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Con Iván Duque, llega el uribismo 2.0 al poder

Como pronosticaban las encuestas, Iván Duque es el nuevo Presidente de Colombia. Así lo reconoció Gustavo Petro.

Con el 54 por ciento de los votos frente a 42 por ciento de Gustavo Petro y un 4,2 por ciento del voto en blanco, el uribismo vuelve a la Casa de Nariño después de ocho años de estar en la oposición al gobierno de Juan Manuel Santos.

Con 10,3 millones de votos, Duque batió el récord de votación en Colombia por más de un millón de votos (que tenía Santos en 2014) y logró agregar 2,7 millones que no votaron por él en primera vuelta (un aumento del 37 por ciento) mientras que Petro sumó 3,2 millones, un 66 por ciento más que hace tres semanas. El nivel de participación fue el mismo de la primera vuelta, la más alta en la historia reciente del país después de la segunda vuelta de 1998.

Si uno asume que los 1,4 millones de votantes de Vargas Lleras se fueron con Duque por su afinidad ideológica y porque su maquinaria se puso del lado de Duque, ésto quiere decir que los 4,5 millones de personas que votaron por Fajardo optaron mayoritariamente por Petro.

En todo caso, la diferencia entre Duque y Petro son la mitad de los votos de Fajardo, que defendió el voto en blanco, que se duplicó frente a la primera vuelta pero que no logró ser significativo con un 4 por ciento del total.

El mapa de votación no es radicalmente diferente al de primera vuelta.

Duque ganó en 23 departamentos (sumó Córdoba y La Guajira, pero perdió en el Valle), mientras que Petro barrió en todos los del Pacífico, Sucre, Atlántico, Putumayo y Bogotá.

En las ciudades que ganó Fajardo en el Eje cafetero ganó Duque, pero en las de Boyacá y en Bogotá, donde también ganó el fallido candidato de la Coalición Colombia, ganó esta vez Petro.

Petro arrasó en algunos municipios del Catatumbo, Nariño y Chocó, en los que sacó más del 80 por ciento de los votos. También en Bogotá (52 vs.41), Barranquilla (54 vs 43) y Cali (53 vs. 42), cuya tendencia de votación fue inversa a la del país.

La votación de los dos creció mucho más en los municipios donde ya eran fuertes: todos los municipios en los que Petro creció el 40 por ciento o más, tuvo más del 42 por ciento que tuvo en el país.

Quién es Duque

Iván Duque es un hombre responsable, competitivo y convencional, que llega a la Casa de Nariño con casi nula experiencia gerencial, y sobre los hombros de Álvaro Uribe, que lo escogió como su candidato desde el año pasado aunque lo sometió a un procedimiento interno de selección (escogido para que él ganara) y a una consulta interna contra Martha Lucía Ramírez (su ahora Vicepresidente) y el exprocurador anulado Alejandro Ordóñez, en la que la organización del Centro Democrático y la campaña que le hizo Uribe fue fundamental en su triunfo.

Duque nació el 1 de agosto de 1976 en una familia acomodada y muy política de papá antioqueño y de mamá entre tolimense y cartagenera. Nació en el segundo matrimonio de su papá, el mayor de dos hijos, y el niño de los ojos de su papá, Iván Duque Escobar, una figura central en la vida del candidato presidencial y quien fue ministro, registrador, gobernador de Antioquia. Su papá fue muchas cosas, pero no le dio para ser Presidente. Su hijo, a los 4 años, ya quería serlo, y su papá siempre lo estimuló en esa dirección.

Como contó La Silla en este perfil, en vez de leerles Rafael Pombo, Iván papá les leía los discursos de Gaitán. Los paseaba por todos los pueblos de Antioquia y desde ahí los ponía a dar discursos en cada pueblo, con vibrato y todo, gritaban viva el Partido Liberal.

A los nueve años, Iván Jr. tenía dos hobbies: jugar fútbol y ver noticieros. En una casa grande que tenían en Multicentro, en Bogotá, no se perdía ninguno.

La biblioteca de su papá, de 17 mil volúmenes, es legendaria, y meterse en ella para devorarse un libro tras otro era otro de sus pasatiempos.

