La oposición irreconciliable en Colombia: radiografía de la división Petro-Fajardo
Sergio Fajardo – Humberto de la Calle – Gustavo Petro
¿Por qué el sector que pretende regenerar la política en el país andino está dividido?
“Si no nos unimos, gana la derecha”. Tal lleva siendo el clamor en ciertos sectores de la creación de opinión colombiana al menos desde que Sergio Fajardo empezó a bajar en las encuestas, y Gustavo Petro no alcanzó a seguir el ritmo de Iván Duque. Y, sin embargo, cada vez que hay un intento de acercamiento se hace más y más evidente que el sector regenerador (a falta de un mejor nombre) de la política en Colombia se encuentra dividido. Lo está en dos discursos divergentes que prácticamente sólo interactúan entre sí para echarse las culpas por la falta de unión. A un lado, Petro. Al otro, Fajardo y Humberto de La Calle, quienes mantienen un tono perfectamente sintonizado a pesar de la ausencia de alianza formal. En medio, un muro que se construye con ladrillos que vienen de ambos lados.
Esta dinámica de confrontación resulta un tanto sorprendente: el espacio reducido (aunque creciente) de la izquierda en Colombia, la falta de viabilidad del centro reformista y la polarización reinante debería fomentar la creación de frentes conjuntos. Y, sin embargo, asistimos a algo parecido a una batalla por dominar la oposición, asumiendo implícitamente que es aquí donde acabarán todos estos esfuerzos. ¿Por qué?
Es posible que la perspectiva del mundo de cada lado sea ya tan distinta que resulte irreconciliable. Dos cosmovisiones que producen una polarización intra-bloque tan severa como la que existe entre bloques. Es lo que ha pasado en España entre el histórico PSOE y el nuevo Podemos, o en Francia entre el izquierdismo militante de Mélenchon y el centrismo radical de Macron. Diferencias, en esencia, de índole ideológica y partidista que no tienen vuelta atrás.
Bastante de eso hay, sin duda. Fajardo y Petro pueden compartir diagnóstico, señalando ciertos problemas al unísono (corrupción, desigualdad, violencia). Pero a la hora de priorizar y ofrecer soluciones las diferencias se vuelven evidentes. Tanto Fajardo como De La Calle mantienen un argumentario que bascula entre el socio-liberalismo y la construcción institucional, haciendo hincapié en la igualdad de oportunidades, en el Estado como garante de las libertades individuales, y en la necesidad de una “Colombia unida” que se aleje de la confrontación. Petro, por su parte, dedica su discurso a los límites estructurales, las desigualdades, la conveniencia de superarlos a través de reformas profundas en un enfoque que no rehúye el conflicto sino que lo acepta entrando al trapo.
Es por tanto natural que Petro lleve ventaja no sólo entre los partidarios de la Lista de la Decencia, que al fin y al cabo fue hecha a su medida, sino también entre simpatizantes del Polo Democrático Alternativo, partido que en teoría abandonó y que, tras un sinfín de procesos de fragmentación, ha acabado en el lado de Fajardo sin que éste se haya llevado a sus votantes consigo.
Petro incluso le empata a De La Calle entre los liberales, quedándose probablemente con el ala más izquierdista de sus simpatizantes. En contraste, su alcance en el seno de los verdes está lejos de Fajardo. Los abanderados del reformismo regeneracionista se quedan con quienes les da un discurso a medida.
Esta brecha ideológica y partidista no se produce en el aire, sino que tiene su correlato en cómo y dónde se distribuyen los adeptos de cada una de estas dos facciones. No sorprende que la curva de apoyos de Petro según estrato es claramente descendente. La de Fajardo, por el contrario, va hacia arriba (De La Calle la mantiene plana, por su lado)
¿Es esto un indicio de voto de clase? Descriptivamente al menos, sí lo es. Uno que se alinea bien con la distinción entre vías políticas hacia la igualdad que plantea cada candidato: Fajardo abandera la educación y con ella la igualdad de partida, de oportunidades. Petro, por su lado, insiste en intervenciones estatales de índole bastante más profunda. Parece que éstos tienen más predicamento entre quienes, posiblemente, confíen menos en la posibilidad de avanzar socialmente desde la cuna a base de inversión en el capital humano. Una idea que resultará naturalmente más cercana a la clase media y acomodada.
Quizás sea un poco más sorprendente (para algunas personas, al menos) la distribución de apoyos por sexo. Petro parece tener bastante más apoyo entre hombres que entre mujeres, mientras que con la suma de Fajardo y De La Calle sucede lo contrario hasta el punto de que casi alcanzan al primero entre ellas.
Podría ser que las mujeres no se vayan tanto con Petro porque tienden a ser más aversas al riesgo, a las opciones que son presentadas por otros como extremas o menos viables. Sabemos gracias a la investigación en ciencia política que por regla general este es un producto de la diferente socialización política entre sexos. Pero la hipótesis del interés es igualmente válida: tal vez el bloque Fajardo-De La Calle cuenta con un abanico de argumentos más convincente para las mujeres. En cualquier caso, el patrón es (por el momento) claro.
El territorio guarda una última diferencia clave. La fuerza de Petro, como ya ha sido comentado en otras ocasiones, está en la costa Caribe, en Bogotá y en menor medida en el Pacífico. Fajardo, por el contrario, mantiene una vertebración más sólida en el centro y en la zona cafetera, empezando por Antioquia. De La Calle también ayuda a sumar en Bogotá.
Resulta tentador encontrar un correlato entre la consabida polarización territorial colombiana (periferia y Bogotá liberal, interior conservador). Pero en este caso parece más plausible que las diferencias tengan que ver en este caso con el arraigo de los candidatos, de sus carreras políticas y de sus plataformas electorales en cada una de las regiones. En cualquier caso, el contraste entre mapas se suma al resto de variables para corroborar
En resumen, Gustavo Petro cuenta con más apoyos en los estratos más bajos y simpatizantes de partidos con una ideología más marcada; además, su base parece estar un tanto masculinizada y ser particularmente fuerte en Bogotá y regiones periféricas del país. Por el contrario, el bloque Fajardo-De La Calle (sobre todo el primero) gana en los estratos más elevados, así como entre votantes de partidos centristas y del corazón andino del país, teniendo a favor más mujeres que hombres. Esta radiografía es necesariamente provisional, pues las muestras de base son pequeñas y las encuestas seguirán evolucionando en los próximos días. No sabemos todavía si el muro terminará por derribarse, si la coordinación se producirá. Sin embargo, tanto los datos como los discursos dejan poco espacio para la esperanza de quienes piden unidad para derrotar a la derecha.
Nota metodológica: los cruces en los que se basan los gráficos de la presente entrada se basan en la encuesta publicada por Invamer en marzo de 2018, disponible aquí. En algunos casos, las muestras se volvían considerablemente pequeñas (n<100), por lo que es imprescindible tomar los resultados con cautela, de manera que vale más fijarse en la tendencia, en las diferencias entre niveles y por tanto en la imagen general que pintan que en los números concretos al decimal. Sin embargo, en tanto que vienen a confirmar hipótesis razonables en cada uno de los casos, podría decirse que sirven como aproximación.