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Elizabeth Burgos: Historia mundial del comunismo

 

Una obra magistral del francés Thierry Wolton intitulada “Una historia mundial del comunismo”, llegó a su tomo III dedicado a “Los cómplices”, un relato acusatorio del que no escapan escritores como Sartre o Aragon, pero que tangencialmente serviría de acusación a muchos, muchísimos venezolanos que siguen siendo simpatizantes del comunismo.

 

     El ensayista francés, Thierry Wolton, acaba de ser galardonado con el premio Prix Aujourd’hui por su obra magistral Une Histoire mondiale du Communisme, cuyo tercer tomo, acaba de ser publicado por la Editorial Grasset titulado Les complices (Los Cómplices) en el que analiza las simpatías, incluso, la complicidad, de los intelectuales franceses con un régimen como el comunismo que ha sido culpable del asesinato de millones de seres humanos.

 

     Diez años de investigación, centenas de testigos entrevistados, miles de libros leídos, toda una vida ha invertido Thierry Wolton para dar a la luz pública un inmenso capítulo de la historia contemporánea aún ignorado y que engloba todo un mundo de países que vivieron bajo la tutela del marxismo-leninismo, y países que todavía hoy imponen a su población el régimen totalitario inventado por Lenin y Stalin: China, Corea del Norte, Cuba, Venezuela, Nicaragua. El primer tomo de la Historia Mundial del Comunismo, “Les bourreaux” (Los verdugos) (Grasset, 2015), versa sobre los dirigentes de los Jemeres Rojos, y los ideólogos del maoísmo y del estalinismo; el segundo tomo “Les victimes” (2015), sobre los millones de muertos en el Gulag y los movimientos de masa comunistas.

 

     El tercer tomo, “Los Cómplices”, trata de todos los países no comunistas en los que, como en Francia, los intelectuales, fascinados por el comunismo, fueron amigos o mantuvieron una actitud complaciente con los regímenes comunistas. Un volumen en el que el autor revela la ausencia de lucidez ante la realidad de la represión masiva y del totalitarismo, hechos evidentes, que dominaban en la URSS, según el axioma de la época: “mejor equivocarse con Jean-Paul Sartre que tener razón con Raymond Aron”, y hoy siguen dominando en China, en Cuba, en Corea del Norte, en Venezuela, como lo denuncia el autor en una reciente entrevista.

 

     El autor atribuye la simpatía particular, “la ceguera de los intelectuales franceses, y en general del mundo hacia la ideología del comunismo” al legado cultural de varios siglos de la Ilustración, a la noción de progreso que le es inherente y que ha nutrido el proyecto comunista. Pero el caso específico de Francia, el autor lo atribuye al hecho de que la mayoría de los intelectuales, como el caso de Sartre, etc., vivieron y continuaron publicando durante la Ocupación alemana, se plegaron al sistema de censura, y en el momento de la Liberación, sufrieron de un complejo de culpabilidad, sintiéndose en la necesidad de buscar la manera de borrar ese pecado original y entonces se sumaron al tren de los vencedores de Stalingrado, del Ejército Rojo, pero también al infierno que ese régimen representaba, mirando hacia otro lado o justificando la necesidad de la represión en aras de salvación de un régimen que proveía la felicidad en la tierra para los desposeídos y profetizaba la igualdad sobre la tierra.

 

     El autor cita nombres como el de Sartre que se dedicó a apoyar a la URSS, a China y a cuanto movimiento terrorista aparecía en el firmamento: las Brigadas Rojas en Italia, los terroristas alemanes, su apoyo incondicional al régimen cubano, etc. Pero los dardos más certeros de Thierry Wolton los dirige al gran poeta Louis Aragon, que considera como el “bellaco de mayor envergadura” al que se le excusa de su complicidad con el estalinismo en tanto que militante del Partido Comunista Francés, bajo el pretexto de que se trata de un gran poeta, mientras que no se le perdonan a Celine, también un gran escritor, sus simpatías con el nazismo y su antisemitismo. El autor se rebela contra esa ley que hoy día se mantiene en vigor, la de dos pesas y dos medidas: a unos se les perdona y a otros no, cuando ambos incurrieron, o en la participación, o en el apoyo a millones de crímenes. Wolton ilustra su relato con citaciones de los escritores identificados con el comunismo, como también, la evolución de muchas personalidades de la política francesa a los que les dedica el capítulo “La ceguedad voluntaria”.

 

     La trilogía de Thierry Wolton abarca 3.500 páginas en total. En las diversas entrevistas que el autor ha acordado, no disimula que su obra fue motivada por la indignación, su fuerza ha sido inspirada por la pasión de dar a conocer hasta dónde puede llegar la sumisión de inteligencias esclarecidas en los supuestos herederos del siglo de las Luces y convertirlas en propagandistas de un sistema asesino. Y hasta dónde puede llegar todavía hoy la negación de un proyecto que cuenta con 80 millones de víctimas, que no sólo sufrieron en carne propia la represión, sino que murieron en una soledad total, sufriendo el escarnio de una propaganda mentirosa que les valió el desprecio y el odio hasta de su propia familia. Pienso en el caso de los exiliados y los combatientes anti-castristas cubanos, tratados de “gusanos” que hasta época muy reciente, fueron ignorados por los organismos de solidaridad internacionales, en particular, por los latinoamericanos. El caso de la ignorancia en relación de la situación venezolana, o el apoyo al chavismo-madurismo de sectores de la izquierda latinoamericana, muchos de los cuales fueron favorecidos por la solidaridad venezolana cuando fueron víctimas de las dictaduras en sus respectivos países, es una prueba de esa ceguera que hoy denuncia Thierry Wolton y que en el caso francés sigue siendo de actualidad, como lo vemos cada día en el apoyo que se le prodiga al régimen de Maduro en los círculos de izquierda. Sin pestañar, Jean-Luc Melenchon y acólitos afirman que los 130 muertos durante las manifestaciones en Venezuela fueron obra de la oposición que está armada con armas de guerra. Que Leopoldo López, ha sido condenado por poseer un arsenal de guerra en su casa. Que los presos políticos, son políticos que han utilizado la violencia contra el Estado por lo que en un régimen democrático, y en Francia, también serían condenados.

 

     La ceguedad y la condescendencia de los políticos demócratas latinoamericanos con respecto al régimen castrista y su inconsciencia al no percatarse de la obra de destrucción que desde el interior obraban los grupos adeptos a La Habana, carcomiendo las frágiles instituciones democráticas que comenzaban a retoñar, son los grandes responsables del retroceso que ha sufrido la democracia en el continente. Que un país como Venezuela, que sufrió una herida profunda en su naciente democracia cuyas consecuencias las está viviendo todavía de manera dramática, decidiera otorgarle a Fidel Castro un borrón y cuenta nueva, como si nada hubieses sucedido, y estableciera relaciones diplomáticas sin oponerle condición alguna, antes por el contrario, se le ofrecieran puertas abiertas, es un hecho que merece reflexión. Un mínimo de coherencia y rigor, son indispensables por parte de quienes tienen en sus manos el destino de los pueblos.

      Esperemos que la obra de Thierry Wolton contribuya a reflexionar y a corregir la norma de eximir unas dictaduras y condenar a otras.

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