Iván Duque goza de memoria fotográfica y así como se aprendía los discursos de los políticos se aprendía cuando joven los diálogos de las películas que veía con sus amigos en un aparato de DVD, la sensación en fines de los noventas.

Duque llegó en coche a los dos grandes cargos que ha tenido, pero en las dos aprovechó plenamente las oportunidades y se destacó en ambos.

Paradójicamente, Duque arrancó su carrera de la mano de Juan Manuel Santos, porque fue de los primeros jóvenes que llegaron a la fundación Buen Gobierno, que le sirvió de plataforma a Santos para proyectarse hacia la Presidencia.

Arrancó allí cuando estaba todavía en la universidad, al mismo tiempo con el exministro de Defensa Juan Carlos Pinzón, el exministro de Comercio Exterior Sergio Díaz Granados y Germán Chica, el polémico exconsejero político de Santos.

Cuando Andrés Pastrana nombró a Santos ministro de Hacienda, Santos -que ‘cargó’ con su círculo de un lado para otro hasta que llegó a la Casa de Nariño- se llevó a Duque con él y luego de un tiempo lo mandó al BID con la tarea de que se preparara y volviera para trabajar en su gobierno, pues Santos siempre quiso ser Presidente y nunca dudó de que lo sería. Iván era parte de su ‘reserva’.

Sin embargo, cuando llegó el momento de la campaña de 2010, Santos se olvidó un poco a Duque y, a diferencia de los otros tres, no le ofreció ningún puesto de primer nivel.  

Gente cercana a Duque encuentra en ésto la razón para que se alejara de Santos, aunque él ha dicho que fue porque Santos cambió de posiciones frente a lo que pensaba inicialmente.

Duque trabajó en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) desde 2001 cuando lo mandó Santos hasta 2013, cuando Álvaro Uribe le ofreció ser el séptimo de su lista al Senado por el Centro Democrático.

En el BID, Duque fue el segundo representante de Colombia, un cargo burocrático internacional de segundo nivel.  

En este organismo multilateral, cada país tiene un director y todos los directores actúan como la junta directiva del banco. La labor, como la de toda junta, es aprobar los presupuestos, los créditos y los proyectos para los países.

Como tenía que revisar los proyectos de todos los países, esa experiencia le permitió a Duque conocer las buenas prácticas de política pública en muchos países, experiencia que le servirá ahora como Presidente y que sin duda capitalizó en los debates en los que habló con fluidez de todo.

Durante ese período, Duque aprovechó para hacer la maestría en derecho económico en American University y otra en gerencia de políticas públicas en Georgetown University (la supuesta «especialización» Harvard que promocionaba en su página web resultaron ser dos cursos de una semana, como lo mostró Alejandro Hoyos en twitter).

Esos 12 años por fuera determinaron mucho de lo que es él y de cómo piensa, y son lo que marcan la principal diferencia frente a Álvaro Uribe.  

Duque es un americanista, en todo el sentido de la palabra.  Su respeto por el sector privado, su fe en el emprendimiento y en que no hay que meterle la mano a los mercados, su convencimiento en el valor de la eficiencia en la política pública a través de un manejo gerencial y el accountability y su concepción de la política social como directamente ligada al tema económico es todo producto de su experiencia gringa. También su obsesión con la tecnología.

Cómo llega Duque

Duque llega a la Presidencia después de una campaña impredecible, en la que todos los candidatos, salvo Humberto de la Calle, puntearon en las encuestas durante algún momento. Y una campaña en la que el centro tenía todas las opciones de ganar pero cometió muchos errores que lo llevaron a perder.

Los del centro no lograron unirse, mientras que Álvaro Uribe armó una coalición de derecha que recogió en la primera vuelta a todo el conservatismo y a las iglesias cristianas y en la segunda vuelta, a votantes de centro que vieron en Duque un candidato más de centro que el uribismo.

Contrario a todos los pronósticos dado que era desconocido por la opinión pública cuando arrancó la campaña y tenía escasa experiencia gerencial, Duque, como anotó Francisco Miranda en su columna, resultó ser la mejor decisión estratégica de Uribe porque con su uribismo 2.0 y sin el rabo de paja y líos judiciales de muchos del círculo más íntimo del Expresidente logró vencer parte del antiuribismo y conquistar una porción del centro. Duque sacó 3,4 millones más que Óscar Iván Zuluaga en segunda vuelta en 2014.

