberían encontrar posibilidades de trabajo que les permita desarrollar sus talentos y capacidades aquí y no vean como única salida irse de Cuba.
Tenemos una legalidad supeditada a un poder, la ausencia de un “Estado de Derecho”. Se hace imprescindible la clara distinción e independencia de los tres poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Queremos que nuestros jueces no sean presionados, que la ley sea orden, que la ilegalidad no sea una manera de subsistir o un arma de dominio. Que nuestro Capitolio se llene de legisladores que, con pleno poder, representen los intereses de sus electores.
Nuestro pueblo está desanimado y cansado, existe un estancamiento que se resume en dos palabras: sobrevivir o escapar. Los cubanos necesitan vivir la alegría de “pensar y hablar sin hipocresía” con distintos criterios políticos. Estamos cansados de esperar, cansados de huir, cansados de escondernos. Queremos vivir nuestra propia vida.
Esta carta tiene también un propósito, que es un derecho: Queremos elegir en libertad. En Cuba hay votaciones, no elecciones. Urgen elecciones donde podamos decidir no sólo nuestro futuro, sino también nuestro presente. Ahora se nos invita a “votar”, a decir “sí” a lo que ya existe y no hay voluntad de cambiar. Elegir implica, de por sí, opciones diferentes, elegir implica la posibilidad de tomar varios caminos.
Si escribimos esta carta es para evitar que un día, por alguna circunstancia, Cuba se sumerja en cambios violentos que sólo añadirían más sufrimiento inútil. Todavía tenemos tiempo de hacer un proceso progresivo hacia una pluralidad de opciones que permita un cambio favorable para todos. Pero el tiempo se acaba, apremia abrir la puerta.
De nada sirve ocultar la verdad. De nada sirve fingir que no pasa nada. De nada sirve aferrarse al poder. Nuestro Maestro Jesucristo nos dice a los cubanos hoy: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?” Estamos a tiempo de construir una realidad diferente. Estamos a tiempo de hacer una Cuba como la deseaba Martí: “con todos y para el bien de todos”.
A la intercesión de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, nos encomendamos. Ella, Madre de todos los cubanos, interceda ante el Señor de la historia que, como dijo en Cuba, Su Santidad Benedicto XVI: “Dios no solo respeta la libertad humana, sino que parece necesitarla”, para que podamos elegir siempre el bien mayor para todos.
Padre Castor José Álvarez de Devesa, Cura del Modelo, Camagüey
Padre José Conrado Rodríguez Alegre, Párroco de San Francisco de Paula, Trinidad, Cienfuegos
Padre Roque Nelvis Morales Fonseca, Párroco de Cueto, Holguín
Concluyamos reafirmando con claridad: el contenido de esta carta, lo que se describe en ella, lo podría firmar cualquier ciudadano venezolano hoy, desde Los Andes al Amazonas, desde el sur del Orinoco a las riberas caribeñas. Y, por supuesto, los millones que han tenido que emigrar, pero que siguen en cada segundo de su nueva vida pendientes de nuestra querida patria.