Gustavo Petro, por su parte, tuvo una campaña casi perfecta.

El candidato de la Colombia Humana, que hace menos de un año estaba inhabilitado para lanzarse a la Presidencia y que mucha gente decía que era ‘radioactivo’, logró recoger a todo el movimiento social y romper el techo de la izquierda que parecía al comienzo de la campaña irrompible poniendo de su lado a figuras de la política alternativa como Antonio Navarro, Claudia López y Antanas Mockus y a importantes intelectuales y columnistas.

Fue él quien impuso la agenda de la campaña del principio a fin, con ideas innovadoras aunque varias de ellas difícilmente realizables, y quien logró provocar el mayor fervor. Sacó 200 mil votos más que aquellos con los que fue reelecto Juan Manuel Santos en segunda vuelta en 2014, cuando tenía a casi toda la izquierda y a la maquinaria a todo vapor de su lado.  Petro sacó, incluso, 700 mil votos más que Uribe en 2006 y el triple de los votos de Carlos Gaviria, en el histórico triunfo de izquierda en esas mismas elecciones. Duplicó con creces la votación de Antanas Mockus en 2010, que en su momento puso a temblar al Establecimiento.

En todo caso, el miedo al castrochavismo, instigado por Uribe desde hace un año y alimentado por el mismo Petro cuando al arrancar la campaña propuso hacer una constituyente si el Congreso le bloqueaba las reformas que proponía, unida a sus declaraciones sobre lo “bonito [que] sería el gesto de que [Ardila Lulle] decidiera vender su hacienda de Incauca al Estado” -que sus rivales de derecha interpretaron rápidamente como su amenaza velada de expropiar- no logró disiparse del todo con su cambio de postura en segunda vuelta ni las ‘tablas’ que le firmó en mármol a Claudia López y Antanas Mockus comprometiéndose a respetar la Constitución y las leyes del mercado.

Su crecimiento en la campaña logró cohesionar la derecha y a todo el Establecimiento en su contra, y de alguna forma, facilitar el regreso del uribismo, como lo anticipó Daniel Coronell en una entrevista con La Silla Vacía al comienzo del año.

Lo que viene

El discurso de triunfo de Duque fue alrededor de unir a Colombia (“Una Colombia en la que todos quepamos”, repitió una y otra vez) y se esforzó en disipar el temor de que llega a la Casa de Nariño con un ánimo revanchista.

Aunque el triunfo de Duque fue lo suficientemente holgado para evitar que cualquier grito de fraude fuera creíble, tuvo casi 9 millones de votos en contra (incluyendo los votos en blanco), lo que lo obliga, si quiere tener gobernabilidad más allá del Congreso donde lo acompaña una coalición mayoritaria de la política tradicional, a incorporar el país que representó Petro en esta contienda. Máxime cuando Petro ya aceptó que será senador y que desde allí mantendrá movilizado a sus seguidores para garantizar que no destruyan los acuerdos de paz, entre otras banderas.

Como lo contó La Silla, mientras todo el establecimiento político, económico y mediático acompañó a Duque en esta segunda vuelta, prácticamente todo el movimiento social estaba de lado de Petro.

En este sector hay hoy no solo desilusión sino miedo de que Duque llegue al poder para reeditar los episodios de persecución del gobierno Uribe en contra de periodistas, jueces adversos y líderes opositores. Será el reto del joven presidente demostrar que esos miedos eran infundados y lo comenzó a hacer a partir de su discurso.

También le espera el desafío de convencer a los colombianos que no votaron por él, e incluso a mucho fajardista que sí lo hizo, que gobernará con autonomía respecto de Uribe y que respetará la división de poderes y la institucionalidad que el Expresidente y su círculo ha cuestionado de manera sistemática desde que abandonó el palacio presidencial.

De esta manera, arranca para Colombia una nueva época política, en la que el péndulo vuelve hacia la derecha. Cuánto, solo se sabrá en unos meses.

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